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Me desperté temprano, antes que Ivar, quien estaba con su cabeza apoyada en mi vientre y abrazaba mi cuerpo muy fuerte.
Le acaricié el pelo suavemente con la intención de despertarlo, y así el empezó a revolverse y a elevar sus labios en una pequeña sonrisa. Dejó un beso en mi vientre y se enderezó para quedar frente a mi.
-¿Cómo ha dormido la reina? —dijo haciendo una estúpida reverencia y levantando la mirada mientras sonreía burlonamente—.
-Idiota —le fui a dar un golpe en el hombro pero el me agarró la mano y me detuvo acercándome hacia él—.
-¿Qué decías princesa?
-Cállate.
-No.
-¿No? Pues tendré que hacerlo yo —antes de que reaccionara le besé, lo besé suave, profundamente, apasionadamente—.

-Reina Hildur, la ceremonia está lista, la gente aguarda.
Me separé de Ivar y asentí nerviosa a la criada. Estaba a punto de casarme con el hombre que me había hecho creer que el amor era verdadero, el hombre que me había apoyado en todo desde el día que me conoció, el hombre que me había dado el placer de poder ser madre.
-¿Hildur? ¿Estás bien? ?A caso no quieres...
-Te amo Ivar, no lo dudes nunca por favor —le dije rápido sabiendo que Ivar pensaba que yo dudaba de esto—.
Él sonrió y dejó un rápido beso en mis labios antes de salir de la cama y marcharse a vestirse para la ceremonia. Yo hice lo mismo. Una vez preparada, salí acompañada de varias criadas. Llegamos al puerto y allí ya estaba el tullido, vestido con una camisón de lana blanca típico de estas ceremonias, yo iba igual, con el pelo recogido y decorado con flores y otras plantas. Estábamos emocionados, sobretodo él, lo notaba en sus ojos, estaban más brillantes de lo normal. Llegué al altar decorado con flores y antorchas. Le dediqué una sonrisa amplia y nerviosa al hombre que me miraba con dulzura, mi futuro acompañante de por vida. El hombre que nos unía en matrimonio empezó a hablar y nos indicó con un gesto que cerráramos los ojos, nor salpicaron la sangre en la cara de los sacrificios que se habían hecho para ese día tan especial.

Después de la ceremonia, la tradición die que los nuevos matrimonios vayan a compartir cama. Y esa era mi intención después del banquete. Estuvimos comiendo y riendo mucho.
-Eric pásame cerveza —le dije—.
Cuando iba a servírmela Ivar me la arrebató.
-Estás en cinta, es mejor que no bebas preciosa.
-Lo había olvidado —dije rascándome la nuca—.

Después de comer la gente estaba borracha y bailando felices. Yo observaba a mi pueblo sentada en mi trono, bebiendo agua de un cuerno vacío. Vi al tullido entrar al cuarto mientras me miraba y sonreía pícaramente. Yo estaba cansada y no quería ni moverme solo quería dormir. Entré en la habitación y tiré a la cama haciéndome una bola y abrazándome a mi misma.
-¿Estás bien? —dijo el tullido con el pecho desnudo y torciendo el gesto al verme así tumbada cuando entró en la habitación—.
-Mmhhm —asentí— estoy cansada.
-Bueno —susurró acomodándose a mi lado— entonces dormimos, lo que mi reina desee —decía besándome la sien—.
-Gracias, mi rey —le guiñé el ojo—.
-Yo no soy rey.
-Claro que lo eres, ahora si.
Me abrazó más fuerte.
-No lo soy.
-¿No es lo que querías? Ser rey.
-Si bueno —posó una mano sobre mi vientre— ahora tengo otras prioridades y cosas en mente.
-Vale, pero eres rey igualmente.
-No soy rey, solo el esposo de la reina más hermosa de toda Noruega.
-Eres rey y punto, es una maldita orden, limítate a obedecer —dije en broma—.
-Tu ganas nena, tu ganas.

HIJA DE VIKINGOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora