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ROSALIE MONET estaba sentada a un lado de su cama , con las piernas desnudas colgando del borde. Ella estaba frente a su ventana, que emitía un suave resplandor de luz desde el exterior, y las cortinas de encaje blanco se balancearon un poco cuando una suave brisa entró en su habitación. Se podía escuchar muy poca charla desde el exterior, por lo que probablemente la noche había pasado de la madrugada. Murmullos distantes de conversaciones borrachas, junto con el sonido de pies sobre la grava y las salpicaduras de agua de los automóviles, resonaban desde la abertura abierta.
Sus ojos escanearon la cámara oscura desde la comodidad de su suave colchón, sus manos agarraron desesperadamente el edredón blanco alrededor de su pequeña complexión. Rosalie estaba particularmente fría después de su perturbado sueño, el hecho de que estuviera usando pantalones cortos de pijama y una camisola delgada no ayudaba con los escalofríos. Todo estaba en el mismo lugar desde que se retiró a la cama, lo que probablemente fue hace cinco horas, notó con tristeza que ahora eran más de las tres de la mañana. El cajón de la ropa estaba cerrado, su escritorio estaba despejado, los frascos de bolígrafos y lápices agrupados en un lado, los papeles seguían apilados en la misma posición, ni una sola cosa se movió.
Pero el sueño se sentía tan real.
Gimiendo, la atontada morena se frotó la cara con una de sus palmas mientras trataba de darle sentido a todo, lo que sin duda la molestó muchísimo. Hace casi tres meses, al comienzo de las vacaciones de verano (para los estudiantes de secundaria, al menos), Monet había recibido un ramo de flores compuesto por doce tulipanes blancos prístinos. Estaba confundida por el gesto porque ni siquiera podía recordar a nadie que mostrara interés en ella.
Desde entonces, la entrega de doce tulipanes continuó a diario, y Rosalie estaba plagada por el más extraño de los sueños. Cambiaba todas las noches, pero siempre estaba acompañada constantemente por la misma persona. Bueno, ella no sabía quién era, solo que era extremadamente guapo y estar con él se sentía distintivamente como en casa. Él, quienquiera que fuera, olía a café, pintura seca y lavanda, y algo más que ella no podía identificar. La combinación de aromas extrañamente tenía sentido para ella. Ella se sintió tan cálidamente reconfortada en su presencia. Bueno, ¿presencia de ensueño? Probablemente no fue unapalabra , reflexionó. Pero tendrá que ser suficiente si voy a verlo cada vez que trato de dormir un poco.
El hombre tenía un aura de poder, exigiendo respeto a quienes lo rodeaban. Había algo en él que gritaba liderazgo e inteligencia, lo que solo la atraía más. Debería tenerle miedo a él, a las capacidades que aún tenía que demostrar; pero ella no lo estaba. No, Rosalie quería estar con este ... este monstruo , como había dicho que la gente lo llamaba innumerables veces. Recordó haberle dicho una vez en un sueño que él era todo lo contrario.
