La decisión vino por sí sola: No voy a cambiar el curso de la historia. No voy a destacar ni atraer la atención de los personajes principales. Mi objetivo es mantenerme en las sombras, una espectadora silenciosa de los eventos que ya están predestin...
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Miré la pila de platos sin lavar que quedaron después de celebrar mi vigésimo cumpleaños y suspiré profundamente.
Odio lavar los platos. ¿Por qué no hay lavavajillas banales en un mundo donde los animales pueden hablar y la gente hace cosas increíbles? Mientras ajustaba la temperatura óptima del agua en el grifo, me regaño por no comprar platos desechables, después de escuchar a Kurenai, quien pensó que era de mala forma.
–Oye–mi invitado tardío se sube a la ventana abierta–¿no llego tarde?
No solo llegó tarde, generalmente ignoró las vacaciones, a las que fue invitado a pedido de Yuha. Sabía que no vendría. Acercarse a la gente no está en el estilo del Copyr.
–Llegaste justo a tiempo. Todos se han ido– digo, sin levantar la vista del fregadero.–Tu reputación como un tipo duro no ha sufrido.
Hace menos de un año, al regresar de una misión, lo vi en la puerta de mi departamento. Vino a pedir prestada la segunda parte de Ichi-Ichi, y estuvo de acuerdo en que la literatura de Jiraiya era mucho más interesante que los libros sobre pesca.
No me sorprendió su interés por los libros, porque sabía de antemano que los amaría casi más que a sus perros. Me avergonzó su consentimiento a mi invitación a tomar té, que le ofrecí en manos de la decencia, sabiendo que se negaría. Pasamos toda la noche hablando de misiones y libros. Desde entonces, no a menudo, venía a nuestro club literario para discutir lo que había leído, tomar el té y simplemente pasar la noche en silencio.
–¿Como estuvo la celebracion?– Camina hacia la mesa donde están las cajas de regalo y toma la más pequeña con el escudo del clan Uchiha.
– Gracioso. Gai y Asuma te estaban esperando. ¿No crees que es hora de dejar de ignorar a tus amigos?– mi pregunta sigue sin respuesta– ¿quieres un trago?
–No, no estaré por mucho tiempo– el joven se desabrocha el chaleco y saca una caja arrugada atada con una cinta roja–Feliz cumpleaños, Hitomi.
Me parece que el planeta detuvo su movimiento, congelado por la sorpresa ante tal manifestación de simpatía por parte de Hatake. Incluso me aparto de los platos interminables para subir y aceptar personalmente su regalo, tratando de proponer palabras de gratitud por adelantado.
No puedo creerlo, hoy me felicitó por las vacaciones, y mañana qué, ¿irá al bar con los chicos? ¿Qué cambio tan dramático? Con entusiasmo tomo su regalo y deshago la ridícula reverencia. Al menos seis rollos de vendajes blancos se apilan apretados en una fila. VENDAS!?
–Esto– mi ceja comienza a temblar –son vendas?
–Sí, no los tienes todo el tiempo, andas toda rayada. Ahora podrás curarte.
