La decisión vino por sí sola: No voy a cambiar el curso de la historia. No voy a destacar ni atraer la atención de los personajes principales. Mi objetivo es mantenerme en las sombras, una espectadora silenciosa de los eventos que ya están predestin...
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Mi sueño en el bosque nocturno fue interrumpido por un grito estridente. Al saltar del sofá y ver las caras preocupadas de Hatake y Ko, no me di cuenta de inmediato de que ese grito provenía de mí.
—Disculpen —susurro, sin aliento—. Tuve una pesadilla. No quise despertarlos.
—Está bien —suspira el comandante, cansado—. Todos a recostarse un poco más. Solo unas horas antes de partir hacia el pueblo. Ko, quédate de guardia.
El frío me impide volver a dormirme. Me levanto silenciosamente y me alejo del lugar donde descansamos.
—¿Dónde vas? —Ko es el primero en notar mi movimiento.
—Creí ver un río por ese lado. Quiero ir a lavarme.
—No te demores —me responde, pero me duele demasiado la garganta. Le sonrío y me alejo.
Este mundo es cruel. A veces me pregunto, admirando a los valientes ninjas, cuántas víctimas hay detrás de ellos. No importa si matas enemigos o inocentes; al final, estás quitando la vida a otra persona.
Cada ninja recuerda el rostro de su primera víctima y lleva esa imagen en su memoria hasta la tumba. Por primera vez, me ordenaron quitar la vida a siete personas a la vez. Cuando llego a un arroyo de montaña, cuya corriente baja hacia Konoha, no me quito el vestido ni los zapatos, solo me meto en el agua hasta la cintura. Hace mucho frío, pero esta temperatura helada me devuelve a la vida.
En mi nueva pesadilla, vi a personas vivas ardiendo en llamas azules, desollando su piel. Vi a Ryuma ahogándose con su propia sangre mientras le abría la laringe. Mis dedos, que habían perdido su color, se tornaron rojos y tocaron mi cuello. En ese sueño, intenté estrangularme.
Mis manos están cubiertas de sudor, pero no es sudor; es la sangre de las personas cuyas vidas he quitado. Necesito eliminar esta sensación desagradable con agua helada, rascándome la piel con las uñas.
—Ya estás limpia.
¿Desde cuándo está el Copy Ninja a mi lado? Saca mis palmas del agua y no me las suelta, impidiéndome seguir frotándolas.
—Aquí no hay peligro.
He gastado todas mis emociones durante nuestra última conversación; no tengo ganas de hablar con él ahora.
—No es necesario que me sigas pisando los talones —le respondo.
—No es necesario convertir cada conversación en una pelea —hay un leve tono de irritación en su voz—. ¿Qué pasó en Sound?
—Nada —hago una mueca de dolor ante los recuerdos que emergen en mi memoria.
—¿Sangre de otra persona en la ropa y moretones en el cuello? ¿Eso no es nada?
