PRÓLOGO

1K 85 29
                                    

Era un día soleado. El aire calmado acariciaba las hojas de los árboles, haciendo que danzaran al ritmo de un compás aleatorio. Las calles rebosaban vida. El incansable ir y venir de la gente envolvía la ciudad, obligando a los más lentos a acelerar el paso. El sonido de los coches rezumbaba por toda la calle. Todo el mundo estaba en movimiento. Todos menos uno. Un chico joven, con aspecto de quinceañero, se encontraba tumbado sobre una rama alta y gruesa de una secuoya, la cual estaba situada en un parquecito en el centro, donde la gente solía ir a pasear a sus mascotas, a correr, o simplemente a pasar la tarde. El sol bañaba sus rizos castaños, haciendo que brillaran, y el suave aire hacia que revoloteasen, como si de una caricia se tratasen. Su rostro de tez morena tenía un gesto de completa serenidad, como si su mente y alma estuvieran en un estado de paz y concentración impenetrables. Su cuerpo no se movía ni un ápice sobre la rama, lo cual le aportaba un equilibrio perfecto, fundiéndolo con árbol. Parecía que las prisas de la ciudad no fueran con él; y es lógico, cuando puedes vivir más de 500 años.

--Vas a llegar tarde- le dijo una voz.

Jakob se sobresaltó. Tanto, que resbaló de la rama en la que se encontraba tumbado. Rápidamente se encaramó a la rama más cercana y con una vuelta perfecta, se situó de cuclillas encima, en una posición de alerta constante. La sombra que le había hablado se encontraba en una rama cercana a la suya. Al reconocerlo, el gesto de Jakob se relajó un instante, para transformarse en una mueca de enfado.

--Maldita sea, Trey. ¿Quieres matarme del susto? Ni siquiera nosotros podríamos sobrevivir si cayésemos de esta altura.

Trey era un chico alto y esbelto. Aparentaba tener unos pocos años más que él, pero su mirada no se parecía nada a la mirada dulce y alegre del joven. Sus ojos carecían de esa luz que suelen tener la mayoría de los chicos de su edad, la cual transmite las ganas que tienen de conocer el mundo, el funcionamiento de las cosas, la esperanza y la incertidumbre del futuro. No, su mirada no era así. Todo lo contrario la verdad. Una mirada triste, incomprendida. Más parecida a la de un anciano que después de una larga vida, ya hacía mucho tiempo que había contemplado las injusticias y el desdén del mundo. Una mirada dura, sin esperanza. Una mirada que transmitía miedo, lastima, y a la vez, respeto. Su gesto duro acompañaba esos ojos negros como el azabache, y unas cuantas cicatrices en la cara y en los brazos resumían un pasado peligroso.

--Deberías haberme notado. Por dios, Jakob, ya tienes casi 75 años, y hoy mismo empiezas la academia superior.

Jakob subió unas cuantas ramas ágilmente, hasta situarse otra vez en la copa del árbol. Ni siquiera se dignó a mirar a su hermano.

--Eso es porque estaba concentrado. Si hubiese querido...

--Jakob, basta de excusas. - dijo Trey, tajante. --Recuerda cual es la ley principal: siempre estar alerta. Si hubiese sido un mago renegado...

Jakob se incorporó rápidamente y le lanzó una mirada fulminante, cargada de odio y de rabia. Antes de que su hermano tuviese tiempo de terminar la frase, le corto diciendo:

--Si hubieses sido un mago te habría arrancado la cabeza-. Sin darse cuenta, las manos de Jakob se habían convertido en unas afiladas garras, y se había situado en una posición de pelea. Trey esbozó una sonrisa maléfica

-- ¿Qué me ibas a hacer tú? En un abrir y cerrar de ojos ya estarías en el suelo, fulminado. -Jakob no pudo contener más la rabia. Aprovechó la rama en la que se encontraba para coger un fuerte impulso, y fue directo a su hermano con ambas garras en alto, dispuesto a demostrarle de lo que era capaz.

-- ¡Ni se te ocurra bromear con eso! - gritó. La garra de Jakob apuntaba al cuello de su hermano, y con un par de maniobras entre las ramas ya se encontraba a menos de un palmo de él. Trey, sin cambiar su gesto un ápice, se hizo a un lado en el momento exacto, de modo que las garras de Jakob se clavaron en el tronco. Jakob levantó la pierna en dirección al costado de su hermano, pero este con un salto limpio, lo esquivó, y se situó en una rama, frente a él. Ahora la distancia entre ellos se había agrandado. Trey seguía con esa expresión impasible. Estaba totalmente levantado, pero con una actitud relajada, como si esa situación no fuera ni si quiera un reto para él. Tenía las manos metidas en los bolsillos. Le dio la espalda a Jakob y le dijo:

-No eres capaz ni de tocarme. Eres patético. Ni se te ocurra faltar a la academia, o te daré una buena tunda-- desplegó las alas, y desapareció.

Jakob seguía con las garras clavadas en el tronco, pero no parecía estar preocupado en sacarlas. No tenía eso en mente. Estaba cabizbajo, temblando de rabia. Las palabras de su hermano se le habían clavado como dagas, y habían llegado muy hondo en él. ¿Tan inútil era? Su hermano siempre había sido un superdotado. Sus dotes para la lucha y sus altas notas en la academia habían facilitado su formación, haciéndole saltar unos cuantos cursos, y con apenas 70 años, ya se había completado como guerrero medio. Con su misma edad, Trey ya se había convertido en un guerrero bastante reconocido, después de haber sorprendido a todos los de su raza con su increíble manejo con las armas. Él nunca podría ser como él. Si su padre siguiese vivo... ¿qué le habría dicho? Pero no lo estaba. Había muerto. Y de eso hace 60 años. Y lo habían asesinado los malditos magos. Con un grito de rabia, Jakob saco las garras del árbol, desgarrando toda la zona del trono, y provocando que la copa se desprendiera. Esa era la razón que le hacía seguir luchando por igualar a su hermano. Aunque este fuera más rápido, más fuerte, más ágil... Mejor que él. Porque su objetivo era convertirse en un gran guerrero y vengar a su padre. Sin perder más tiempo, bajó entre saltos entre las ramas hasta llegar al suelo. Su respiración fuerte rompía el silencio del parque. Cogió la mochila que había dejado enganchada en una rama baja desapareció, entre saltos por la ciudad.

ANFROS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora