Es bueno Saludarte

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-Aizawa, Uraraka y Midoriya caminaban por los pasillos en dirección al salón.

Para Shota y Ochako, era simplemente eso, caminar hacia su destino.

Pero para Izuku, quien mantenía la mirada algo baja, para que su rostro, oh más bien, su sonrisa imborrable no fuera tan fácil de ver, y se mantuviera oculta un tiempo, era una historia totalmente diferente.

Para el, se sentía en un pasillo infinito. Realmente hace años que había perdido la idea de que podría salir de aquella celda.

La sensación era simple, caminar, caminar y caminar, cuando sentía que llegaría al final, el pasillo se alargaría otra vez, y si lograba llegar a su destinó, en lugar de este, encontraría la entrada a su celda.

Una parte de él, rogaba que así fuera, que lo volvieran a encerrar, pero ya estaba libre, y ahora solo podía usar todo de el para controlarse lo mayor posible.

Debido a su debate mental, no se dio cuenta que la entrada del salón estaba frente a él, y al no detenerse, choco directamente contra la dura puerta, generando un ruido que causó que Ochako cerrará los ojos, no por miedo, si no porque eso se vio doloroso-

-¿Y ese golpe?-preguntó Kaminari.

-¿Acaso están acorralando a una chica contra la puerta de nuestro salón para hacer cosas sucias?-Mineta habló con un aura pervertidamente espeluznante.

-Deja eso viejo, da miedo-regañó Kirishima al pervertido de su compañero.

-¿T..Te encuentras bien?-la amante al mochi le preguntó al azabache con mechones verdes, ya que noto que este no se movía. Aunque debía admitir que se reía ínternamente.

-Hehehe... De maravilla. Necesitaba eso para volver-Izuku tenía planeado golpear otra vez la puerta con la cabeza.

-Del otro lado seguro esta el-

-Vamos a matarlo, ¿verdad?-

-Será tan fácil como con Papá-

-Su cara cuando este agonizando-

-Las constantes voces dementes de la mente del chico comenzaban a hablar juntas, diálogos que se volvían gritos, gritos ordenandole matar a una persona en específico.

Izuku, quien mantenía en todo momento las manos en los bolsillos de su sudadera, apretó el mango de un cuchillo que tenía ahí, oculto desde siempre, el mismo cuchillo con el que asesinó a su desgraciado progenitor.

El lo sabía, siempre pudo matar a quien quisiera mientras estaba encerrado, escapar y asesinar a cuantas personas le pidiera su ahora despierto deseo psicópata. Pero fue un héroe, y se controló.

Debía hacerlo ahora, y rápido, pues sintió como su ahora profesor lo hacía ligeramente aún lado para abrir la puerta.

Izuku The Killer: El "héroe" de la imborrable sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora