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Las hojas de otoño caían al suelo, moviéndose por la brisa fresca que estampó su cara, haciéndolo esconder su nariz en la bufanda que colgaba en su cuello.

Su nariz estaba roja, "el resfrío llegará pronto", pensó fastidiado.

Movía su pierna por los nervios y ansias, estaba esperando hace media hora en el mismo lugar, haciendo fila, rodeado de personas que hablaban sin detenerse.

Bufó, bajó su vista al papel que sostenía con su mano derecha, guardando la izquierda en el bolsillo. No sabía que era lo que leía, sólo mantenía su vista fija allí. Anhelando que digan su nombre para poder entrar, se estaba helado.

Su vista subió, divisando a la muchedumbre que se movía de aquí para allá, en principal hombres, ya que no era del todo normal ver mujeres allí que no sean de la limpieza, o porque acompañaban a sus hijos para dejarlos en la Academia Militar. Agradecía que su madre no fue una de esas y le acompañó, estaba seguro de que si lo hacía, ella hablaría sin detenerse con él, o con cualquier otra persona que se le cruce por delante.

Encogió su cuerpo, intentando darse calor, percibía los leves temblores causados por la baja temperatura. Nunca fue amante del frío.

- Naruto Uzumaki. - Llamó una voz masculina bastante seria.

Él se dirigió hacia el hombre que le había llamado y esperó, nuevamente, frente a él, entregándole el papel en su mano. Tenía barba, demasiado para su gusto, su escaso pelo en su cabellera le dio un escalofrío, "¿Podrá soportar el invierno siendo pelado?" Pensó, teniendo compasión por aquel hombre.

- Habitación S, número ciento cuarenta, segundo piso. - Habló el mayor, entregándole de nueva cuenta el papel junto a otro, que tenía anotado su nueva habitación. - Lárgate de mi vista.

- Gracias. - Respondió él, haciendo disimuladamente una mueca de disgusto por el "buen trato" del pelado.

Reafirmó el agarre de su mochila colgando en su hombro, sostuvo con su mano izquierda su maleta color azul y, con su derecha, acercó el pequeño papel, donde estaba su destino, a sus ojos.

- Qué letra de mierda. - Se quejó, luego de entender lo que había escrito aquel hombre.

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No, en definitiva no le dolía aquel tajo que descansaba en su abdomen. Sólo era una molestia que pronto sería una cicatriz olvidada en su piel.

Aún así, le estaba estresando que la sangre no deje de salir. Apretaba el tajo, soportando un jadeo de dolor, intentando acabar con aquel líquido rojizo que se perdía por la lluvia de agua de la ducha.

Fue después de unos minutos que sólo quedó una delgada línea color rojo, dejándole claro que no se moriría desangrado.

Detuvo el caer del agua, tomó una toalla y secó su cuerpo. No eran fáciles los entrenamientos, acababan con su energía y además podías salir lastimado, como él en estos momentos.

Sin embargo, avisar que estabas dañado era aún peor, las heridas podían pasar a un grado mayor. Ya que serías un marica, y en la Academia Militar no se aceptan esa clase de personas, sólo hombres entrenados a ser unos más fuertes aún.

Limpió el espejo con su mano, que estaba tapado debido al vapor del agua caliente, y apretó sus dientes al notar que tenía otros tajos en sus hombros y pecho, pero éstos no sangraban, ni le dolían. Después de todo, uno se acostumbra.

Peinó con los dedos su pelo negro, y agradeció que no se lo hayan cortado tanto, aunque nunca lo admitiría; amaba sus cabellos, eran azabaches con reflejos azules, sedoso y tenía una forma especial en la parte trasera.

Con la toalla atada a su cintura, abrió la puerta del baño y la cerró al estar en su habitación.

Cuando iba a alcanzar la ropa que descansaba sobre su cama, escuchó la puerta abrirse y, alarmado, se dió la vuelta.

- ¿Qué quieres? - Preguntó con algo de enojo, ya que no había golpeado.

- Ésta es mi nueva habitación. - Comentó el chico rubio. - Supongo que seremos compañeros. - Habló sin nada de emoción en sus palabras. Cerró la puerta, la maleta quedó a un lado y quitó su mochila del hombro para dejarla sobre la cama desocupada y bien tentida.

- No me avisaron nada. - Cruzó los brazos en su pecho desnudo.

- Y a mí qué me importa. Me llamo Naruto. - Tendió su mano a la del otro, quien estaba sorprendido por el tono en el que le habló.

- Soy Sasuke. - Devolvió el gesto, tomando su mano y estrechándola.

- Bien, Sasuke, me daré un baño si no te importa. - Avisó y abrió su maleta, desparramando su ropa para tomar una toalla color celeste.

- Más te vale acomodar tus pertenencias cuando termines. Alguno de los señores podría venir a inspeccionar. - Informó, aún sin moverse.

- Ya, gracias. - Respondió y entró al baño.

Sasuke arqueó una ceja y suspiró. De manera rápida se puso sus prendas de vestir, no quería morir congelado, aunque amaba sentir el frío.

- Qué día de mierda. - Murmuró, sentado en su cama mientras se calzaba con sus calcetines y miraba por la ventana el cielo.

Era un día soleado, sin ni una sola nube.

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Academia Militar |NaruSasuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora