El Fin Del Mundo 8

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Varios días han pasado desde que Raoul y Agoney tuvieron esa noche de compañía en la playa. Todo ha sido normal frente a sus padres o al menos, ellos así lo piensan. Lo realmente incómodo, ha sido cada momento que han tenido que pasar a solas, aunque de forma inconsciente, o tal vez voluntaria, han evitado mantenerse en una misma habitación por demasiados minutos. Es como si realmente no confiaran en ellos mismos.

—¡Cariño! —grita Gloria en cuanto Raoul llega a casa después de pasar unas horas en la playa.

—Hola, mamá.

Sonríe y camina hacia ella, se queda de pie al lado del sofá y escucha las mil preguntas que su madre comienza a hacer. Quizás en la segunda, o en la tercer pregunta, Raoul deja de prestarle atención y su cabeza recuerda la conversación que tuvo con Agoney en la playa. Aún no es capaz de asimilar todo lo que el moreno le contó sobre Gloria, es demasiado difícil imaginar una actitud tan cruel por parte de su madre, pero el sufrimiento en los ojos de Agoney fue tan genuino, que Raoul pudo sentir cada una de sus lágrimas. Está seguro que fueron tantas como las suyas, porque a pesar de la distancia, el último año no fue el mejor para ninguno.

—¡Raoul! —llama su atención—. ¿Me estás oyendo?

—¿Si? —Ella solo ríe.

—¿En qué piensas tanto?

—Nada importante. Solo quiero ducharme, estoy lleno de arena.

—Cariño, soy tu madre. —Extiende su mano y le invita a sentarse con ella en el sofá—. ¿En qué pensaba esa cabecita? ¿Iñaki?

—¡No! —niega rápido y su madre eleva una ceja con sospecha—. Vale... Tal vez estaba pensando un poco en Iñaki. —Suelta una risa tonta.

—Es normal, hijo. Eso pasa cuando uno se enamora.

—No estoy enamorado, mamá, solo me gusta.

—Está bien. Eres pequeño, te enamorarás muchas veces y te gustarán muchas personas.

—Ya.

—¿Entonces qué piensas de lo que te dije?

—No sé qué dijiste —acepta con un poco de vergüenza.

—¡Tu cumpleaños! —dice con obviedad y Raoul solo siente un nudo en su estómago—. Es en unos días y aún no organizamos nada.

—No quiero nada diferente. Lo mismo de siempre.

—¡Pero son tus dieciocho!

—Lo sé.

—Entonces-

—Entonces quiero lo mismo de siempre. —Se levanta del sofá y se encoge de hombros—. Tarta, algo de comida y los amigos de siempre. Nada más.

—Está bien —suspira ella sin volver a insistir.

—Voy a ducharme.

Se pierde escaleras arriba, tan hundido en sus pensamientos, que al momento de entrar al baño ni siquiera golpea la puerta. La imagen del cuerpo desnudo de Agoney le recibe, su espalda ancha y su culo redondo con su piel brillante y húmeda, es una imagen que no piensa ahuyentar de su mente.

—¡Raoul! —Busca la toalla para colocársela rápidamente en la cintura.

—Perdón… —Siente sus mejillas rojas pero igualmente no deja de mirar el cuerpo moreno—. Quería ducharme.

—Lo imagino… Yo voy a mi habitación.

—Claro. —Se mueve de la puerta para dejarle espacio y desvía sus ojos solo por unos segundos, sintiendo vergüenza por la manera en que quiere comerse su cuerpo aunque sea con sus ojos—. ¿Puedo pedirte algo?

El Fin Del Mundo - Ragoney.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora