14

710 82 33
                                    


𝐿𝑖𝑑𝑖𝑎.

Los días fueron pasando y estaba a punto de cumplir los nueve meses. Hace una semana tuve dolores muy fuertes y no pude dormir del todo. Incluso Sebastián tuvo que llevarme varias veces al hospital por la madrugada, ya que las contracciones eran insoportables y creí que mis bebés iban a nacer ya. Pero no fue así, simplemente nos regresaban diciéndonos que aún no era tiempo.

Ahora era inicio de semana y yo estaba acostada en la cama. Ellos sabían que en cualquier momento podría dar a luz, eso nos lo había dicho Gala.

La verdad me sentía muy mal, así no podía hacer nada y el ver a Blanca hacer todo el aseo de la casa me hacía sentir que abusaba de su confianza. Sebastián me había dicho ya varias veces que su mamá lo hacía con mucho gusto y no le molestaba.

Sebastián había tenido partido, y como en los tres últimos meses, no lo acompañé porque en verdad, no soportaba la espalda. Ahora me sentía un poco mejor, supongo fue el descanso que he tenido.

Estaba esperando a mi esposo, pues hoy era la última cita con la ginecóloga, ya que como lo mencioné antes, en estos días mis bebés podrían nacer ya. A mí parecer esta cita era una de las más importantes, porque íbamos a conocer a Leonardo y a Alessandro. Gala nos dijo que nos los mostraría en una ecografía 4D y la emoción no cabía en mí. No los habíamos visto, quisimos hacerlo cuando estuviésemos a días de conocerlos.


La puerta de mi habitación se abrió de golpe, dejándome ver a Sebastián aparecer y lanzar su maleta al piso. Seguido de eso, dio unos pasos hacia adelante y se lanzó a la cama, cayendo boca abajo.

—Hola, amorpillo. —lo saludé.

—Hola, amor de mi vida. —habló aún con la cara hundida en la cama. Se juntó más hacia mí y con sus manos acarició mi pancita. -
—¿Lista para conocerlos?

—Estoy muy emocionada, Sebas. ¿Crees que ambos se parezcan a ti o a mí? —cuestioné. -
—O capaz uno a ti y uno a mí.

Sebastián me miró con una sonrisa de lado y se acomodó en la cama para quedar viéndome de perfil.

—No lo sé, pero de lo que sí estoy seguro, es que van a salir hermosos como tú y yo. - me dijo, señalándose el pelo. —¿Te imaginas a nuestros bebés con el pelo como el mío y con ojos azules como los tuyos?

La verdad jamás había pensado en cómo podrían ser nuestros bebés, pero ahora ya tenía la curiosidad de saber cómo serían. Podrían tener el pelo dorado de su papá y los ojos azules como los míos. O podrían tener el pelo castaño como yo y los ojos cafés como Sebastián.

Después de imaginar a nuestros bebés, mi esposo me ayudó a ponerme los zapatos para poder bajar e ir con la ginecóloga. Él y yo invitamos a Blanca, que estaba muy emocionada cuando le dijimos que veríamos a los bebés por primera y no dudó en venir con nosotros.

Llegando al consultorio, una Gala sonriente y con un porte elegante nos recibió. Al verla no podía evitar pensar en lo que sufrió al perder a su esposo. Me parecía una mujer muy fuerte y admirable.

—¡Lidia! —dijo con emoción al verme y me abrazó fugazmente. —Hola, Sebastián. —miró detrás de él y sus ojos se abrieron como platos al ver a Blanca. —¡Blanca! Hace mucho tiempo no la veía, sigue igual de hermosa. —la saludó.

—Lo mismo digo, hija. Me da mucho gusto que estés muy bien y estoy contenta de saber que ya eres una profesional. —ambas se abrazaron por unos segundos.

𝑬𝒕𝒆𝒓𝒏𝒂𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆 ➳𝑺𝒆𝒃𝒂𝒔𝒕𝒊𝒂́𝒏 𝑪𝒐́𝒓𝒅𝒐𝒗𝒂 #𝟐  (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora