prologue

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Siempre deseé tener una colección de miradas contigo, de miradas profundas y especiales. De esas a las que cualquier chica podría revolverle el estómago a los dieciséis y envolverlas en una alocada aventura imaginaria en su cabeza. Formando la vida deseada, desde el matrimonio hasta el ancianismo.

Se me hace un revuelco de nervios en las entrañas al estar tomada de tu mano, en secreto son mis favoritas. Tus manos son grandes, firmes, pero algo ilógico el hecho de que pueden llegar a lucir delicadas incluso llegando a rozar con la femineidad de tus muñecas. Es extraño, como todo tu. O como nosotros.

Me divierte ver como pasé mucho tiempo ansiando por ti, inclusive manifestándote durante tantos años en soledad que viví, en unos brazos que no eran los tuyos, sin saberlo, o sabiéndolo. Pues el conforte de estar junto a ti es infinito. No se percibe el hondo vacío de un ser que no me pertenecía en verdad, ni yo a él. Porque éramos extraños. Desconocidos.

Así como tu y yo en el principio, pero sin saberlo, o sabiéndolo. Nos pertenecimos al instante. Pertenecer, ¿Qué es pertenecer? Sin antes de haberte conocido ¿podría haberte llamado mío? Sin que me hayas dirigido una de esas rígidas e inflexibles miradas muy características de ti. Recuerdo todavía la primera, como un susurro de paz en el viento, en la brisa, en el aire. Fue mágica, magia. Pura, y divina del cielo. Porque pareces hecho de algodón.

Jamás permitiría que mi vieses abiertamente escribiendo sobre ti, o inclusive pensándolo. Es vergonzoso. Dios, que vergonzoso. No quiero que pienses que estoy obsesionada de ti, no lo estoy, solo tengo, como ya dije, ese revuelco en las entrañas de una niña de dieciséis. Halagüeña, enamorada.

Quiero que me permitas conocerte, mas, al igual que añoro que me conozcas, mas a fondo, mas de lo que ya lo haces. Aún si es extraño, aún si me atemorizo en cada momento, en cada instante. Por temor a salir herida, es irónico.

Juré que no le temía a nada antes de conocerte, creyendo dejar todo atrás. Pero el pasado fangoso de mi mente me hunde en el mar de caras; sin embargo, en la oscuridad veo tu rostro en la lejanía, donde las enormes grúas se mueven en silencio, sin perturbar el sueño de nadie. Eras y eres el viento fresco que enfría mi nariz, porque siempre estuviste ahí. Mucho antes de que te viera, o nos viéramos.

Sé que no te burlarías de mi, aun si escribiese sobre esto o todo lo que me haces sentir, o si tuvieses la oportunidad de leer mentes y hurgases en la mía. Tu rostro de seguro se mantendría sereno, e intacto. Y una vez mas, me ofrecerías aquella mirada de dicha, que no expresa nada pero tiene mucho que decir.

Pasé tiempo en agonía, sola con las estrellas fugaces y sin armonía. Y ahora tu me ayudas, ayudándome. Eres mi inspiración, lo eras, lo serás. Me ayudas a unir cada palabra en mi revuelta cabeza, ¿sería pecar llamarte mi chico ideal? Pareces serlo, porque tu cariño parece hecho de nube. La realidad, es que sigo enamorada de ti y no creo poder evitarlo.

—¿Deberíamos comprar helados? ¿Quieres probar uno?— interrumpes mi mar de pensamientos dirigidos a ti, tu voz ronca y audaz seduce mi sentido, pero asiento para ti. Respondiéndote. Hay momentos en donde yo hablo mucho y tu prefieres callar, pero aquellos momentos en donde tu hablas prefiero escucharte, porque son escasos, como cuando quiero atrapar la arena aturdida.

Compras los helados aún sin soltar mi mano, me agrada como buscas aferrarte a mi. Siendo sincero, y tierno, incluso si tus expresiones no dan mucho que decir. Te entiendo, me entiendes.

Aunque tu acción al final no tiene tan buenos resultados ya que casi arrojas el helado sobre mi. Río ante el por poco bochornoso accidente, y rompo nuestro afianza. Cada uno toma aquel postre y vuelves a entregarme tu toque.

Me miras fijo por primera vez en todo la salida, el tiempo parece detenerse y mi corazón comienza a palpitar. Los graznidos de los patos del parque forman una pequeña ovación ante nosotros, como alentándonos. Inclinas tu rostro hacia mi por la graciosa diferencia de altura que nos divide, estiro mis pies en puntilla, mi vestido de flores amarillas se amaña a mi cuerpo y se levanta al empinarme esperando por tu beso.

Cerramos el momento con el ósculo que queríamos, que necesitábamos, sellamos el espacio entre nosotros y nos acercamos como cada día. Te separas de mi cuerpo al verme falta de aire, yo solo exhalo tu esencia, que se mezcla con mi fragancia.

No acaricias mi rostro, yo si acaricio el tuyo. Una comisura de tus labios se eleva, la pequeñísima sonrisa que me entregas es abrigadora. Ahora es cuando me doy cuenta que mis amigas estaban erróneas al decirme que eras una persona fría, que probablemente no tenías sentimientos.

Quizás si eres un chico serio, pero estás enamorado de mí. Y eso marca la diferencia.

...

Nyla.

xx





















¡Manjiro es un chico serio!- TakemikeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora