I »Nubes Negras«

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«La palabra mestizaje significa mezclar las lágrimas con la sangre que corre. ¿Qué puede esperarse de semejante brebaje?»

—Gabriel García Márquez.

Sebastián sentado en su cama observaba el amanecer, algunos pájaros hacían una suave melodía, dando la bienvenida a un día nuevo, se percató que los primeros tenues rayos del sol lograron traspasar las espesas y oscuras nubes bogotanas.

Decidió levantarse a estirar un poco el cuerpo. Caminó a paso perezoso al baño asearse. Una ducha rápida y se enrolló la toalla a su cintura, luego comenzó a elegir las prendas que se pondría.

Las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer haciendo ruido en el cristal de la ventana y captando su atención.

—Se había tardado —mencionó a la nada terminándose de poner su buzo.

Arregló parcialmente su cuarto y salió en dirección a la cocina para buscar algo de comer.

—¿A dónde crees que vas, jovencito? —preguntó su madre al verlo llegar a la cocina.

Ella vestía su típico vestido Rom y tenía su cabello suelto.

—Voy a salir un rato, madre —respondió con un poco de ironía antes de agarrar un pocillo y llenarlo con el café recién preparado que estaba en la olleta.

—Cuídese mijo —advirtió—, que no quiero que le pase algo.

—Claro que sí, mamá, regreso temprano.

Se acercó y besó su frente, a los segundos salió por la puerta principal.

Gruesas gotas caían sobre el pavimento y grandes agujeros en las nubes dejaban escapar brillantes rayos de sol, creando así un majestuoso arcoíris que se veía en toda la ciudad.

Una de las ventajas de vivir cerca de la Universidad Nacional es el hecho del corto recorrido.

Sebastián recorría con calma el camino mientras veía que se aproximaba a la calle 26 para poder entrar por ahí a la "Nacho".

Veía a los estudiantes de arquitectura pasar con sus planos guardados en sus estuches. Algunos fumando marihuana en los parques aledaños al puente, los más jóvenes yendo a estudiar en preuniversitarios para lograr pasar el examen de admisión de aquella universidad y otros, como él, que caminaban en dirección a lo que por cinco años sería su hogar.

Mientras subía el puente, notaba ir y venir los Transmilenio por ambos carriles y la vía de carros particulares estaba vacía para ser las diez de la mañana. Sentía a los ciclistas pasar rápidamente por el puente aun sabiendo que era de lata y peligroso. Mientras esquivaba a los transeúntes que iban en dirección opuesta, se preguntaba la razón de vestirse de una manera tan formal como lo que llevaba puesto.

Si bien el buzo ocultaba su camisa, sabía que apenas ingresara a la universidad, se lo quitaría y se quedaría solo con ella puesta y el gabán que llevaba en el brazo.

La lluvia se volvió llovizna y la entrada a la universidad pareció transportarlo a otro mundo.

Los viejos y deteriorados edificios se mostraban imponentes y hacían juego con el tono de color del firmamento. Había grupos de estudiantes sentados en el pasto, parejas besándose y algunos casos perdidos intentando conseguir —sin lograrlo—, presentar trabajos para no reprobar el curso.

Los grafitis llenaban las que antes eran impolutas paredes blancas y el gran mural de una flor de color rojo sangre adornaba la caseta de los guardias.

La sensación de que algo iba a pasar llegó a su pecho y sus manos comenzaron a sudar, se quitó su buzo y lo guardó en su morral para luego ponerse el gabán como tenía planeado.

—¡Sebastián! —gritó una voz femenina logrando que el aludido mirara en varias direcciones buscando a la persona que lo llamó.

—Maggie, que bueno es verte llegar temprano —habló a la muchacha que llegó a su posición.

—Sí —respondió con una mano restando importancia—, ¿leíste el folleto? —Sebastián la miró como si tuviera otra cabeza.

—¿Cuál folleto, Maggie?

—Este... —Le extendió un trozo de papel para que él pudiera leerlo.

"Los estudiantes de ingreso 80-1 tienen que presentarse en la plaza central a las

10:00 am.

Contamos con su asistencia.

Universidad Nacional de Colombia".

—¿Cuándo entregaron esto? —preguntó el joven.

—¡Uy, parce! Eso sí, no sabría decirle.

—Todo bien, ¿Vamos? —cuestionó devolviéndole el folleto.

—¡Vamos!

La chica sonrió. Lo agarró del brazo y comenzaron a caminar.

» Ahora dime algo, ¿por qué estás tan arreglado?, ¿a quién vas a ver hoy?

—Honestamente... —Suspiró y la miró por un momento antes de volver su vista al frente—. No tengo ni la menor idea. Tuve una sensación de vestirme hoy "tan arreglado" y, tú sabes; un tauro siempre sigue sus instintos.

—Tonto tauro —bromeó.

—Insufrible, capricornio —contraatacó.

Ambos dejaron escapar una risita antes de llegar a la Plaza Che y buscar un lugar para poder sentarse.

—Esto va a parecer un avispero —dijo Sebastián viendo cómo poco a poco se llenaba cada vez más.

Maggie asintió con la cabeza, toda la plaza quedó en silencio cuando el rector de la universidad estuvo en el podio.

Amor Inmarcesible |BL| [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora