Capítulo 2

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Katherine Reins.

Cronia-Año 2053

Las banderas a través de los vidrios se mueven con el aire acondicionado. El rojo y el negro hacen relucir el dorado en medio de estas.

Todos se encuentran tan firmemente formados, tanto, que ni siquiera parecen seres vivos. Nadie se mueve, todos esperan la indicación de la mandataria para al menos, respirar.

—Doce noches, y trece días. Eso es lo que tenemos para demostrar las mejores habilidades. Diez chicos serán llevados al complejo B, para que se conviertan en soldados de hierro. Fuertes y habilidosos. No quiero trabas en la petición. De los 400, solo cinco mujeres y cinco hombres tendrán el privilegio de formar parte de esa gran guardia. Y sin más que decirles. Buena lucha y gran éxito.

La mujer se alejó del micrófono, sonriendo como si lo que acabó de decir fuera algo bueno.

—¡En filas! ¡Giren! —gritó la comandante y acatamos la orden, los ojos me ardían de tanto tenerlos abiertos—. ¡A la planta del comedor! Nos vemos allá.

Todos comenzamos a marchar a pasos pesados hacia el comedor. El lugar no dejaba de hacerme sentir estúpidamente incomoda ante el color blanco que rodeaba el lugar. Por medio de las gradas de cristal veía a los humanos que en vez de eso, parecían ser robots a control remoto.

A mi parecer, creo que lo mejor que pudo pasar en este mundo en algún momento, fue que todos y cada una de las personar tomaban sus propias decisiones. Hay personas que aborrecen el blanco, tanto o peor que yo. En cambio, antes existían personas que adoraban vestirse de colores, pimentarse el cabello a su gusto y deseo, el arrepentimiento y el placer de tener el cabello de esa manera o de distinta forma, supo ser una de las mejores formas en la que nos expresábamos y por muy ridículo que haya parecido en su momento, eso era perfección.

Porque la perfección en la que vivimos ahora es un desastre, antes éramos un desastre en perfección algo muy distinto a radical cambio de vida, ahora.

—Pss. Kath.

Me giré en busca del llamado y sonreí.

—Ben—susurré.

Él fue cambiando de filas de a poco, hasta llegar alado mío.

—Deja de mirar abajo con pena. Yo le veo el lado bueno, me gusta pensar que las mujeres son copitos de nieve.

Sonreí levantando las cejas divertida.

—¿Por débiles?

—No, claro que no. Porque se derriten por mí—dijo orgulloso.

Apreté los labios para no reírme a carcajadas y disimuladamente codeé su hombro.

—Buen punto de vista, amigo, muy bueno—me burlé.

—No me días que no lo has visto—dramatizó decepcionado y negué—. Solo mira a tu alrededor. Todas me miran. Sí que se derriten por mí.

Alcé la vista y no era verdad del todo, pero tampoco mentira. Su rostro de orgullo me daba un poco de risa.

—Sí, todas lo hacen—ironicé mirando con descuido a otro lado.

—Deberías agradecer que me tienes como amigo—se puso firme al ver que ya llegábamos a la entrada del comedor—. Hoy me sentaré contigo. Y luego me contarás como te fue en el otro complejo D. Si no nos hubieran llamado ayer a reunirnos por la llegada de los nuevos, ni siquiera estuvieras viva ahora.

Eso era peor que verdad.

—¿Nuevos?

—¿No lo sabías?

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⏰ Última actualización: Nov 05, 2021 ⏰

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