{🌹} En medio de un aparatoso accidente, Toni Gambino es salvado por un "ángel" de piercings y cabello teñido. Al este acabar malherido, decide retribuirle quedándose con él durante su parada en el hospital, con la culpa carcomiéndolo.
Lo que no sab...
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—... El colapso del pulmón ocasionó que tuviera un paro cardiorrespiratorio que tratamos de controlar, sin embargo, presenta signos de hipoxia cerebral...
Gustabo se removió.
—¿Pero va a recuperarse? ¿Va a despertar? —preguntó una voz, cuyo pánico era tangible.
—Su hijo tiene grandes posibilidades de salir de su coma, señor Conway. Y no se preocupe, no todos los coma son malos, este en particular, puede ayudar a que su cuerpo se centre únicamente en sanar en menor tiempo. El período estimado de respuesta es de dos a cuatro semanas.
—Está bien —susurró Conway.
—Me retiro, entonces. Con permiso.
Gustabo escuchó los pasos que se dirigían a la salida, el giro del pomo, el enganche del seguro al cerrar con un chasquido leve. Sólo entonces, aún desorientado, se atrevió a abrir los párpados. Luz fulgente y directa en sus córneas fue lo que lo recibió; pero, a pesar de eso, no tuvo ninguna necesidad de cerrar los ojos. Hizo un chequeo rápido de su movilidad, apretando los puños, agitando sus piernas y balanceando los dedos de sus pies.
Paulatinamente fue recordando, en la bruma intensa que estaba de visita en su cabeza. Y fue ahí, cuando se asustó. ¿Estaba vivo? Bueno, al menos sabía que estuvo en coma, dada la conversación que escuchó. Su padre se alegraría al ver que no tuvo que esperar esas cuatro semanas para verlo despierto, pensó.
Pero el buen humor se opacaba con la desesperanza de no saberse muerto, había fallado en su intento de morir en una circunstancia que no afectaría demasiado a su familia. Tantas personas fallecen en accidentes viales, que no era impensable que ese pudiera ser su destino escrito y, por lo que sabía, superar una muerte por el azar es mucho menos traumatizante que hacerle frente a un suicidio. Hubiera querido ahorrarles el pesar, porque él no pensaba desistir.
—Papá —llamó el rubio, girando su rostro a su derecha—, ¿papá? —repitió, cuando este no atendió a su llamado.
Jack Conway se encontraba postrado en un asiento cerca de la camilla. Había manchas oscuras bajo sus ojos, tenía el cabello desaliñado y estaba ocupado tallándose la cara, en un actuar común para obligarse a mantenerse despierto. Quizás, se dijo Gustabo, por eso no lo había escuchado, por el cansancio.
El rubio, tan rápido como pudo, se incorporó, dejando que sus pies colgaran al borde de la camilla. Se sujetó del colchón para bajarse, en un intento de ser cuidadoso y se aproximó hacia su progenitor, dispuesto a abrazarle (cosa que no era tan común que hiciera) o decirle que fuera a tomar una siesta, que él estaría bien, aunque fuera una mentira. Decirle que no hacía falta que se tomara tantas molestias. Trató de envolverlo en sus brazos, pero, para su total desconcierto, su cuerpo atravesó la materia, como si no fuera más que un espejismo o una proyección.
