꩜ Lucille, our baby

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Una boda en Las Vegas.

Era mi plan perfecto de matrimonio, el más soñado desde mi adolescencia. Con un hombre que rompía las reglas; motero, futuro incierto, problemas de ira, la pesadilla de toda madre. Su sonrisa iluminaron mis días oscuros y no dudé en aceptar el matrimonio.

No teníamos mucho de habernos conocido, nuestra relación fue bastante rápida. Un día cualquiera entró a la compañía de servicios a la comunidad donde yo era recepcionista. Con un papel en su mano pidiéndome ayuda y unos ojos avellana dibujando mi futuro supe que era él... con quien yo siempre había soñado.

Me invitó a salir, hablamos de todo. Acariciaba mis mejillas con las yemas de sus dedos, como si tuviese miedo de romperme. Se reía de mis chistes tontos. No dejaba de mirarme.

—Algún día deberíamos casarnos —murmuró llevando una papa frita a sus labios, sonrió con sorna —Seríamos esa pareja de películas.

—¿Por qué lo dices? —pregunté, mi rubor solo afirmaba que la idea me encantaba.

Soltó una risa negando con su cabeza, negándose a decir lo que pensaba. Eso hizo que me acercara a su lado, mis grandes ojos se cerraron una y otra vez.

—Te diré algo, bonita —se inclinó, estábamos a milímetros de que nuestros labios se tocaran, nuestra mirada se conectó y el resto dejó de importar —Tú y yo seremos jodidamente felices hasta nuestras muertes.

Negan presumía tener voz de profeta pero aquella vez simplemente se equivocó como todo buen conocedor. Fuimos felices los primeros años de nuestro matrimonio. Era verdad, fuimos aquella pareja que sólo se miraban en las películas.

Teníamos estilos diferentes, yo era más hogareña. La vida que una ama de casa suele tener me transformó. Nuestra casa se abarrotó de plantas, cuadros, sartenes sinfín, muebles bonitos (muchos no eran del agrado de Negan). Vestidos bohemios, estilo sencillo.

Negan era más... arriesgado. Era como estar casada con un adolescente. Rock, cuero, motos, béisbol los domingos. Eso definía al hombre en pocas palabras. Me encantaba, era verdad, pero había veces que necesitaba a alguien maduro.

—Tal vez deberías darle un hijo —sugirió mi mamá levantando sus hombros.

—Mamá, no traeré bebés sólo para que Negan ponga los pies en la tierra; los tendré cuando quiera ser madre —rodé los ojos dejando las bolsas de papel en la isla de cocina —Además jamás hemos hablado de tener bebés. Ni siquiera en el noviazgo.

—Por eso no apoyé su idea de casarse con un mes de noviazgo.

—Fueron dos meses, mamá...

—¡Eso no cambia nada!

¿Nos hacía falta tiempo? Esa pregunta me la hacía todas las noches, cuando la respiración de Negan era lo suficientemente lenta y la oscuridad reinaba nuestra habitación.

Me solía poner de lado para mirarlo dormir, me fascinaba la capacidad que tenía de parecer alguien más, como si fuese así de tranquilo siempre. Él siembre arrugaba su nariz entre sueños o soltaba cortos suspiros, algunas noches susurraba mi nombre.

Grace.

Tan divino, algo delicado. Las letras salían de sus labios delgados como si se le escaparan. Era de las pocas veces que pronunciaba mi nombre. Para él yo era muñeca, otras veces bonita y cuando se molestaba me llamaba Cee.

Lucille: El dolor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora