Capítulo 1

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Habían cruzado casi todo el país para una nueva aventura, bueno, eso era lo que decían los padres de Audrey. A ella la idea de la mudanza no la seducía, pero tampoco le entristecía demasiado dejar California. No había nada que la atara a su ciudad natal. Lo único que la fastidiaba un poco era que no podría ver con tanta frecuencia a su hermano mayor. Siendo sinceros, no le entristecía nada haberse mudado. En California no tenía demasiados amigos, por no decir ninguno. Siempre había sido una especie de chica invisible. La gente de su edad no captaba su presencia, y a ella tampoco les prestaba demasiada atención. Prefería la compañía de un buen libro que la de esos zoquetes. A la mayoría les importaba más su apariencia que sus notas o cualquier otra cosa. Audrey, por lo menos, esperaba no encontrar a ese tipo de gente. Y esperaba tener la oportunidad de tener algún amigo.
Se encontraban en el coche, avanzaban sin demasiada prisa, estaban disfrutando del paisaje. Podían observar bosques frondosos. Todo era verde y montañoso. Era bastante distinto a Santa Mónica. Algo que si que echaría de menos serían aquellos baños matutinos en la playa. Por lo demás no echaría en falta California.
La verdad es que no sabía muy bien que había en aquel pueblo. Sabia que tenía una universidad, a pesar de ser un pueblo de apenas 15000 habitantes, y eso era todo lo que sabía. La razón de la mudanza era por el trabajo de su madre, Sarah. Había unos pequeños juzgados en el pueblo y el juez que se encargaba de ellos se acababa de jubilar. Su madre vio la oferta de trabajo y después de hablar con la familia decidieron que mudarse no estaría nada mal. Podrían escapar del bullicio de la ciudad y vivir en un pequeño pueblo.
Audrey seguía sumergida en las vistas sin darse demasiada cuenta de lo que pasaba a su alrededor. Siguió mirando por la ventanilla hasta que el coche paró en seco. Su padre acababa de aparcar y le indicó con unos gestos que acababan de llegar. Empezó a sacar las maletas y a colocarlas en el porche de la casa.
-Ya hemos llegado -gesticuló Sarah a su hija.
La muchacha entendió perfectamente lo que le había dicho su madre y ayudó a su padre, James, a llevar las maletas. Mientras tanto su madre iba abriendo y metiendo las maletas en el salón.
La casa tenía dos plantas y era de madera. Las paredes exteriores eran de color blanco y el tejado era de tejas negras. Había grandes ventanales y una puerta principal acorde con el tamaño de las ventanas. Una de las mejores cosas de la casa era que tenía un gran jardín y que desde allí se podía ver un pequeño lago. Aquello le encantaba a Audrey ya que podría inspirarse allí para sus dibujos.
Sus padres le dijeron mediante gestos que subiera a su cuarto mientras ellos seguirían metiendo las cajas dentro de la casa. Hizo caso y subió a su habitación. Era mejor de lo que esperaba. No era demasiado grande, pero a ella le sobraba. Las paredes era de color turquesa y el suelo estaba recubierto por una moqueta de color claro. Había una cama contra una pared, un escritorio bastante grande, un pequeño sofá y un armario. Las vistas de la habitación daban al lago.
Colocó sus cosas dentro del armario y dejó las maletas en un rincón de la habitación. Bajó abajo y preguntó a sus padres si necesitaban algo más, estos le respondieron que no, que irían a comprar algo para la comida. Volvió a subir a la habitación y se puso a dibujar.
Le avisaron de que la comida estaba lista y bajó con ellos a comer.
-Audrey, mañana será tu primer día en el nuevo instituto -le dijo con gestos su padre.
-Sí, lo sé, espero que sea mejor que en California -respondió ella.
-Seguro que lo será -le dijo su madre con una leve sonrisa.
El resto del día se lo pasó leyendo, aquella era una de sus mayores aficiones. Desde que tenía uso de razón recordaba que había estado leyendo. Por sus manos habían pasado cientos de libros y habían sido sus fieles compañeros desde muy pequeña.
Antes de ir a dormir se puso a mirar el cielo estrellado, hacia mucho que no veía las estrellas. En la ciudad, con tanta contaminación, era difícil ver las estrellas. Pero en aquella pequeña ciudad se veían perfectamente. Después de largo rato observando el cielo se fue a dormir esperando que el día siguiente no fuera muy horrible.

El sueño de AudreyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora