Epilogó

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La pequeña era la viva imagen de Susana.

—Es igual a Susana —Candy murmuró horrorizada— ¡es igual a ella, no es mi hija es de ella, es de ella!
¡Quítenmela, aléjenla de mí, no es mi hija, no es mi hijaaa!

Candy dio un grito y rechazó a la bebé

—Pero ¿qué te pasa Candy?, vas a lastimar a la bebé.

—No la quiero Terry, no es mi hija, mírala, es igual a Susana, no la quiero llévatela, por favor aléjala de mí.

—Candy no digas eso por favor ...

Fue lo último que escuchó, sintió que el sueño la vencía y poco a poco se fue quedando dormida.

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—Candy mi amor, despierta —Terry suplicaba entre lágrimas— tienes que despertar —alcanzó a escuchar la voz lejana de su esposo, abrió sus ojos y él la abrazó.

—Gracias a Dios despertaste, mi amor, tenía tanto miedo...

—¿Qué pasó? —cuestionó la rubia, tomándose la cabeza con ambas manos, aun se sentía aturdida, su mirada era borrosa y las luces le molestaban.

—Te desmayaste después del parto, creí que me moría si no despertabas —Terry tomó las manos de su esposa, con su mano libre acariciaba los rizos rubios, ella lo miró, él tenía los ojos inflamados y la nariz roja.

—¡Hola, mamá! —saludó Eleonor con el bebé en brazos— mira quién está aquí, listo para conocerte y también para que lo alimentes.

Candy no quería ver el pequeño bultito rosa que su suegra sostenía en sus brazos, sentía pavor.

—Cariño a todas nos pasa, sentimos miedo de cargar por primera vez a nuestro retoño, lo vemos tan frágil, pero no pasa nada, yo te enseñaré.

Candice la miró como si estuviera demente, ella ya conocía a esa criatura que no era su hija. Eleonor colocó suavemente el bebé en sus brazos, Candy tenía los ojos cerrados y las lágrimas comenzaban a salir.

—Candy, abre los ojos mi amor —dijo Terry con dulzura, limpiando las lágrimas que habían mojado la cara de la rubia, ella no se resistió, miró al pequeño bulto, sus lágrimas se intensificaron al ver una escasa cabellera castaña que cubría la pequeña cabeza de su bebé.

—¿No te parece que es la cosita más hermosa que jamás hayas visto? —preguntó Terry, con el pecho hinchado de orgullo, ella contuvo el aliento y nuevamente sintió pánico.

Pero él bebé no le permitió sentir más, porque de inmediato comenzó a llorar, exigiendo su alimento.

—Debes alimentarlo Candy —aconsejó Eleonor.

Al darle el pecho, él bebe se tranquilizó, dejó de arrugar su carita y cuando estuvo satisfecho agradeció a su madre mirándola fijamente, su intensa mirada azul zafiro la hipnotizó y esta vez ella lloró, pero de felicidad.

—¿Qué es...? —preguntó ahora con una sonrisa en los labios y acariciando la pequeña cabecita— ¿Es una niña? —volvió a preguntar, el bebé le había tomado uno de sus dedos aferrándose a ella, eso la enterneció.

—Es un varón —dijo el orgulloso padre sentándose a su lado— tuvo la mala fortuna que solo hubiera mantas rosas, pero mañana le compraré decenas en color azul —expresó al ver la cara de desconcierto de ella, depositó un beso en sus labios y después acarició el pequeño brazo de su hijo con el dorso de su mano.

—Eres precioso mi amor —mientras le decía esas palabras, Candy no dejaba de llorar y besar a su hijo, lo acaricio y acuno en sus brazos, no quería separarse de él, Terry abrazo y beso a ambos.

Eleonor que veía el conmovedor cuadro, se limpiaba discretamente las lágrimas y con sigilo salió de la habitación para darle mayor privacidad a la nueva familia.

Fin

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