Capítulo 1

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Megan no supo cómo todo podía haber transcurrido tan rápido. Antes de ser consciente de lo que había pasado, ya estaba casada con lord Shaw y sus amigos se habían marchado tan pronto como había finalizado la ceremonia tras la nada diplomática invitación del huraño lord para que abandonaran su fortaleza.

Notó cómo se relajaba un poco cuando la pequeña comitiva se alejó del castillo, seguida por todo el ejército que la acompañaba. Ella, por el contrario, comenzó a pensar que había cometido un gran error. Al menos, le quedaba el consuelo de que había sido por una buena causa. No le cabía ninguna duda de que Mae ya se habría desmayado varias veces desde que habían conocido a lord Shaw.

Había tenido la esperanza de que sus amigos se hubieran quedado unos días mientras se aclimataba a su nuevo hogar. Tan pronto como se dio cuenta de que no iba a pasar, fue consciente de lo poco que le gustaban los desconocidos al que se había convertido en su marido.

Lo miró de reojo. A primera vista, el hombre no solo era enorme, sino que resultaba imponente. Su pelo alborotado, de color miel, le llegaba hasta los hombros y hacía juego con sus ojos. Si se lo hubiera encontrado en una discoteca, habría matado por conocerlo y llevárselo a la cama. En esa situación, no sabía cómo reaccionar. No tenía la menor duda de que era un auténtico guerrero, salvaje y brutal. Por lo que solo le quedaba rezar, dejarse llevar por los acontecimientos y actuar en consecuencia.

Había lidiado con hombres igual de brutales en el ejército y había sobrevivido. Se prometió sobrevivir también a él. Aunque tuviera que suplicar o matarlo a la primera oportunidad. Su ademán de buscar el consuelo de sujetarse a su mano, se vio interrumpido cuando se alejó de ella mientras hablaba con voz ronca.

—Sígueme.

La orden la pilló desprevenida y se agarró al pequeño bolso de tela en el que llevaba sus únicas pertenencias. Lo siguió en silencio, apurando sus pasos y corriendo para mantenerse a su lado. Miró a su alrededor y vio cómo el patio comenzaba a llenarse de hombres que parecían salir de la nada, vestidos y preparados para la batalla.

Frunció el ceño ante el peligro al que habían estado expuestos sus amigos. La enfureció que ese hombre los hubiera tratado como si fueran una amenaza. Que hubiera tenido el pensamiento de matarlos si algo salía mal la hizo apurar aún más el paso. Su único deseo en ese momento era darle una patada en su espectacular culo musculoso. Se mordió los labios, disgustada por distraerse con su bonito trasero.

Lo acompañó al interior del castillo. Entraron en un salón enorme lleno de mesas que, en ese momento, estaba vacío. Lo atravesaron hasta unas escaleras escondidas en el fondo de la sala. Subió delante, y casi lo perdió porque había tan poca luz que debía caminar con mucho cuidado para no tropezar en los escalones irregulares.

Lord Shaw la esperaba impaciente en el comienzo de un pasillo igual de oscuro. La primera puerta de la derecha estaba abierta. Se trataba de una amplia habitación que, aunque sobria, estaba decorada con el lujo de un hombre pudiente.

—Es mi alcoba —informó mientras pasaba de largo y caminaba por el pasillo, sin ningún tipo de emoción, lo que le dejaba claro que allí no estaría su sitio.

Por un momento se preguntó si eso sería lo normal en esa época y buscó en sus recuerdos de las clases de historia. Después recordó a Breena y a su marido y no lo creyó posible.

—Busca a Eara y dile que suba —ordenó a una joven que estaba fregando el suelo de rodillas y que, con una rápida inclinación de cabeza, se apresuró a cumplir la orden.

Lord Shaw abrió la última puerta y se hizo a un lado para dejarla pasar.

—Tu alcoba.

—Creía que compartiríamos...

La dama de hielo (La dama blanca Volumen 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora