La egipcia y el hijo del verano

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SADIE

¿Qué quieres que te narre como ha sido mi vida desde el momento que desperté lejos de Brooklyn justo en Inglaterra junto a mis abuelos, en un mundo donde a juzgar por qué Anubis—Walt (no preguntes) no había llamado o buscado no había dioses? La verdad no fue tan interesante como creía.

Quizás fuera por qué como mucho tenía un dos años y pico desde que descubrí que era una maga cuando mi padre hizo explotar la piedra Roseta y liberó a los dioses egipcios, así como sólo un mes a lo mucho desde que me encontré con dos semidioses griegos, enterándome de que existían los dioses, pero en general no me quejé tanto cuando descubrí que seguía en casa de los abuelos en Londres.

Los primeros días me los tomé como unas vacaciones de todo, de enseñar magia a los magos menos experimentados, de la pesada escuela, de Carter y de todo el asunto de la mitología, que, aunque hubiera preferido estar en contacto con Walt estaba dispuesta a ceder y dejarme llevar por los próximos días.

Ni siquiera estaba en clases, un fin de semana largo me recibió, y aunque de vez en cuando usaba mi móvil para buscar algunas amigas de todo el asunto mitológico como a Zia o incluso a Annabeth no me quitaba el sueño ver qué no estaba en contacto con ellas, por no tener contacto no tenía modo de contactar con Carter.

Cuando me dio por preguntar por mi hermano a los abuelos durante la cena con un simple:

—He estado pensando en Carter...

Ellos se escandalizaron, con un graznido de mi abuelo con algo parecido a:

—No se habla de ese vago ni de su tío.

Que, aunque me resultó errático me dio a entender que al menos estaba con Amos, lo que me tranquilizó un poco... No es que estuviera preocupada por él, pero estaría perdido sin mí al punto de que para aquel punto seguro ya había vuelto a vestir como anciano.

Claro que mi libertad y diversión no podrían durar para siempre, y cuando por medio de unas chicas que a juzgar por qué decía mi teléfono eran mis amigas pronto volvería a la escuela... Supuse que era algún internado en Londres, quizás cerca de mi casa como para poder ir y venir con cierta facilidad, pero distante para necesitar hacer mis maletas para marcharme.

No estaba lista para volver a aquello, no me había tomado unas vacaciones de ser una maga para ir a una escuela al otro lado del mundo en donde ni siquiera traía mis mechones de pelo pintados, así que ahí naturalmente quise recuperar contacto con Carter, incluso probé con el número de Annabeth, una semidiosa griega a la que conocí una vez en un asunto medio raro que involucró mezclas de dioses griegos y egipcios, cocodrilos, y a Setne, un viejo amigo con los típicos planes de destruir el mundo. Nada funcionaba, aunque seguro era más eficiente que Carter, él en lugar de algo tan simple como pedir su móvil dibujó un jeroglífico en la mano de Jackson.

El punto era que nadie respondía, por poder podía ser que ni siquiera estuviéramos en el mismo... ¿Universo? Mamá le contaba cosas de física a Carter antes de ser durmiera, yo era muy pequeña para recordar, pero tenía vestigios de palabras e idas como que podría de haber universos diferentes al nuestro.

Universo diferente o no al final me tocó ir al internado, donde no conocía absolutamente a nadie y muchos eran raritos, como el chico peliverde al lado de un rubio que parecían tan perdidos como yo mirando el camión.

Me tocó sentarme a su lado, callándose de sopetón en cuanto tuvieron compañía, tal vez se incomodaron de que tenían una niña de 14 a su lado cuando ellos aparentaban 16, pero su conversación parecía más interesante que cualquier otra cosa, es decir, estoy casi segura de que hoy la palabra dioses, más de lo que había oído desde que desperté en Londres donde nadie ni siquiera mencionaba al Dios, en singular.

Un mundo sin dioses 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora