Aquella mañana cuando Victoria bajó las escaleras y entró en el comedor para desayunar, escuchó la inconfundible voz de su hija Martina en el salón, rápidamente fue a saludarla pero antes de que intentara abrazar a su hija, hizo un gesto para indicarla que debería esperar unos minutos a que acabara la llamada. Victoria pensó que sería algo importante que requería la completa atención de su hija, probablemente algún tema relacionado con el trabajo. Fue entonces cuando se dirigió nuevamente al comedor donde Lady la esperaba con el desayuno servido sobre la mesa. Victoria se sentó y se puso la servilleta al cuello. Después dio un trago al café y un mordisco a una tostada untada con mermelada de frambuesa, su favorita. En ese momento entró Martina en el comedor y fue a saludar a su madre.
-Hola mamá
-¿Que tal cariño? ¿Con quién hablabas?
- Con Martín. Dice que volverá la semana que viene, pero que podemos contratar a alguien que trabaje especialmente en la piscina ahora que se acerca el verano, porque necesita muchos cuidados y él, dice ya está mayor.
-Mayor dice, yo sí que estoy mayor -dijo Victoria, como acusando el victimismo de su jardinero.
-O sea, que dices que no necesitas asistenta porque te vales por ti misma, pero ahora estás mayor, desde luego mamá no hay quien te entienda.
-Y a quien vamos a contratar para la piscina -dijo Victoria, intentando cambiar de tema.
-Pues pondré un anuncio en el periódico, y esperaremos a que llamen. Después haremos una entrevista a los candidatos, para ver quien se adapta mejor a nuestro perfil.
-Bueno pero entonces, ¿las plantas las sigue cuidando Martín no?
-Que si mamá, que no las va a faltar cuidado alguno a tus plantas.
Martina cogió el abrigo y el bolso que había dejado en el hall y fue a despedirse de su madre.
-Me voy mama, he quedado.
-¿Con quién?¿Ya te has echado novio cariño? -dijo Victoria ilusionada.
-No mama, es alguien del trabajo.
-Ya, bueno. -dijo Victoria, algo decepcionada.
Martina saló de casa de su madre y se montó en un coche que la esperaba en la puerta. Dentro, Victoria termino de desayunar. Esta mañana no tenía nada que hacer, pero al levantarse de la silla, su vista se posó sobre una pequeña llave que había en un mueble del recibidor. La reconoció al instante. Era la llave de su estudio de pintura. Estaba situado en el ático, en una habitación abuhardillada. Ella lo había instalado allí cuando se trasladó a la casa con Bernat. Siempre le había apasionado el arte, por eso, no veía inconveniente en subir un rato y redescubrir su afición, a la que tanto hacía que no dedicaba tiempo. Se acercó a la cómoda, tomó la llave y subió las escaleras. Cuando llegó al último tramo de la segunda planta, apoyó con fuerza su mano en la barandilla de la escalera que daba a parar al ático y empezó a subir. Tomó conciencia de lo sucio y lleno de telarañas que estaba todo, pensó en decirle primero a Lady que lo limpiara. Pero después cayó en la cuenta de que si se lo decía revelaría el único secreto que aún se guardaba para sí. Fue entonces cuando subió los pocos peldaños que le faltaban y abrió la puerta del estudio con la llave. Ante sus ojos aparecieron todas las obras que había pintado cuando era joven, y su mente se llenó de recuerdos. Se quedó paralizada unos segundos, hasta que decidió avanzar unos pasos. Lo primero que hizo fue abrir la pequeña ventana que ofrecía luz a la estancia. El aire que entro hizo levantar todo el polvo acumulado, y con mueca desagradable Victoria tosió varias veces.
En el centro de la habitación se encontraba lo que parecía un caballete cubierto por una lona blanca. Victoria, lo destapó con curiosidad y vio un cuadro sin terminar, que representaba a un hombre de espaldas contemplando el atardecer desde la playa. Victoria pensó que no podía haber olvidado su más importante pasión, el arte. Así que, sin pensárselo dos veces, tomo su paleta y sus pinceles, hecho algo de pintura y se puso a pintar. Pronto se sintió como pez en el agua, se sentía feliz por haber retomado esa afición a la que tantas horas había dedicado en su momento, y que tan de repente, por culpa de la muerte de su marido había dejado de ocupar espacio en su cabeza. Lady pronto la llamó para comer. Pintando, el tiempo se pasaba volando. Salió y cerró con llave. Había redescubierto un mundo que la llenaba de verdad. Pensó en que esa tarde podía ir de compras acompañada de su chofer Antonio para renovar el estudio, comprar material nuevo, pintar las paredes, la puerta, poner cortinas a las ventanas... Sí, definitivamente eso era lo que haría esa tarde.
Desafortunadamente, cuando ya se estaba preparando para salir, tras haber comido una ligera ensalada, sus planes se vieron truncados con la visita de su hija mayor, que vino acompañada de un joven que sería el encargado de la piscina, y estaría bajo el mando de Martín, en cuanto volviese. A Victoria no la pareció mala idea, pero como acostumbraba a hacer, desconfió de aquel chico sin experiencia. Habló con su hija sobe el tema pero Ana la dijo que la decisión ya estaba tomada, y que Artur, que así se llamaba el chico, trabajaría desde ese momento para la casa.
ESTÁS LEYENDO
El chico de la piscina
General FictionEl amor es ciego. No entiende de edades, ni de razas, ni de clases sociales. ¿Esta escrito nuestro destino?¿Sabe alguien, con quien pasaremos el resto de nuestra vida? El amor es incomprensible, y puede que lo encontremos con la persona, en el mom...