Una bienvenida poco agradable

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Un prolongado y molesto ruido levantó a Victoria de la cama. Miró al reloj. Las nueve y cuarto. Ella no solía bajar a desayunar hasta las diez. Sólo por curiosidad se acercó a la ventana de su dormitorio y corrió la cortina. Artur estaba en el jardín pasando la segadora. Martín no estaba. Victoria cogió la bata del vestidor, se la puso, y bajó las escaleras. Salió al jardín y empezó a gritar a Artur para que parara, pero él no la oía. Se acercó al olivo bajo el cual se encontraba el joven. Desconectó bruscamente el cable de la cortacésped y le gritó aún más fuerte.

-¿Es qué no me oyes? ¡Me has despertado! ¿Quién te ha mandado ponerte a cortar el césped a estas horas?

-Eh... Lo siento señora. Martín ha ido un momento al baño y me ha dicho que...

-Me da lo mismo lo que haya hecho o haya dejado de hacer Martín, tu única función aquí es limpiar la piscina, y está aún llena y cubierta de hojas. ¿Y si ahora me apetece darme un baño? ¿Me tengo que meter en ese pozo verde y asqueroso lleno de ranas, hojas y otra clase de suciedades inmundas, y encima llamarlo piscina?

-Por supuesto que no señora, faltaría más.

Lady, y Martín salieron al jardín al oír los gritos.

-¿Qué sucede, señora? -preguntó preocupada Lady.

-Eso, ¿Qué pasa? ¿Me marcho un momento y ya la armas, Artur? -dijo el jardinero medio bromeando.

-Que este insensato se ha puesto a cortar el césped a las nueve de la mañana, dejando la piscina desatendida, eso es lo que pasa. -dijo Victoria justificando su enfado.

-Pero Martín es que tú me has dicho que... -intentó excusarse Artur.

-Nada, que eres un irresponsable. Y ahora dedicaros a hacer otras tareas que no requieran tanto ruido -dijo Victoria, dando por finalizada la discusión.

-La acompaño señora. -dijo Lady intentando ganarse la confianza de Victoria.

-Qué pesada estás con acompañarme a todos lados, que no soy una vieja inútil.

Victoria volvió a subir las escaleras y entró en su dormitorio. Se metió en la cama después de quitarse la bata y dejarla en el perchero. Intento volver a dormirse, pero no pudo. Su mente no estaba en calma. Era ese chico, Artur. Pensó en el porqué de haber bajado las escaleras y haber echado la bronca a ese joven en periodo de prueba, pudiendo haber avisado a Martín desde la cama. Ese chico era especial. Era como si, sin ser consciente, algo en su cerebro hubiese conectado con Artur. Intentando olvidarse del tema, cogió el móvil que algunos meses antes le habían regalado sus amigas, y llamó a su hijo, Adrià, para que viniese y le hiciera compañía.

Adrià llegó a la casa de su madre sobre las dos y media, cuando todo estaba ya listo para comer. Lady, completaba la mesa del comedor con los últimos detalles. Poco después, Adrià y Victoria se sentaron a la mesa.

-¿Qué tal todo por aquí? Hacia bastante que no venía -dijo Adrià mientras se servía una copa de vino.

-Bien, sólo que se me viene un poco la casa encima sin ti o tus hermanas aquí. Me siento sola.

-Bueno pero el servicio permanece en la casa casi las veinticuatro horas, y nosotros venimos bastante a menudo, no sé por qué dices eso. -dijo Adrià.

Unos minutos después apareció por la puerta del comedor Lady, con el segundo plato.

-Bueno hijo y tú, ¿qué tal? -dijo Victoria para cambiar de tema -hace mucho que no me cuentas nada.

-Nada, sin novedades vamos -respondió Adrià.

-Venga hombre, ¿seguro que no tienes una amiguita por ahí?

-Ya sabes que tengo muchas amigas, mamá.

-No si ya, pero no sé, ¿no hay alguna que... sea algo más especial? -dijo Victoria intentando escurrir al máximo a su hijo.

-Bueno... hay una pero... -dijo Adrià, cambiando la expresión de su cara a una algo más seria.

-¿Pero qué? -preguntó entonces Victoria intrigada.

-Mamá, creo que debo contarte algo.

-Ay hijo, me estás empezando a preocupar.

-No, no te preocupes si es algo bueno... o malo, según se mire.

-¿Quieres decirlo ya? -dijo Victoria ya muy alterada.

-Verás, -tragó saliva y continuó- hace dos noches conocí a una chica e una discoteca. Hablamos un rato, me gustaba mucho. Cómo el sentimiento era mutuo, acabamos yendo a un hotel.

Victoria se imaginaba cómo iba a continuar su hijo, pero prefirió no cortarle y dejarle acabar.

-Ya te imaginarás lo que pasó, cosa que no hubiese sido un problema, si no hubiera habido consecuencias... -dijo Adrià dejando en el aire sus últimas palabras.

-¿Cómo consecuencias? -dijo Victoria tras quedar paralizada por unos instantes.

-Mamá, -hizo una pausa y continuó en un tono de voz más bajo- Marta está embarazada.

Se hizo un silencio sepulcral en la habitación, apenas alterado por los ruidos del jardín. Adrià miro un momento al jardín y cruzó una mirada con Artur, que observaba atentamente la escena desde fuera. Después miró a su plato, y tras ver, que su madre no parecía dispuesta a responder, se levantó de su silla y fue directo al vestíbulo. Salió por la puerta principal, y cruzo el jardín. No se olvidó de mirar de reojo y no con muy buena cara Artur. Después se montó en su deportivo camino de casa. Su mente era un cúmulo de inseguridades, y hablar con su madre no había sino conseguido plantearle más dudas.

El chico de la piscinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora