7: La playa y las gaviotas del diablo.

171 15 10
                                    

—¿Crees que es buena idea que llevemos a los niños a la playa? —preguntó inseguro Giyuu, mientras limpiaba el desastre que habían dejado sus dos bebés de un año y su hijo de cuatro años en la sala común de la casa—. No sé, me pone nervioso que algo les pase.

—cielo, es verano —insistió Kyojuro, ayudándole a su esposo con los peluches, bloques de construcción y otras cosas de sus pequeños—. Tus alumnos están de vacaciones y yo puedo pedir unos días en la oficina, además, ya nos viene bien un cambio de ambiente.

—me preocupa que el llanto de los gemelos incomode a alguien si nos quedamos en un hotel.

—¿Quién dijo algo de un hotel? tenía pensado decirle a mis padres que nos prestasen la casa de la playa. Además, los gemelos ya pueden dormir de corrido y no se despiertan llorando cada dos o tres horas como cuando eran recién nacidos —dijo, un poco nostálgico al recordar las noches de insomnio que habían pasado tanto Giyuu, como Ikki (principalmente por metiche y por los ruidos de llanto) y él por cuidar de las necesidades nocturnas doblemente demandantes de Reiko y Fuji.

—no lo sé...

—vamos Yuu —insistió mientras tomaba la pálida mano de su esposo—. Además, cuando Ikki aún era un recién nacido fue con nosotros al monte Fuji.

—te corrijo, fuimos al monte Fuji mientras yo estaba embarazado de Ikki y él termino naciendo ahí —dijo, arrugando la nariz ante el recuerdo de haber tenido que parir en plena montaña con ayuda de un médico que por pura suerte estaba en su grupo de senderismo cuando su niño debió nacer en un cuarto de hospital tranquilo y sin gente chismosa a la que le debía valer verga lo que sucedía.

—bueno, cierto. Pero anda, ¿no te emociona la idea de que tus hijos vean el mar por primera vez? —insistió el rubio mientras ambos guardaban los juguetes en la cesta de juguetes que tenían en la sala común.

La habían puesto ahí para evitar que por estar corriendo por juguetes que estaban en las habitaciones alguno se fuera a caer de las escaleras (en especial Ikki, quien ya podía subir y bajar solito) y eran completamente libres de llevarse los juguetes de la cesta a sus habitaciones o llenarla de los juguetes que tenían en sus piezas.

A decir verdad, Giyuu se quedó un poco pensativo ante la idea. Pues era cierto, ni siquiera Ikki había visto el mar en sus cuatro añitos de vida y le causaba cierta ilusión ver a sus hijos jugando en el agua.

Aún así, no podía evitar sentirse nervioso ante la idea de viajar, no habían vuelto a hacer un viaje desde el nacimiento de Ikki y estaba seguro de que no iba a ser tan fácil como cuando solo eran ellos dos. Además, teniendo en cuenta el gen de caos que tenían sus tres hijos, le ponía los pelos de punta la idea de que pudieran hacer un desastre o peor aún, que se les fueran a perder.

Al final, y después de analizar pros y contras de la idea, terminó por acceder.

A la mañana siguiente, Ikki fue el último en despertarse, y cuando bajó las escaleras agarrado de los soportes del barandal para llegar al comedor se encontró a sus padres intentando darle papilla a sus hermanos, pero en cambio parecía que la licuadora había explotado puesto que ambos se encontraban con papilla hasta en el pelo, el suelo embarrado al igual que la mesa y de los gemelos ni se diga, sus manitas embarradas al igual que sus rostros y de alguna forma Fuji se las había ingeniado para embarrarse papilla en la frente.

Al escuchar los pasitos de su hijo mayor, ambos se giraron.

—buenos días —saludó Giyuu al pequeño.

—hola —respondió Ikki—. ¿Hubo guerra de comida y no invitaron? —preguntó, con solo cuatro años ya hablaba bastante bien y podían entender prácticamente todo lo que decía, con algunas excepciones.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jun 07, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Married Life | | KYOGIYUU FAMILY | |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora