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La paz se había acabado, ya no se encontraba solo en la naturaleza. El pánico se apodero de el, no conocía quien estaba a pocos metros, sentado, tan sereno. No parecía notar la presencia del pelinegro, o eso pensó, tan pronto fijo sus ojos en él, el muchacho también le dirigió la mirada, haciendo contacto con este. Dennis se sobresalto, al ver su rostro, estaban mucho más cerca de lo que pensaba, su inquietud se convirtió en sorpresa, definitivamente no conocía esta persona. El contrario ante situación tan incomoda, —al menos para el protagonista— sonrió con ironía, levantándose del lugar donde estaba. 

Era de estatura promedio; el cabello medianamente largo, con uno que otro menchón decolorado, llevaba consigo el mismo uniforme masculino de la escuela en donde asistía. La suave brisa, acompañaba el ocaso, hicieron que el sonriera nostálgico, dirigiendo asi por fin palabras al pelinegro. 

—Es bueno estar de nuevo en casa.

Palabras simples la del muchacho. Al no recibir respuesta alguna del contrario, prosiguió.

—¿Sabes? Nací en este país, en este pequeño pueblo, pero por razones me tuve que ir. —dijo despreocupado, aún si a quien se lo contaba siquiera sabía su nombre.

Dennis se levantó, queria ver a los ojos al chico, pero no se atrevió, en cierta parte nervioso, aunque tambien era el aura que transmitia el peliteñido; seguridad en su hablar, la confianza con la cual le dio la palabra, además, era un chico muy guapo. Sientiendo el calor de sus mejillas aproximarse, formulo algunas palabras.

—¿Te conozco?

—Tal vez —dijo sin mas—, te me haces conocido.

—¿Quién eres?

—Mañana lo descubrirás —, nos vemos en la escuela.

El de cabello negros ante la respuesta no parecía satisfecho y, aunque quisiera hacerle un interrogatorio al recién llegado, este ya se estaba marchando del estanque, dejándolo solo, inmerso en su pensamiento. Nuevamente, decidió dejar eso de lado, tomo sus cosas y caminó rumbo a su hogar.

Al llegar, se adentro, descubriendo a su vez que estaba completamente sola, como siempre, ya ni debía sorprenderse. Miró el reloj de manecillas que yacía en la entrada, era algo tarde, a comparación de otras veces se había tardado mucho más.

Dejo rápidamente la mochila en la habitación para ir a la cocina, tenía hambre, ahora que lo pensaba, no había desayunado. Ilusionado, abrió el refrigerador encontrándose solamente con comida medianamente tapada, no sabía cuánto tiempo llevaba ahí, pero no lo pensó demasiado, metió el embase al microondas. En eso, el teléfono de la casa sonó, sin tardar demasiado contestó, era su madre, a lo mejor con una nueva excusa.

"Ah, cariño, ¿cómo te fue hoy? Lamento haberte lanzado agua en la mañana, sabes cómo soy cuando me enojo."

Ligeras risas se escuchaban a través del móvil.

"También, no te molestes en hacer la cena para mí, llegaré tarde otra vez. A lo mejor este por la casa en horas de la madrugada, así que tampoco hace falta que me esperes. Te veo mañana, te amo."

La llamada se cortó, otra vez, el silencio reino el pasillo.

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La rutina era la misma para este nuevo día; despertar, alistarse para ir a la escuela, estudiar y volver a casa, una que otra vez hay variaciones, pero aún con esos pequeños casos, su vida seguía siendo la misma.

Nuestro protagonista esperaba pacientemente a su amigo, mientras lo hacía, notaba un aura extraña y no en el mal sentido, solo que era fuera de lo común para él. Pensó en lo que dijo aquel joven, si realmente lo que había dicho era cierto, con la certidumbre no notó la presencia del castaño a sus espaldas, quien no desaprovechó ningún segundo para sacarlo de la forma más brusca de los pensamientos.

—¿En quién andas pensando? —sonrió, como si de una travesura se tratara.

—No, no es nada —nervioso intentó recuperarse del pequeño susto que le dió el contrario.

—¿Por qué no me lo comentas? Sabes que puedes contar conmigo —el tono de la nada cambio a uno más preocupado de parte de Umi

—No sé que estés pensando, pero realmente no es nada. Vamos, no podemos retrasarnos.

Finalizó el muchacho, dirigiéndose al edificio, Umi sonrió con ironía, siguiéndole el paso a su amigo.

Una vez dentro de la instalación, Dennis confirmo su sospecha, las chicas estaban hablando demasiado entre ellas, según él, cuando eso pasa es que hay algún buen chisme en el aire, llevándolo al principio. Las sospechas del pelinegro se fueron cuando por fin lo vio llegar. Tanto los chicos y chicas del lugar le dieron el visto bueno, era rarísimo el hecho de que una nueva cara se presentara.

El pelinegro lo miro de reojo, no quería que pillara mirándole. Estaba algo diferente del día anterior, ahora su cabello completamente castaño, vistiendo el uniforme completo de la institución. Obviamente el extraño notó la mirada del pelinegro, sonrió y lo miro directamente, cruzando así miradas por un corto tiempo.

—¿Eh? ¿Quién era ese? —pregunto atontado.

—Será mejor que no pienses más en eso, no tiene mayor importancia —dijo en un intento de que Umi no le sacara más el tema.

—Bueno, pero no te parece... ¿Raro?.

—Raro es que estés tan interesado en el tema.

Su amigo castaño, sabía que el pelinegro ocultaba algo, sin embargo; no tenía forma de saber exactamente qué era, así que simplemente le siguió el paso, hasta su salón de clases, en donde se volvieron a encontrar con el muchacho extraño de hacia unos minutos atrás. Yacía sentado en uno de los puestos, mientras que sus otros compañeros los rodean, escuchando una que otra pregunta dirigida al castaño.

"¿Hoy no será una mañana tranquila verdad?" Pensó el pelinegro, ya agotado del tema.

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997 palabras

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⏰ Última actualización: Nov 28, 2021 ⏰

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