LOS AMANTES RECURRENTES

Capítulo 7

La primera vez que Candy conoció a Archie, fue debido a un accidental desplome que ella misma ocasionó en el portal de agua en casa de los Ardlay, provocado por su gran curiosidad. Archie, dentro de un bote sin remos, giraba sin parar dentro de aquella catástrofe, siendo ella la única que lo podía rescatar en aquellos momentos.
Ahora, ella se preguntaba sí realmente lo había ayudado a salir de aquel caudaloso río o aún él seguía girando en medio de dichas olas.

Lo sentimientos de Archie eran la caja de Pandora que Candy se negaba abrir. Cuando eran más jóvenes ella tomaba sus galanteos como un inocente juego, siempre popular por su perspicaz astucia en el arte de conquistar mujeres, ese comportamiento estimulante y excitante en su personalidad que también la hizo sentirse atraída la primera vez que habló con él.
Ante los ojos de sus admiradoras era el inalcanzable casanova, sin embargo, contrario a las populares opiniones, él se percibía como el paladín que genuinamente se preocupaba por el bienestar de su incondicional Gatita.
Archie guardó silencio durante muchos años debido a todos los obstáculos que le impedían el siquiera imaginar un futuro a su lado, pero esa historia había terminado. Él no podía seguir amándola solo en la obscuridad.

—Te amo Candy, te amo. —reiteró, descansando su cara entre los pechos sudorosos de su amada.

Aquellas palabras retumbaron en todo su ser, haciéndola interrumpir los movimientos de su cadera, separándose ligeramente de él, por lo que acababa de escuchar.
Él abrió sus ojos lenta y satisfactoriamente con serenidad en su rostro después de haberse confesado, muy distinta a la mirada asustada y temblorosa de la joven que aún sostenía entre sus brazos. Sin presionarla tomó con dulzura su rostro.

—No tienes que decir nada. Ya no podía seguir mintiéndome, o a ti.

La caja se había abierto y no podría volver a cerrarse, con ello escaparían sus miedos e inseguridades del pasado que aprisionaban sus anhelos, quería estar lista para él y tal vez fue el mismo coraje de la fuerte convicción de Archie lo que la hizo sentir pequeña.
Lo abrazó contra su pecho como intercambio de una respuesta. Queriendo traspasar su alma besó su frente en un largo y dulce beso como la benevolente ninfa que había sido todo ese tiempo.

—Yo... vuelo en un minuto —dijo Candy, con dificultad al pronunciar sus palabras, enredándose en la sábana para levantarse de la cama e ir al tocador.

Archie fue astuto en sus palabras, lejos de arrepentirse confiaba que harían eco en ella, para bien o para mal. Ella, era el último obstáculo.

Desde el otro extremo de la cama se acercó a la cómoda a su derecha para tomar un pañuelo y limpiar de su cuerpo lo que quedaba del resto de aquella noche. Poco le importó su aseo personal, cuando un rostro familiar lo miraba desde el interior del cajón entreabierto del buró. Era el retrato de Anthony, el cual Candy le había mencionado seguía sin reparar. Absorto en la curiosidad abrió por completo el cajón, dónde también encontró el retrato de su hermano, ambos en perfecto estado. Extrañado, tomó ambos cuadros entre sus manos y de entre ellos vio caer un sobre en el suelo. En el reverso leyó la inscripción por parte del remitente,  "E.B.". Él, ya conocía bien aquellas siglas, que de fondo eran adornadas por un sello postal proveniente de la ciudad de Nueva York.

La mente de Archie comenzó a divagar a terrenos obscuros, preso de sus celos quería inspeccionar el contenido de esa carta, leer cada palabra del misterio que Candy le había ocultado, encontró la chispa que necesitaba para encender el fuego que había evitado explorar. De inmediato notó un singular pase que sobresalía del sobre; era la confirmación a la sospecha que él más temía, un boleto para la nueva y aclamada obra de Hamlet por parte de la compañía Stratford, que se encontraba de gira y la cual se presentaría en Chicago esa misma noche.
Para él, no era una simple entrada a un espectáculo, era la posible entrada para que ese hombre regresara a la vida de la mujer que amaba.