La huída

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El piso, lo primero que salta a la vista, no sé si existirán esclavos en este reino de fantasía pero quien sea que limpia estos pisos necesita una aumento, tiene diseño de tablero de ajedrez y brilla tanto que parece un espejo, lo siguiente que veo son columnas de mármol gigantes, los detalles tallados tienen en cada junta una piedra preciosa, la habitación completa se ve tan vacía a pesar de no estarlo, nuestros pasos tienen un eco que me pone nerviosa, hay personas al costado del trono que no me atrevo a mirar, ellos parecen dialogar animadamente. Entonces escucho una voz, es como un deja vú, esa voz, la voz de mis pesadillas, automáticamente mi cuerpo se frena, mis pies se rehúsan a seguir caminando hacia ese sonido tan terroríficamente hipnotizante. Mi cerebro sale de su shock cuando ella me tira del brazo y desconcertada frunce el ceño hacia mi, no sé de donde saqué fuerzas, pero me doy la media vuelta y corro hacia las escaleras de la segunda planta.

Al parecer en este mundo soy mucho más hábil y lo agradezco, en la segunda planta hay tantas habitaciones, todas con las puertas cerradas, si me arriesgo a intentar abrir una de ellas perdería valioso tiempo, levanto la vista y veo al final del pasillo otra escalera, más angosta y al parecer sube en espiral. La escalera parece la mejor opción, al llegar al tercer piso me doy cuenta de mi error: hay solo dos habitaciones de puertas gigantes, parecen pesadas y se me acabaron las escaleras.

Escucho metal chocando y un grito:

- ¡ELLA SUBIÓ A LOS APOSENTOS DE REY!

No puede ser, estoy jodida, hasta aquí llegué. De tin marin de do pingue, cucara, macara, títere fue, yo no fui, fue teté, pégale, pégale que ella fue.

Corro a la última puerta y la empujo, para mi sorpresa se abre relativamente fácil, paso de largo y beso el piso de manera no muy elegante, es suavecito, alfombra burdeo, levanto mi cabeza, luego el resto de mi humanidad, voy lo más rápido que puedo a la ventana, para mi agradable sorpresa hay un balcón, TAM TAM TAM, MIERDA están en el cuarto de al lado, decido comenzar con mi torpe descenso desde el balcón al piso.

Me agarro al piso del bendito balcón, el resto de mi cuerpo cuelga lánguido , los escucho entrar al lugar, tengo tanto miedo, por favor que no encuentren el balcón, escucho pasos, son botas pero parece que intentan ser silenciosas, ¿alcanza a ver mi cuerpo?, pego mis piernas a mi pecho y suplico por no ser vista.

-No hay nadie aquí, debió subir al cuarto piso.

¿Había un cuarto piso?

- Sé que está ahí, salte al balcón de abajo, doble a la izquierda y espéreme en las cocinas, no me responda, solo vaya por favor.

¿Quién es? ¿Por qué quiere que vaya a las cocinas? ¿Será una trampa? y más importante aún ¿CUÁL BALCÓN DE ABAJO?

Mi instinto me dice que no confíe en los extraños, pero por otro lado mi contradictorio instinto también dice que esta persona no es un extraño.

Agarro lo que me queda de valentía y lo ocupo para soltarme de lo único que me ataba al tercer piso y quizá a la vida. Sorprendentemente el extraño decía la verdad, había un otro balcón aquí, mi tobillo que se estrelló contra el lo confirma, reprimo un grito de dolor y recojo imaginariamente mi dignidad.

Me agazapo tras las cortinas, confirmo que no hay nadie en la habitación y que la puerta está cerrada, salgo de mi "escondite", me asomo por la puerta entreabierta, parece que aún siguen buscándome en el cuarto piso, miro a mi izquierda pero no hay ninguna cocina, me atrevo a llegar al final del pasillo con el corazón en la boca, resulta que habían más escaleras que bajaban, solo había atinado a subir, no vi que también había una bajada, esta vez dejé que mi olfato tomara el mando, las cocinas estaban allí, olía a pie de frambuesas, con azúcar flor espolvoreada. Emprendí mi descenso asustada pero casi me dio un ataque cuando vi a un mozo que venía en dirección contraria a mi:

-Buenos días.

Ay mamá.

-Buenos días.- le respondí.

Que miedo, aunque no pareció sorprenderse de mi presencia ahí.

Llegué a las cocinas y pareciese que encontré el paraíso, olores deliciosos, bullicio y actividad por todas partes, nadie me prestó atención , lo agradezco siempre, especialmente en una situación como esta.

¡CRASH!

Me giro en dirección al sonido y me encuentro con la mirada de una de las cocineras, quien quebró un plato y quien me mira como si hubiese visto un fantasma, parece que quiere caminar hacia mi pero una de las otras cocineras la retiene por el brazo y señala el plato en el suelo.

Algo de la situación no me gusta así que camino discretamente entre las personas, llego a uno de los rincones más alejados de la entrada y me quedo allí, espero que el misterioso chico aparezca luego porque no pasará mucho tiempo antes de que se den cuenta que no debería estar ahí.

Pasan las horas y el desgraciado que me dijo que lo esperara en las cocinas no aparece, tengo sed, sueño, frío y muchísima hambre, al menos ya se me pasó el miedo, podría poner un campamento aquí y nadie se daría cuenta, nadie repara en mi presencia a pesar de que llevo horas en el mismo rincón sentada.

Lo que salgaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora