Prólogo

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Esta profunda realidad...

Estábamos en ese parque cerca de su piso, en un banco, por la noche... La tibia luz de la Luna nos iluminaba un poco, las farolas parpadeaban y el banco crujía.

Mis dedos entrelazaban los suyos con firmeza, podía sentir los latidos de su corazón en la palma de la mano. Suspiré y observé sus ojos con detenimiento.

—¿Sabías que te quiero muchísimo? —Le pregunté, mirándole con la más sinceridad posible. Esperando su respuesta, temblorosa del frío, me abrazó cálidamente. Y asintió.

—Por supuesto pequeña, pero te quiero más que tú a mí.- Sonrió.

—¡Sabes que no es así!— Contesté, y me puse encima suyo, volviéndole a abrazar. Me empezó a dar caricias en el pelo, pequeños círculos suaves y cuidadosos. Notaba sus ojos mirándome con mucha atención.

—Qué bien que acepten lo nuestro, ¿No crees?

—¿Cómo? —Le pregunté, confusa.

Y de repente, la escena se desvaneció por completo, se volvió todo negro y como si alguien hubiese chasqueado los dedos, abrí los ojos de golpe.

—¡Joder! —Susurré. Miré la hora, eran las tres de la mañana. Me levanté suavemente y fui a la ventana, observé la calle desierta que se encontraba alrededor de mi piso de menos de 60 metros cuadrados, y estiré los brazos. Me senté a la cama, apoyé mi cabeza contra la pared y empecé a pensar...

Ojalá no hubiese pasado nada de lo que pasó, no sabía si arrepentirme sobre haberme enamorado de él o arrepentirme de mi descuido que hizo cambiar la situación completamente.

Seguía pillada, eso estaba claro.

Noté como mis mejillas se enrojecieron y mis ojos se humedecieron. Una pequeña lágrima cayó y de nuevo, como todos los días, me sentí vacía y sola.

"¿Por qué me tiene que pasar esto? Es que no lo entiendo..." —Pensé...



...Maldita realidad.

Nuestra Propia RealidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora