Capítulo 2

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Pocos días después, año 2017.

Ahí es cuando te das cuenta de cómo las cosas cambian...

Unos días después de aquel de Verano donde los conocí, fui por primera vez a casa de Adara. Y bueno, para empezar la situación era diferente, pues el comportamiento entre mi padre y ella era muy sospechoso. Nosotros tres (Alex, Paul y yo) nos temíamos algo que, aunque fuera esa la cruda realidad, veíamos con grandeza y no podíamos negar... 

Hablando de su piso donde vivían, honestamente era bastante grande, no como el piso que yo viviría unos años después con mi madre, aunque eso es otro tema. Tenían dos gatas, una siamesa y una parda, aunque la siamesa parecía enferma. También tenían una pecera, con distintos peces, que los cambiaban bastante a menudo. Un largo pasillo separaba las habitaciones del comedor y la cocina. Las habitaciones que tenían los niños eran muy coloridas, enmedio de ellas se situaban en letras pintadas con sus nombres en la pared. Disponían de un escritorio bastante grande que ocupaba parte de la habitación. Aparte de eso, tenían un cuarto de invitados, donde pronto dormiría yo y que en esos tiempos me metían miedo sobre él -Y realmente daba-.

Un día que nos encontrábamos en la casa de la madre, decidimos marcharnos más pronto porque íbamos a comprar. Vi como mi padre abrió la puerta de la respectiva casa, se giró para ver fijamente a Adara y sonrió, ella se acercó y le depositó un beso suave en los labios. Los niños y yo, uno a cada lado de la pareja, nos quedamos cuadrados. Nos miramos entre nosotros, con los ojos muy abiertos, y nos pusimos a sonreír con disimulo. ¿Qué coño acababa de pasar? 

Un mes después o así, empezamos a quedarnos a dormir ahí, él con quien empezó a ser su pareja y yo en... sí, la cambra secreta misteriosa y asquerosa de invitados. Pero no sola, no, la madre obligó a uno de ellos que durmiera conmigo cada vez que me quedaba ahí.

El primer día que me quedé a dormir ahí, fue con Alex, quien le resultaba extremadamente molesto el hecho de estar ahí conmigo -y yo no me cortaba eh- a mí también me molestaba evidentemente.

—¿Por qué querrán que tengáis que dormir conmigo cada vez que vengo aquí? —Repetí ya por cuarta vez susurrando, mientras le daba la espalda a Alex, rodeada de la oscuridad que nos inundaba a ambos.

—La verdad no lo sé. A ver, es cierto que da miedo este sitio, pero no es para tanto... —Me respondió con frialdad, cosa que ya me empezaba a acostumbrar. Su frialdad hacia mí, al igual que yo la tenía con él. Nos tratábamos con respeto, pero de la manera en la que iban las cosas detestábamos la idea de considerarnos como hermanos, ni siquiera hermanastros.

Mientras yo estaba mirando hacia la nada, una ténue luz blanca y molesta salió de la pequeña ventana que se encontraba en mi izquierda, la persiana no servía para nada. Me giré para mirarlo buscando explicaciones de esa molesta luz, que gracias a ella vi que tenía los ojos cerrados, aunque sintió mi fija observación hacia él y los abrió de golpe.— Son los vecinos, hay un par de abuelos ahí y siempre se levantan a tomar leche o algo... O eso dijo mi madre, no me acuerdo. Por cierto, no me mires mientras trato de dormir, das miedo. —Concluyó, se giró de espaldas a mí y hizo un fuerte suspiro.

Los primeros días eran súper incómodos, aunque después me empezaron a gustar algunas noches donde hablábamos de temas diversos, incluso trascendentales. Con Paul también teníamos charlas, aunque era muy contradictorio porque él decía de quedarse toda la noche despierto y era el primero en caer y pedir de todas las formas posibles que si podía dormir, a veces yo me limitaba a asentir y callar, otras me quejaba.

Los consiguientes meses fueron muy parecidos. Aunque mi preocupación aumentó por otro lado... Mis papás estaban separados, y tenía que vivir una semana en casa de cada uno. Para mi suerte, ambos vivían en la misma ciudad, aunque, estaba empezando a pensar en que mi madre, Anne, quería mudarse de ahí, sobretodo cuando me presentó a su nuevo novio y dijo que vivía en otro lado.

Mi inocencia podía con la ansiedad, pero muy en el fondo sabía que lo iba a pasar mal.

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