Un año después...Estaba saliendo de mi escuela con Nathalie, una de mis mejores amigas. Me estaba explicando que le gustaba un niño de clase, pero que sabía que él no le correspondería y eso la estaba haciendo volverse loca.
En un año cambió tan drásticamente... que ya se preocupaba por chicos. Yo también crecí mucho en ese tema, pero nunca me había interesado nada de los chicos. Aunque, suena muy oportuno que Nathalie me estuviera hablando sobre eso si realmente era la más inocente de nuestro grupillo de amigas.Levanté la mirada en busca de mi madre, que la encontré esperándome un poco más alejada de los demás padres. Siempre había sido un poco antisocial.
—¡Bueno Jane! —Concluyó Nat— Mañana te explico más sobre este tema, espero me haga caso. Tienes ahí a tu madre, ¡Adiós!— Se despidió con la mano, yo asentí y me acerqué a mi mamá, con pesadez en las piernas del cansancio.
—¿Qué, Jane? ¿Todo bien el día de hoy?—Sonrió, y me besó la frente dulcemente.
—Si, bueno, Nathalie está bastante pesada con Thomas.- Suspiré.
—Está bien. —Y frunció el ceño levemente. —Escucha, tengo que contarte algo, antes de que sea muy tarde.
—Dime. —Le dije, caminando a su lado para irnos a casa.
—Lo hemos estado hablando Erick y yo, y creemos que estará muy bien mudarnos ahí donde vive el año que viene, y tendrás que venir con nosotros. —Toda la poca energía que aún tenía guardada en mi cuerpo cayó hasta los pies, empecé a temblar. ¿Mudarnos? ¿Y mis amigas? ¿Y qué pasaría con mi padre? Le pregunté lo último. —Tu padre se quedará aquí, no te preocupes, podrás ir a visitarlo los findes.
—¿Pero por qué tenemos que ir ahí? No quiero dejar a mis amigas tampoco.
—Porque yo también quiero vivir con él, y quiero que vengas con nosotros. —Y así acabó la pequeña discusión, no quise decirle nada más.
Una vez abrió la puerta de casa, me encontré con el chico en cuestión sentado en el sofá, mirando el móvil atentamente. Levantó la vista en cuánto se dio cuenta y me sonrió. Sus ojos marrones-verdosos me miraron fijamente y me tendió su mano para que se la chocara. Lo pensé pero finalmente le choqué. Me fijé que en la mesa había un paquete de tabaco, y puse una mueca de disgusto.
—¿Cómo va, Jane?— Me preguntó, dejando el móvil junto el paquete amarillo de tabaco.
—Bien, mamá me contó todo. —Dije, algo fría. Ella le estaba mirando como si yo no estuviera, y le hizo una cara extraña para que pusiera atención en algo o pensara en algo.
—¿Si?
Y ambos fueron a su habitación sin decir nada más directamente y cerraron la puerta. Yo ya sabía qué era lo que tanto hacían, pero decidí no darle mucha importancia, aunque en muy en el fondo me molestaba profundamente.
Me acerqué a mi gato Mitsu, era casualidad que también era siamés como el de la novia de mi padre. Acto seguido, después de unas caricias al minino, caminé hasta mi habitación y me dejé caer en la cama. Miré el techo amarillo, nunca supe porqué estaba así pintado, nunca me gustó.
Y de repente, como si de humo se tratara, aparecieron miles de preguntas que me atormentaron la cabeza poco a poco, dejándome dormida finalmente.
Una semana después...
—Vale, ¿Entonces dejamos esta escena para que mates a Alex? —Pregunté, mirando con ojos curiosos a los dos chicos que tenía delante, mientras observaban la habitación de nuestros padres, detrás mío.
—Me parece bien, pero entonces, tendrás que grabar tú. —Afirmó Alex, tendiéndome su móvil.
Siempre que podíamos y nos dejaban, cogíamos nuestros móviles y dejábamos desatar nuestra imaginación para crear películas de miedo en su propia casa. Normalmente nunca las terminábamos porque o Alex se cansaba de Paul, o Paul se cansaba de no tener lo que quería; su papel de malo.
—Muy bien. Voy a coger el palo de andar ese... —Paul sacó el palo de su madre -donde lo usaba para andar por la montaña- del despacho. Vi como Alex miró fijamente la estantería donde habían muchísimos libros de ahí, y sonrió con picardía.
—¿Qué pasa?- Pregunté confundida.
—Nada que aún tengas que saber.
—De acuerdo pues... ¿empezamos a grabar?
No tardaron ni 35 segundos en que una escena que debería de ser de miedo, se apiadó de mi risa a voz baja mientras un montón de puñetazos se encontraban enmedio de la cama inmensa de Adara.
—¿Pero qué...? —Empecé a decir, se desató un buen caos.
—Niños, ¡parad! —Gritaba la madre desde el otro lado del piso, en el comedor. —Como vengan los vecinos os enteraréis.-Siguió.
A lo que hicimos caso omiso.
Realmente me lo pasaba bien con esos niños. Mientras los veía pegándose pensé en como realmente los echaría de menos.
ESTÁS LEYENDO
Nuestra Propia Realidad
RomanceComo todo el mundo ha podido experimentar muchas veces en su vida, a veces las cosas no salen como queremos... Por lo que quiero decir que la grandeza de posibilidades que pueden aparecerte durante la vida que sean realmente buenas... son muy escas...