Me cuesta habituar la velocidad de mi letra a la vorágine de hoy, diferente a ya dos inviernos atrás cuando los días eran libres y se extendían en una suerte de 48 horas diarias,
las noches y madrugadas eran infinitas y el día
algunos reflejos crepusculares del atardecer.
Todo acontece y transforma con giros y vueltas,
acumulando emociones y reflexiones que intento sortear entre violentas olas frontales
en directo camino al lecho mismo de la vida,
porque cada vez me acerco y a la vez cada vez me alejo.
Soy una suerte de interfaz o zona entre lo que fue y lo que será,
existencia intermedia entre lo que fue y lo que quiero que sea.Esas tardes infinitas donde tu pequeña humanidad abrigaba con ternura mi gélida y atribulada existencia. Esa pequeña mano, aunque frágil y diminuta, como jamás nunca la volverá a tener, es poseedora de la más infinita fuerza.
Me niego a soltar esos días,
la posibilidad latente está,
en cada mañana, en ese breve instante existente entre la conciencia de estar despierto y la alarma. En ese breve instante a diario existe la pregunta si volver a aquellos días de pausa, donde solamente vivía y respiraba por mí y para mí. Soy y seré un puente que se extiende negándose a soltar, tal vez, por miedo, placer o costumbre, pero el antojo de cada mañana, justo antes de la alarma es esa, si levantarme y cumplir con lo que debo hacer o rendirme al exquisitez de sentirme cayendo y recorrer con libertad la orilla calma de mi introspección donde las horas eran días, y los días eran años.
Me extraño...
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15 de mayo de 2018
RandomEn coincidencias en algún lapsus vivo, es ahí donde existo. Desde acá nada importa solo algunos miedos junto a mi vuelan, pero rápidamente mueren por la ráfaga de viento que alimenta estas alas prestadas. En ocasiones bajo, por cierto que bajo, pe...