6. "Poe Verne, a su servicio"

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Miraba el techo de mi habitación, sentía que al aire le costaba llegar a mis pulmones. Mis manos reposaban sobre mi estómago, tratando de no clavar mis uñas sobre la piel desnuda de mi estómago. El frío inundaba mi cuerpo, mi cuarto se encontraba como a 10 grados y yo me encontraba en shorts de pijama y un crop top.

Las lágrimas empezaron a acumularse en mis ojos. No era lágrimas de dolor, como solían ser siempre, sino de impotencia.

Me arrepiento de haber sido tan impulsiva como para meterme en un mundo del que apenas conozco su existencia. Fui tan estúpida que creo que debería salir en esos videos de gente estúpida captada en cámara. Aunque, creo que si pudiera retroceder en el tiempo, haría lo mismo.

No estoy haciendo esto por puro morbo, sino para apoyar a la chica que ahora es mi familia, es por un bien mayor. No quiero que sienta que está sola en esto, yo estuve sola por mucho tiempo y no era para nada bonito. Este escenario es mucho peor, por ende, el sentimiento también.

Pero ella no es tan débil como tú.

Esa fue la gota que derramó el vaso. Lo último que necesitaba para explotar era que mi propia consciencia me llamara débil. Lo último que necesitaba era que mi estúpida consciencia tuviera la puta razón.

Me levanté de la cama, decidida a echar todo por la borda. Me moví a mi armario y tomé un abrigo, me lo puse y empecé mi búsqueda. Me moví en dirección al baño, una vez dentro me hinqué delante del lavadero y abrí las puertas del gabinete debajo de este. Busqué un poco hasta que al fin encontré mi tesoro escondido. Cerré las puertas y salí del baño con la pequeña caja en mis manos heladas, tomé mi teléfono celular y me movilizo con un nuevo destino en mente.

Salí de mi habitación con el mayor silencio posible, bajé a la planta baja y me dirigí a la puerta principal, abriéndola y saliendo de casa. El viento helado golpeó mis piernas desnudas, sentí como mi piel se erizaba enseguida, con eso, me moví rápidamente a la parte trasera de la casa. Cuando llegué, vi la gran escalera que se apoyaba en la pared externa de la vivienda, la manera en que estaba colocada daba directamente al techo de casa, la escalera estaba allí con el propósito de poder subir a reparar la antena, que fallaba cada cierto tiempo, no para servir en mis momentos de huida del mundo.

Subí la escalera con habilidad, recuerdo que hace un tiempo solía subir al techo a platicar con Eris, claro, cuando todo estaba bien y no sabíamos del mundo de asesinos que convive con nosotros.

Cuando llego arriba, suspiro, me muevo alrededor del techo, buscando un buen lugar para sentarme. Cuando lo encuentro, tomo asiento. Me ubico al borde, mis pies colgando en la nada, le daba frente a la casa de Los Miley, los vecinos de al lado, la cajita descansaba a mi lado, esperando ser abierta por mí.

Suspiro por última vez, tomo la caja y la coloco sobre mi regazo, abriéndola. Cuando veo su contenido no lo pienso dos veces, tomo uno de esos malditos cigarrillo de tabaco de los que soy esclava, agarro el encendedor y lo acerco al cigarro que tengo entre mis dedos, lo prendo y cierro los ojos, siento una ráfaga de viento golpear mi rostro, llevo mi mano a mi boca y con eso el cigarro. Presiono el pequeño cigarrillo contra mis labios e inhalo su venenoso y adictivo humo, sintiendo como mis pulmones se llenan del cancerígeno tabaco.

Despego el cigarrillo de mis labios, retengo el humo y finalmente lo boto lentamente por un lado de mis labios, haciendo aún más largo el proceso de exhalación.

Tiro mi cabeza hacia atrás, negando ante mis acciones pero sin arrepentirme. Tomo otra calada y otra y otra. Había echado otra cosa más a perder, había vuelto a fumar. Llevaba casi un año sin continuar con este maligno hábito, pero había vuelto con todo.

InverosímilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora