—Probablemente esto cuente como abuso sexual a un menor... Será un infierno para ti si extiendo esto alrededor, ¿Cierto? Además, esto es peor que un simple beso.
Sunghoon lo miró, incapaz de mover un solo músculo.
—Estas amenazandome de nuevo.
La sonrisa del chico se hizo más grande.
—Lo hago —Se dejó caer a un costado de el, aún sonriéndole—. ¿Que harás al respecto?
A pesar de que había decidido usar un poco la fuerza para alentarlo a tomar una decisión que lo beneficiara, Sunghoon había dejado que se quedara a vivir en su casa.
Había pasado tres semanas, desde que había empezado a vivir con ese viejo policía. A veces, Sunoo se levantaba en la madrugada solo para asegurarse de saber que no estaba soñando, porque había comenzado a tener una vida completamente tranquila, no tenía que preocuparse por lo que tendría que comer al día siguiente, o de pagar todos los gastos de su hogar.
Gradualmente, había empezado a depender de Sunghoon.
✘ ✘ ✘
Las situaciones extraña cotidianas se había vuelto una costumbre para ambos.
El morocho soltó un suspiro resignado cuando entró a su hogar después de un día pesado de trabajo, se quitó sus zapatos, soltando un gruñido de placer al instante. Escucho las pisadas de Kim correr desde el pasillo del fondo.
—¡Bienvenido a casa! —El sonrió al escuchar su suave voz, pero su sonrisa se esfumó al levantar la mirada, el rubio estaba usando una camisa de él, eso le hizo confirmar que no podía dejarlo solo un par de horas.
En realidad, Sunoo había pasado unos largos minutos olfateando las prendas de ropa que se encontraban a su disposición del azabache, no sabía porque lo hacía, tal vez su olor era tan bueno que le hacía querer inhalar más. A causa del tipo de persona que era, no podía parar de tenerle cariño, siempre había sido agradable con él, realmente era agradable.
Siempre que veía la oscuridad era capaz de recordar su calidez.
—¿Que pasa con esa ropa...?
Él colocó una mano en su cintura, haciendo una pose linda.
—¿Acaso no luzco como una esposa joven y bella? —Abultó sus labios, conteniendo su risa. Estaba parado frente a él, intentando robar su corazón—. Por cierto, no estoy usando bragas.
Él le dio una mirada de arriba a abajo, sus cejas se fruncieron. Era cierto que era linda, pero la contaste idea de la brecha de edad hacía que solo pudiera verlo como un niño travieso.
El menor pensó que le quedaría una caricia en el pelo, pero Sunghoon lo golpeó en la cabeza con el puño cerrado. Él subió su mano disponible a su cabeza, empezando a masajear la zona.
—¡Vete a cambiar ahora mismo!
Rodó los ojos.
—¿Soy demasiado apetitoso para ti?
—¡De ninguna maldita manera!
Con la dura voz de Park detrás de él, Sunoo se dio la vueltas para cambiarse. ¿Que le pasaba a ese viejo? Chasqueó la lengua, la edad lo estaba volviendo más aburrido. Era molesto.
Al menos había dejado de venderse.
Cruzó sus brazos entre sí para quitarse la camisa, lastima, de verdad le lucia lindo, tenía preparado para él una bievenida especial y el idiota le gritaba. Cambiándose como casualmente solía estar en casa, que consistía en un pantalón de chándal, y una camisa de manga larga negra.
Se dirigió a la cocina, quitando los molestos mechones de cabello que cubrían su frente, su estómago rugía de hambre, estaba seguro que la comida que había él mismo preparado era deliciosa.
Pateo la silla y se sentó de golpe.
—Viejo —Observo como el hombre había comenzado a comer su cena sin él, eso le cabreo un poco, parecía como si él no importara, ¡Él debía ser lo más importante!—. ¿Cuando tendremos nuestra primera noche?
Levantó la mirada de su plato, tenía los ojos en blanco.
—No habrá ninguna primera noche.
El chico se metió una cucharada de arroz a la boca, sin dejarlo de mirarlo. Sunoo profirió una sonrisa silenciosa, casi para él mismo. Lamió la cuchara.
—¿Por qué no comparto los gastos también?
—¿De que...?
—Los gastos de la casa —El sostuvo la mirada del morocho—. Pero no tengo trabajo, ¿Por qué no tengo sexo contigo una vez a la semana?
Sunghoon le miró un momento, deteniéndose de lo que estaba haciendo, pero solo le bastaron unos segundos para que volviera a su respectivo labor, el sonido de los cubiertos se volvió más fuerte.
—Nunca aceptaría ese tipo de pago.
Kim tardó unos segundos en encontrar su voz.
—¿Eh? ¿Cuando cuesta todo esto? —Observo con detalle todo lo que se encontraba a su alrededor, las cosas que ese hombre le estaba dando, solo en pensar lo que había gastado en él le hizo sentirse miserable, se suponía que no debía ser una carga para nadie—. Ahora que estamos viviendo juntos, debe ser más caro, ¿No?
Su burbuja de pensamientos autodestructivos se rompió al escuchar la voz del joven policía.
—¡Nosotros no estamos viviendo juntos!
—¿No? —Giró la cabeza a un costado, como un búho.
—¡No! —Suspiró con cansancio, peinando sus cabellos—. Te estas quedando conmigo porque yo ahora soy tu guardián, ¡Si usas tu cuerpo para pagarme seguirás prostituyendote! Yo pagaré todos los gastos que necesites, ¡Idiota! —Desvió la mirada de él—. ¿Acaso estas tratando de convertirme en un agresor sexual...?
—¿Eh? Pero ya eres un agresor sexual.
Eso había sido un golpe directo. Park soltó un gruñido de molestia. Sunoo estaba tan feliz que comenzaba a pensar en cosas raras. Había una palabra que se negaba a reconocer. Una palabra que siempre había repudiado. ¿Por qué tenía que estar pasándole eso a él? El destino quería ponérsela difícil. Quería que además de todo el dolor del pasado que cargaba sobre sus hombros, estuviera interesado en un hombre que le sacaba bastante diferencia de edad.
Dejó que sus palmas se reposaran sobre la mesa, inclinando su cuerpo hacia el hombre que le estaba haciendo sentir patético, acercó su rostro a él, lento pero tortuosamente.
—Como el daño ya está hecho, esta bien un beso al menos, ¿Cierto?
Sunghoon lo empujó.
—¡No! ¡Idiota!
Por primera vez en su vida, un adulto realmente estaba cuidado de él.
—Señor policía, cuando deje de ser menor de edad, voy a darte el mejor servicio de tu vida, solo espera.
FIN.
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red bed › sungsun
Romance❝Te atrapé, chico❞ Park Sunghoon, un joven hombre de tan solo veinticincos años, caminaba a casa ebrio, cuando se topó con un niño bonito con un caramelo, ofreciéndole servicios sexuales a cambio de dinero. Un momento que había quedado marcado en su...