King (parte 2)

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—¿Te llevó a algún lugar?— preguntó la misma caballero de cabellos naranjas después de unos días de haberse "conocido", ya no se sentía tan solo, su cuarto ahora sí que parecía una habitación decente en la cual descansar, le habían llevado ropas p...

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—¿Te llevó a algún lugar?— preguntó la misma caballero de cabellos naranjas después de unos días de haberse "conocido", ya no se sentía tan solo, su cuarto ahora sí que parecía una habitación decente en la cual descansar, le habían llevado ropas para cambiar ese vestido amarillo con el que había llegado y el rey...bueno, aún no hablaban mucho pero al menos ya no la ignoraba. Ya prestaba más atención a sus conversaciones mañaneras sobre lo poco que había visitado, sobre su hermano e incluso le comentó que había comprado noticias a el poeta para saber lo que sucedía en su reino natal.

Ya no estaban tan mal, estaban rompiendo el hielo al menos y las esperanzas habían vuelto a su cuerpo una vez más. Puede que estuviera loca, pero incluso le había parecido que sus ojos tenían un brillo verde que no se notaba de lejos, como si la oscuridad los estuviera abandonado lentamente mientras su cuerpo se relajaba.

—Escuche que el jardín real es hermoso—

—Oh sí que si— habló la mujer— El rey lo tiene muy bien cuidado en memoria de la difunta reina, lo llena de rosas rojas y rosadas y no se puede marchitar un rosal porque desata su ira con aquel que lo descuidó —la reina difunta, ella había llegado ahí cuando apenas tenía unos mese de reinado, claramente no conocía aquello de "la reina difunta" ¿había tenido esposa? Eso explicaba la soledad en su mirada con la que tanto se había identificado. Hizo una mueca, sentía pena por el soberano, tanta, que incluso arriesgó su pellejo para darle algo de compañía—Es aquí—habló abriendo la puerta de cristal que las hacía entrar a aquel bello lugar y soltó un gruñido cuando el sol caló sus ojos —Puedes estar aquí, pero no te recomiendo tocar algo a menos que quieras que te decapiten—la rubia rió nerviosa.

—Gracias derieri—

—Descuida, iré a hacer mis rondas—gelda asintió con la cabeza y la miró alejarse con tranquilidad colocando si casco. En ese momento suspiro y avanzó un poco más. El olor a las rosas y demás flores empalagaron su nariz a tal grado que tuvo que sostenerla para no estornudar, el pasto verde acariciaba sus tobillos con suavidad, el sol la deslumbró y aunque al inicio le molesto, consiguió acostumbrarse

Soltó el aire que tenía guardado, se sentó en el pasto y dejó que la paz gobernara su cuerpo y alma. Si había algo que extrañaba de su reino natal era eso, estar en las praderas acompañada de su hermano sin que su padre estuviera cerca, no tenía buenos recuerdos.

*

Zeldris firmó un último contrato, le pagó a el último caballero que le había ayudado a recuperar su reino perdido y se tallo la nuca con estrés formando una mueca en sus rosados labios, estaba aburrido, no creía que reconstruirlo todo sería tan cansado. Debía de recibir a los refugiados y darles asilo, encontrar a las familias perdidas, poner a niños en orfanatos, darles de comer y ropa limpia. Era demasiado, quizá con el baile que se celebraría en un mes podrían comer todo lo que quisieran pero mientras tendrían que recibir ayuda de el reino vecino

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