Conocí a Jin en enero del 2019. No era su jefa, él tampoco era el mío; trabajábamos codo a codo en escritorios colindantes. Yo tenía veinticinco años, él rondaba los treinta, mas su aspecto juvenil y la sonrisa inocente que estallaba en su rostro constantemente lo hacían pasar por un veinteañero.
El trabajo era tan demandante que a veces teníamos que quedarnos hasta tarde en la oficina. La primera noche que lo hicimos descubrí que nuestro humor era parecido. Reíamos con facilidad, compartíamos una fascinación extrema por la comida, nos quejábamos de las readaptaciones cinematográficas, y éramos fluidos en sarcasmo. Nuestro gusto por el café era el mismo, a veces cuando uno estaba a punto de rendirse a la tentación del sueño, el otro arribaba con un vaso de café medio lleno de leche. Me halagaba constantemente. "De entre los dos tú eres la más inteligente", solía decir. Yo pensaba lo opuesto; estaba convencida de que él era un engrane primordial dentro de la enorme maquinaria que era nuestra área. Tenía una capacidad de análisis impresionante, en cuestión de segundos obtenía cifras de más de diez dígitos, pronosticaba escenarios, creaba gráficos desafiantes.
Apenas nos separábamos, evocaba detalladamente sus facciones a partir del pincel de mi memoria. Me convencí de que sentía por él un afecto amistoso; tuvieron que pasar cinco meses entre reuniones y reportes antes de abandonarme a la certeza de la atracción irremediable. La bofetada de realidad arribó con una nueva integrante en el área. Se trataba de una chica agradable, y sin embargo su presencia me pareció la nota altisonante dentro de una composición perfecta. Resentí su llegada incluso aunque me trataba considerada y respetuosamente. Su personalidad fácil y ruidosa rápidamente se adecuó a él y a su humor despreocupado; a mí me parecía demasiado simple, superflua.
Un martes de julio, la nueva integrante tuvo que marcharse antes. Jin y yo nos quedamos juntos. La tarde fenecía y las luces de la ciudad y las estrellas tintineantes relucían como luciérnagas. El atardecer se reflejaba en su mirada y perfilaba sus facciones. Mi enamoramiento cobró una nueva intensidad, pasó de ser una diminuta cicatriz a rasguñar mis órganos, a demoler cada célula en mi cuerpo.
—Somos solo tú y yo de nuevo —dijo Jin de repente—. Me gusta más así.
Sentí como si mi cuerpo entero estuviera siendo calcinado por un fuego abrasador. Me limité a sonreír.
Trabajamos hasta la medianoche. Nada había cambiado, el ambiente era tal cual lo recordaba. Jin tenía una forma especial de transformar el tedio en diversión. Era como compartir una velada de juegos de mesa junto a un viejo amigo. Nos despedimos en el estacionamiento. Su mano tardó demasiado en apartarse de mi cintura. En el camino regreso a casa, apreté el volante con tal fuerza, que temí que mis nudillos erupcionarían sobre mi piel.
Agosto llegó. Una vacante se abrió en el departamento de marketing. Ambos aplicamos, esperanzados; dos semanas más tarde me notificaron que fui seleccionada para el puesto. Con mi ascenso inmediato llegaron muchos cambios; tuve que mudarme de piso y convivir con nuevas personas que nada comprendían de mi sarcasmo. Nadie se quedaba conmigo por las noches, nadie se molestaba en traer un café a mi escritorio cuando los párpados me pesaban. De vez en cuando coincidía con Jin en los corredores. Se detenía a hablar conmigo para contarme fruslerías del departamento o para pedirme consejos. Las conversaciones nunca atravesaban las murallas de lo prosaico.
Cada vez que cruzaba el piso diez, lo atestiguaba con aquella chica de sonrisa fácil. Al montarme en el ascensor por las noches, los miraba encerrados en la misma sala de juntas que solíamos utilizar. Sus risas martilleaban mi cabeza y reverberaban un dolor insoportable por todo mi cuerpo.
La fiesta de fin de año arrastró muchos daños colaterales. Por falta de presupuesto se celebró en la azotea del edificio. Hubo bancas rotas, vidrios fragmentados, y un corazón despedazado: el mío. Los vi llegar juntos con los brazos enganchados y dos sonrisas inmensas en el rostro. Jin no se dirigió a mí hasta muy entrada la noche. Yo estaba junto a Hyo-Ri, la recepcionista del área, cuando distinguí como se abría paso hasta mí.
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Blue Souls. || BTS
RomantikLa melancolía es la felicidad de estar triste Relatos breves que buscan diseccionar la complejidad de las emociones y conductas humanas tales como el amor, la felicidad, el desamor, la envidia, el erotismo, la tristeza, la lujuria y la nostalgia. Pe...