Día del gato

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El desagradable ruido de un motor interrumpió mi apacible descanso. El responsable resultó ser uno de esos aparatos metálicos con ruedas que estaba siendo aparcando en la calle de abajo. Poco después el sonido cesó. Eché un vistazo al cielo, y tras cerciorarme de que aún era demasiado pronto, volví a dormirme.

De nuevo, uno de esas máquinas de hierro me sacó de mi letargo. En esta ocasión se trataba de un vehículo bastante mayor y más ruidoso, plagado de ventanas, de cuyo interior comenzaron a surgir personas.

Una de ellas me llamó especialmente la atención. Tenía un aura especial, diferente a la del resto; lo que me despertó la curiosidad. Es una de esas cosas que sólo los gatos podemos percibir. Como ya había dormido lo suficiente decidí observarle.

Desde el tejado pude verle cruzar la calle e intentar entrar en el edificio sobre el que me encuentro, pero algo debió de llamarle la atención porque volvió sobre sus pasos y se quedó mirando fijamente uno de los coches de la calle, concretamente el que me había despertado anteriormente.

Los ojos parecían salírsele de las órbitas. Entró en el inmueble hecho una furia. Su aura cambió drásticamente volviéndose de improviso tenebrosa y perversa, lo que provocó que un escalofrío me recorriera todo el cuerpo. Desde donde me encontraba podía apreciar las perturbaciones en el ambiente.

Bajé hasta la calle, dispuesto a averiguar qué era lo que le había causado cabreo semejante. Por más que observé, el único posible culpable que pude divisar fue una pequeña línea negra presente en la puerta del coche. La conducta humana siempre me ha parecido muy interesante, pero creo que nunca llegaré a entender por qué motivo los humanos le tienen tanto aprecio a estos armazones de metal; y menos que se enfaden por una tontería semejante.

A simple vista parecía un arañazo, pero mi potente visión me permitió apreciar que no era más que una marca de suciedad. Le pasé una zarpa, con cuidado de no arañarlo, y la mugre se desprendió sin más. Estos humanos...

Con un par de saltos subí hasta el alfeizar de la ventana donde vivía el individuo en cuestión. Desde allí pude ver como cruzaba la puerta y entraba, realmente dispuesto a estrangular al otro chico que allí se encontraba, que supongo que sería su compañero de piso. Este no perdió un instante y pasó por mi lado, utilizando unas escaleras para bajar hasta la calle.

Me quedé observándole. También desprendía un aura especial, aunque tenía algo distinto a la del individuo del coche... Ambos tenían auras un tanto extrañas, no sé si me explico, es cómo si sus destinos se entrelazaran con el mío propio. Intuía que iban a tener un papel importante en mi vida.

El otro humano también cruzó a través de la ventana, y subiéndose a su vehículo partió en pos de su compañero. Como no tenía otra cosa que hacer, les seguí; de todos modos estaba resultando bastante entretenido.

Parecían estar jugando al gato y el ratón, y creedme, se de lo que hablo... Al igual que yo hago con mis presas, él que conducía el coche lo perseguía dejándole siempre cierto margen. Mientras la presa pretendía, en vano, perderlo a través de los callejones. Así se mantuvieron durante un buen rato, hasta que por un momento les perdí de vista a ambos. Mientras cruzaba una calle confiando en encontrarles de nuevo, vi al perseguido surgir de la esquina. Me miró durante unos instantes y luego volvió a ocultarse en otro callejón. Sin darme tiempo a reaccionar, surgió también de la esquina su compañero con el coche, tan cegado por la ira que no llegó a verme a tiempo. Pegó un frenazo, pero no fue suficiente. Allí terminó mi vida.

Que un coche te embista y te catapulte varios metros por el aire no es precisamente agradable, no se lo deseo a nadie. Aún me duele con solamente recordarlo... Si ya me lo decía mi madre, que algún día mi curiosidad insaciable me iba a salir cara.

Al menos no dejaron mi cuerpo inerte abandonado a su suerte: me cogieron en brazos y me cavaron una fosa en mi parque favorito. Hasta me dedicaron unas palabras en el funeral, la verdad es que fue todo un detalle. Me pregunto que pensaran cuando se den cuenta de que el coche no tenía arañazo alguno... Bueno, aunque no haya salido todo precisamente como esperaba (especialmente la parte en la que acabo muerto), no deja de ser una experiencia interesante. En fin, ya sólo me quedan seis.

Triple EnfadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora