3: El Ataque

2.4K 214 19
                                    

 Pasaron más de cuarenta minutos, donde los del pasado intentaban procesar la noticia y una hora de preguntas, donde unas pocas fueron contestadas.

¿Todos ustedes pelaron en la batalla final? un si se escuchó, simple y seco.

 Y la mayoría fue ignorada.

¿Quiénes murieron? ...

 Per cuando estaban intentado decir que no iban a contestar ninguna pregunta, las ventanas se rompieron en mil pedazos, dejando así entrar a un grupo de al menos treinta adultos con túnicas y máscaras al comedor.

 Todo eran puros gritos, los profesores, intentando no entrar en pánico y proteger a los alumnos, les exigieron a los prefectos llevar a los alumnos sanos y salvos a sus torres y prtegerlos.

 Claro, algunos chicos se quedaron por las amenazas de los encapuchados, quedaron al menos unos trece, además de los del futuro.

 Lucius, Regulus, Severus, Sirius, James y Remus no se fueron con los demás.

 Los Slytherins no podían moverse por los tipos que les acorralaron, y los leones se quedaron para ayudar, pero los otros quedaron inmovilizados por los enemigos.

 Pero nada estaba saliendo bien, los tipos les estaban ganando, estaban perdiendo la batalla, los profesores, encima que eran superados en número, tenían que proteger a los pocos alumnos que quedaron. 

 Aunque contaban con la ayuda del profesor del futuro y los chicos, que impresionaron a más de uno con la cantidad de hechizos oscuros que sabían.

 Severus al ver que no tenían muchas posibilidades de ganar tuvo que recurrir a eso... o él, aunque no le gustase mucho la idea.

 Sirius estaba absorto con su cabello, tratando de controlarse, recordando la promesa hacia su amor de quedarse quieto. No era muy normal que estuviese en ese estado, pero con el estrés y el viaje causado, esa era la única manera segura de tranquilizarse, sin llegar a lo otro.

 Snape se acercó y le tomó la cara con ambas manos.

 Los seis chicos mencionados anteriormente se encontraban muy cerca de ellos, así que vieron el intercambio entre ambos, aunque seguían sin poder definir la identidad de ese hombre. Pero eso no fue impedimento para no sorprenderse de la manera en la que le hablaba al otro hombre.

-Hey, mírame, cariño, soy yo, tu esposo ¿recuerdas?- y ahí se enteraron los muchachos de la relación entre la misteriosa persona y el profesor del futuro -Mírame-

 Aunque levantó la cara para mirarle, no pudieron distinguir quién era.

-Ellos- apuntó con su largo dedo a los mortífagos, claro, que ese detalle no era conocido por nadie más que los del futuro -Intentan lastimarme, a mi y a los que protejo, que son los chicos y los profesores- el hombre de rizos lo miró y luego a los enemigos, enojado, sintiendo la ira atravesarle la columna como un latigazo así que quieren dañar lo que es mío- Así que... protégeme... por favor- 

 Lo levantó de la silla donde estaba sentado y con un movimiento, le sacó el bozal, revelando a Sirius Orión Black, dejando a los chicos y profesores pasmados.

 Harry, Draco, Hermione, Pansy, Luna, Ron y los gemelos, consientes del plan de su profesor reunieron lo más rápido que pudieron a los chicos y profesores del pasado, intentando estar lo más alejados posible del próximo desastre.

-Mátalos, intentan dañarme... destrúyelos- siseó el hombre de negro y se fue con los demás, luchando para reunir a la mayoría de los mortífagos y sacárselos de encima siendo ayudado por sus alumnos.

 Sirius, viéndose libre, soltó una carcajada, una maniática, que les paró los pelos a todos los presentes. Se movió demasiado rápido para ser solamente un humano escondiéndose en las sombras, porque cuando aceptó su sangre Black en su tiempo en esa prisión, las sombras se hicieron sus amigas, sus aliadas.

 Corría de un lado a otro, rompiendo cuellos, como si nada, primero se encargaría de reducir sus números.

 Los hechizos los esquivaba de manera profesional, ayudaba que, al ver su salvajismo, le tuviesen miedo.

  En Azkaban tuvo que sobrevivir, comiendo todo aquello que sea comestible. Apenas pudo vivir los primeros años, los cuales fueron un auténtico infierno, pero consiguió comer ratas vivas sin vomitar. Pero luego de un tiempo era como si los roedores se escondieran de él... hasta que un día vio a un prisionero comerse a otro, claro, al principio vomitó. Hasta que el hambre pudo con él y cometió su primera comida caníbal. Claro, esto paró cuando por fin salió y pudo comer otra cosa que no sean humanos, a decir verdad, el ingerir eso le asqueaba y disgustaba, pero no había de otra y cuando por fin pudo comer comida normal... ocurrió un ataque, pareció que algo se activó dentro de él y se vio a si mismo arrancando la piel de sus víctimas, a lo que sus compañeros y esposo se vieron obligados a usar el bozal en él, lo único que mantenía sus dientes lejos de la carne humana en situaciones de alto estrés. Por suerte eso no pasaba a menudo y podía hacer su vida normal, excepto cuando las pesadillas o cambios de ambiente muy abruptos (como viajar en el tiempo). 

 Su pelo se movía conforme el lo hacía, algunas velas extinguieron su fuego. Mordía y arrancaba la piel de sus víctimas, tragando los trozos que podía, alimentándose de sus presas y protegiendo a sus seres amados y al los del pasado. su esposo le dio esa misión. Saltaba de cuerpo en cuerpo y no les dejaba avanzar demasiado, Severus dependía de ello y aunque sabia que el podía defenderse, solo prefería ser él quien lo hiciera.

Cuando ningún enemigo quedó con vida, se paró del cuerpo que estaba masticando... comiendo, miro hacia arriba, admirando las pocas velas flotantes que quedaban encendidas. Giró su cabeza, causando que su cuello crujiese de manera antinatural, mirando a aquellos que protegió, a su esposo le dedico una sonrisa llena de dientes ensangrentados, mientras que la sangre que había quedado en su boja fluía cuál cascada hacia su, ya manchada, ropa, no le gustaba la sangre. No pudo evitarlo, comenzó a reír como un autentico maníaco. 

-Les dije... no es recomendable sacarle el bozal- comentó Severus, para luego ir caminando tranquilamente hacia su esposo, pasando por arriba de los cadáveres como si nada, luego de un pequeño beso en los labios que compartieron, Severus esperó unos segundos, y cuando su marido se dobló y expulsó toda la sangre y carne humana, se arrodilló a su lado y le recogió el cabello, sobando su espalda con la otra mano. 

 Severus en un movimiento de varita limpió toda la sangre de su marido y, susurrándole palabras en el oído, le colocó de nuevo el bozal -Esto pasa cuando resides 12 años en Azkaban- dijo en voz alta para ser escuchado por los del pasado.

 Los del pasado estaban atónitos.


Time TravelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora