CAPITULO III

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El hombre más peligroso es aquel que tiene miedo. -Ludwig Börne-



Nota de Autora: ¡Hola!, una disculpa por la demora de este nuevo capitulo, pero la Universidad abarcó todo mi tiempo, sin nada más que añadir, que disfruten : D.



Al acabar la clase lo primero que hice fue guardar mis cosas, agarrar mi mochila como pude y salí de ese maldito salón sin voltear a ver a nadie, necesitaba estar sola, camine y camine hasta llegar al patio de la escuela, la cual daba con un frondoso bosque, necesitaba refugiarme en algún lugar donde nadie me viera para lograr calmarme.

Camine y camine durante unos 5 minutos hasta que llegué a una pequeña cabañita, creada con palitos de alrededor y algunas telas encima. Ingresé y empecé a llorar inmensamente, odiaba cuando me hacían sentir insegura y pequeña, odiaba cuando me alzaban la voz, odiaba cuando me miraban enojados, como si yo tuviera la culpa de todo, odiaba todo lo que me rodeaba, mi miserable vida, la tristeza de mi alma se desbordaba en mis lágrimas, las cuales habían empapado todo mi rostro, ¡esas ya no eran lágrimas!, eran las esperanzas de mi vida, mi vida se desmoronaba con el pasar de los años, la respiración se me entrecortaba cada vez más, empecé a temblar nuevamente, mi pecho subía y bajaba aceleradamente, no podía resistirlo, no yo sola.

Salí de la pequeña cabaña y comencé a dar vueltas alrededor de esta, tratando de calmarme- ¡AAH!, MIERDA, MIERDA, MIL MIERDAS- grite mientras levantaba las manos al cielo- ¡¿COMO DIABLOS LA GENTE CREE EN TI?!- gente inocente moría día con día, niños, bebes, adultos, ancianos, todos por igual- AL MENOS EL DIABLO NOS PERMITE TENER LIBRE ALBERDRÍO, IMBECIL- grite con todas mis fuerzas, culpando a alguien o algo que ni siquiera existía, estaba fuera de mí, empecé a reír muy fuerte, como si de un buen chiste se tratará, empecé a reír como si nunca lo hubiera hecho, la sensación de tener que desahogarme de alguna manera era embriagadora, pero a manera que seguía riéndome me iba sintiendo más cansada , mis risas se redujeron y termine con un suspiro, empecé a respirar lentamente y cerré los ojos , los sonidos a mi alrededor eran preciosos, el viento meciendo las ramas, el aleteo de las aves, los grillos y algunos sapos a la lejanía. Caminé lento de regreso a la cabaña improvisada y me recosté en la tela rota que había colocado en el piso, pensé que quizá, al menos esta vez, mi ira no me había generado daños en mi cuerpo.

No recuerdo cuanto tiempo pero me quedé dormida en ese incomodo lugar, solo desperté por los gritos a los lejos de quien sabe quién, me senté lentamente en el suelo tratando de recordar que había pasado, me frote los ojos con mis manos y sentí algo seco en ellos, al quitármelo pude ver que se trataba de sangre seca , pensé como habría podido llegar ahí, comprobé las palmas de mis manos tenían algunos rastros de sangre, supuse que me había clavado las uñas cuando me había enojado hace un rato, suspire, agarre mi mochila que se encontraba a mi costado y me dispuse a salir del lugar, lentamente y con cuidado comencé a salir para no golpearme la cabeza en algún palo, al salir pude notar que el cielo estaba de un precioso color naranja, eso sólo significaba que me había perdido la ultima clase y por ende debía realizar servicio comunitario por 24 horas; antes el castigo por faltar a clases era solo ir a misa, pero desde que un alumno decidió que era buena idea empezar a gritar en plena ceremonia, desistieron del castigo.

Mientras mis ojos se acostumbraban a la poca luz que aún quedaba, pude ver en la base de un árbol a un conejo ensangrentado, ¿Quién le podría hacer daño a ese pequeñín?, me acerque lentamente y logré sujetarlo delicadamente, aunque eso me causo mucho dolor ya que empezó a patear como loco y a retorcerse- ¡Auch, solo trato de ayudarte pequeño, ¿Quién te hizo daño?!- exclamé cuando me clavo sus garras en las muñecas, pude haberlo soltado, pero no podría abandonarlo y menos en su estado.

P R O F U N DODonde viven las historias. Descúbrelo ahora