colmillos de leche

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Louis despertó solo en cama.

La luz del día entraba entre las persianas dando cálidos rayos del sol como besos de verano, luego de largos días de tormentas frías y ruidosas. El dulce olor a manzanas acaramelada y hortensias aún se hacía presenten en pequeñas notas dulces que poco a poco parecían desaparecer en el aire.

Sus párpados pesaban inmensidades y sus músculos de la espalda se sentían tensos. Había dormido apenas unas cuantas horas, concluyendo los detalles finales de un informe de su última investigación, meses largos de trabajo, sudor y demasiado esfuerzo daban frutos al final de los largos caminos.

Talló uno de sus ojos, disparando el sueño fuera de su sistema e irguiéndose sobre la cómoda cama de endredón plumoso y cálido. A su lado, ese lugar vacío se encontraba, con las sábanas envueltas y la almohada casi rozando al piso. El lugar donde se supondría que su hermoso omega de ojos oceánicos verdes y besos de sol como danza de estrella en su crema piel debía estar soltando tiernos sonidos adormilados en un día de fin de semana como ese.

Harry solía trabajar mucho tiempo en la semana en el pequeño estudio a dos habitaciones de donde él está. Cientos de pedidos llegaban todo el tiempo, pinceles por doquiera se encontraba y manchas de pintura por todo su hogar.

Era tradición que los sábados fines del mes ellos dos pasarán todo el día en cama, así que al ser las apenas las nueve de la mañana y no encontrar al rizado omega en su lugar era bastante extraño.

Salió de la cama hacía el pasillo de la planta alta, luego de cepillar sus dientes y lavar su rostro, sin prestar mucha atención a que solo usaba un pantalón de pijama que danzaba fino en los huesos de sus caderas y su torso desnudo con la tinta dibujada como lienzo en su piel acaramelada.

Sus pies descalzos bajaron la escalera de madera, rumbo a las habitaciones de abajo. Cada paso que descendía el sonido de un murmullo y revoltijo de algo se hacía más presente, como si un pequeño roedor estuviera haciendo alguna travesura.

El sonido perfectamente surgía de la cocina, es así como él camino a cautelosos pasos hasta ese cuarto que tenía sus luces encendidas y un par de sonidos se reproducen.

Su sorpresa al entrar hacía la cocina fue al omega de rizos rebeldes y achocolatados con una camiseta que robó de su lado del armario color mostaza, sentado sobre la barra de la cocina con el jarrón de galletas de chispas de chocolate a un lado. Sus mejillas estaban llenas de comida y las dulces comisuras de su boca con rastro de migajas, sus piernas abiertas con los exquisitos muslos desnudos y blancos como la luna con estrellas como pecas que adornan el rostro ángulos de esa criatura. La nariz manchada de chocolate en la punta y lo que sería el cuerpo de una galleta a medio comer en sus manos.

lollipop ↳ larry.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora