suspiro único

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Este es un pequeño regalo escrito especialmente para SDRV, por todos y cada uno de sus encantadores comentarios, mismos que me ayudaron a levantar mi ánimo cuando realmente lo necesitaba <3 <3 <3

Oh, recuerda cariño que mis Mystrade Victorianos son basados en los hombres de la imagen que te puse ahí arriba (Colin Jeavons y Charles Gray, los Mycroft y Greg de Granada TV), pero por supuesto, tu puedes imaginar a quien quieras :3

* * *

Mycroft se despertó aquella madrugada con la puntualidad precisa de siempre, puede que desabrigado de las reconocidas afelpadas mantas, pero aún sobre la cama suave y amoldada a su cuerpo, siendo, como desde hacía un par de años, abrazado casi excesivamente fuerte por un par de enérgicos delgados brazos. Su mente regresó del sueño en su habitual velocidad, dándole un reporte conciso de que hacía un frío apenas soportable, el abrazo se cernía alrededor de su pierna derecha y la presencia cálida en su mejilla no era otra cosa que un pequeño pie. El izquierdo en realidad, la ligera desviación hacia dentro le facilitaba mucho el contacto completo contra su cara.

Suspiró, soportando una risa, el detective inspector Greg Lestrade siempre encontraba una manera de asegurar ser el primer pensamiento que registrara Mycroft al despertarse. No es como si tuviera una verdadera competencia, el hecho no disminuía las en absoluto planeadas acciones. Esa madrugada el pie contra su mejilla, ayer una mano en su cara, antier el cuerpo totalmente sobre él, antes una rodilla clavada en su estómago, antes codos en su pecho, y... decenas de posiciones diferentes a la par que extrañas se habían ya almacenado en su cabeza, cada una sin la intención de hacerlas o que él les diera tanto valor. Quizá no debería, lo hacía, sin embargo. Poco hallaba en el hombre aferrado a su pierna que careciera de interés o que descartara con facilidad.

Además, cierto es que lo divertía mucho, su querido inspector tenía para todas las posiciones en las que se le aferraba un modo especial de apartarlo, ¿cómo podría despreciar tal acto cómico y entrañable? Ello aliviaba la monotonía del despertar, relajaba sus sentidos, le recordaba cada mañana que existía un hombre amándolo no solamente por sus conocimientos convenientes en los asuntos de la corona. Un hombre de encantador humor que podía patearlo en la cara y romperle un par de dientes si se movía de la forma incorrecta en la búsqueda de quitárselo de encima.

Mycroft todavía conservaba cada uno de sus dientes, claro, los moretones y la nariz sangrente se contaban en un apartado distinto. Sabía en lo que se estaba metiendo al ofrecer un avance en la formalidad de su relación, y helo allí, aun no se arrepentía. Tampoco repentinamente comenzaría a lanzar quejas, en realidad fue su error la primera vez que se limitó a hacer a un lado el pie de su amante, conociendo ya que las acciones no causados por el mismo inspector lo harían atacar. Greg se arrastraba atravesando de norte a sur y de este a oeste los límites de la cama cuando dormía, mas de detectar sus entrenados músculos que un ente ajeno los movía, el instinto le hacía golpear primero y preguntar después.

Se le avisó de aquella posible reacción la primera noche que pasaron juntos, bajo la advertencia de no poder mantenerse en un solo lugar, Greg pidió disculpas de antemano si alguna vez llegara a golpearlo un poco. Nada sucedió aquella noche ni la docena siguiente. El golpe que dio inicio a su serie de hallazgos consistió de un certero puño a la almohada que segundos antes ocupó, luego de dos semanas, habiéndose desenredado de ese brazo tras perder un minuto pensando en su suerte de ser acompañado por un hombre cuyo rostro perdido en el sueño merecía ser esculpido en mármol. Varias suaves plumas cayeron graciosamente al suelo. Quedando, pues, ya advertido, a nadie sino a él pertenecía la culpa de olvidarlo, de su nariz hinchada y el cardenal en su mentón. La verdadera sorpresa estuvo en que, aparentemente, el pequeño inspector no recordaba lo sucedido.

Dulce despertarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora