¿Dónde estoy?

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Mckenzie

—Hace frío...

Su aliento era visible por los centígrados que carecían en aquel lugar, tiempo atrás no había notado tanto aquella falta de calor. Los golpes que había recibido, en cierta forma, la mantuvieron cálida. Luego de eso no recordaba si realmente siempre estuvo así.

Cuando Astrid recobró conciencia estaba apoyada como si estuviera gateando. La cabeza le daba incesantes vueltas, parecía que estaba a punto de vomitar, se dejó caer en el suelo quedando recostada boca abajo, se sentía muy fatigada, el cuerpo le pesaba demasiado y le costaba mucho respirar, unas ganas inmensas de llorar le llegaban a cada minuto él no saber porque hacía que esas ganas se intensificarán mucho más, la soledad del lugar ayuda a alimentar el sentimiento de tristeza por el que estaba pasando en esos momentos. Terminó por arrastrarse al final del pasillo frío y sentarse con los muslos pegados en el pecho y los brazos apoyados en las rodillas. Intentaba recuperar la memoria mientras se mecía, pero no lo lograba. «¿Dónde está Cassie? ¿Dónde está el señor Solerd? », su voz cortada y débil hacía un eco que la hacía sentir menos sola. Lo último que su mente había guardado era el recuerdo de ver su peluche abierto por la mitad mientras que Cassie le quitaban su último ojo de botón.

Tenía la cara recargada en sus brazos donde unas ligeras lágrimas se escurrieron por sus mejillas coloradas por el frío, terminando por impregnarse en su ropa. Por unos minutos perdió la noción del tiempo por inundarse en un mar de pensamiento, al levantar la vista su cara estaba muy húmeda por sus lágrimas que se esparcieron por todo el rostro, en eso pudo ver uno de los ojos de su peluche, intentó secarse las lágrimas con los brazos, pero solo logró llenarse de tierra, algo molesta gateó hasta él. Se sentó encima de sus piernas, recogió el botón, lo dejó caer en sus palmas y se quedó viéndolo. Giró la cabeza intentando ver dónde se encontraba el resto de su muñeco. La falta de luz le complicaba poder ver bien, sus ojos tardaron un poco en acostúmbrese a la diminuta cantidad de luz que había, pero aun así logró distinguir un bulto tirado en medio del pasillo. Rápidamente fue corriendo hacía él y lo recogió.

—¡Señor Solerd!... Tranquilo... Todo estará bien, mami Sabrá como curarte —Al observarlo bien pudo notar que tenía varias manchas de sangre impregnadas tanto en la tela como en el relleno de algodón—. Señor... Estas sangrando...—Cada vez que Astrid veía una insignificante gota de sangre le daban unas inmensas ganas de vomitar, se mareaba demasiado, le daban escalofríos en el cuerpo y llegaba casi a un punto de desmayarse, en este caso logró mantenerse serena y calmada.

Estando de pie caminó a lo largo de todo el estrecho pasillo buscado algo que diera con Cassie. A pesar de todos los males que le hizo y pudo haber hecho, Astrid no le tenía rencor ni le deseaba ningún mal. Estaba algo preocupada por ella. Luego de unos minutos buscando no logró encontrar nada más, su vista se fue adaptando a la luz y pudo ver mejor lo que quedaba de su peluche, poco a poco fue bajando la vista hasta ver su propia ropa. Pudo ver que sus prendas estaban llenas de enormes manchas de sangre que bien podrían decir que su blusa era roja con círculos blancos. Tapó su boca con la palma de la mano para evitar vomitar, a pesar de eso siguió con la misma tranquilidad, aunque le daban muchas arcadas y su respiración se tornó un poco más acelerada. Las piernas le temblaban por el asco que sentía, por momentos parecía que saldría corriendo de ese lugar sin importarle ya nada, pero no fue así, quería encontrar a Cassie y saber si se encontraba bien, sus ánimos fueron suficientes para aguantar y seguir en su búsqueda. Decidió regresar hasta lo más profundo del callejón para ver si se encontraba ahí, por la falda de visibilidad no logró ver nada cuando despertó, pero ahora que su vista se había adaptado podría buscar mejor. Al llegar solo había unas cuantas bolsas de basura, comida echada a perder en el piso, agua negra con reflejo rojizo y algunos insectos que se escurrían por los desperdicios. Decepcionada dio media vuelta a tras y caminó hasta la salida, si no estaba en ese lugar tal vez la encontraría en el camino a hacía las canchas. Mientras ella caminaba sin prisa alguna, a su espalda, sobre el piso agrietado y detrás de las bolsas de basura, ya asían unos dedos amputados que formaban una letra "C".

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