Eran las once de la noche, salía del trabajo, un pequeño restaurante situado a las afueras de la pequeña localidad.
Debía apresurarme para tomar el último autobús o debería caminar hasta casa.Mis pies estaban hinchados y la cabeza estaba a punto de estallar. Debí tomar las pastillas para poder aguantar hasta casa. Corrí hasta la parada del autobús y alcance a pararlo.
-Hola Linda, ¿Qué tal tu día?. - me pregunto Jerry, mi viejo amigo que siempre se retrasa a un poco para que pudiera alcanzar el camión.
-Bastante pesado, fue fin de mes y todos estuvieron como locos. - subí mis pies al asiento y me estire un poco.
-Y como no, si estamos entrando a la época decembrina, deberías abrigarte un poco más.
-Si, lo sé, pero tuve que comprar unas cosas que hacían falta y pagar los gastos de mi tía.
Observe como la nieve comenzaba a descender, la ventana se estaba empañando y dibuje un pequeño paisaje.
Siempre me había gustado dibujar, pero no era tan bueno o por lo menos eso era lo que yo consideraba.
Pasada media hora llegamos a la última parada, baje y camine hacia el edificio donde vivía. Era un poco viejo y descuidado, aun que era lo que podía permitirme.
Metí la llave al pomo de la puerta y empuje con fuerza para pode entrar a mi departamento. Mi gato estaba esperándome, se restrego en mis piernas y lo cargue.
Era un pequeño siamés de unos 5 años aproximado que había rescatado de las Frías calles, tenía 2 años conmigo y ya era como mi pequeño hijo.
-Lo siento Milo, solo te tocaran pequeñas sobras. - le dije a mi gato y saque una pequeña bolsita de mi delantal.
Este día había sido pésimo, muy cansado, agotador a más no poder. Pero algo había alegrado un poco mi día.
Y es que cuando fui a atender la mesa que yacía hasta el fondo del local un pequeño recuerdo de había activado en mi corazón.
Ese chico con el que estuve desde pequeña. Que fue siempre mi compañero de travesuras. Con el que estudie desde el kinder hasta la secundaria. A quien siempre me encantaba ver entrenar fútbol americano. Y al que los años le hacían cada vez mejor. Alto, corpulento, cabello rebelde, de tez blanca y ojos de universo.
Estaba sentado junto a una señora de edad media, elegantes los dos, pero lo raro fue que llevaba unas gafas y su rostro solo estaba dirigido a aquella mujer.
Seguía casi igual, solo que tenía una cicatriz a la altura de la patita de las gafas y aún que lo llamé por su nombre, no me respondió. Solo agachó su rostro y preferí no incomodarlo.
Sabía que era el, algo en mi corazón sabía que mi gran amor no pudo haber muerto en aquel accidente como me dijeron.
Quisiera saber el por qué dieron esa noticia, del por qué a días de casarnos tuvo ese "accidente", me alejaron y jamás tuve más noticias de su familia.
Solo espero que todo aquello que hayan dicho sea mentira. Y que mi corazón no me esté haciendo una mala jugada, por que perderlo dos veces sería demasiado para mí .
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Aunque no te pueda ver
RomansaInfinidad de galaxias Cinco continentes en el mundo 194 países Al rededor de 500000 ciudades 7.8 billones de personas Y entre tantos números y rostros, el tuyo fue el que mi memoria recuerda más. Esos ojos color gris plata que entraban hasta el fon...