39. Oportunidades.

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Jazmín.

—¿Podrías venir a mi oficina en la mañana? —me había preguntado Raphael en una llamada.

Mi intento fue pensar: ¿Había olvidado algo? O, ¿Qué si quería decirme que tenía pensado pedirle matrimonio a mi mamá? Oh mi Dios, matrimonio, eso no podía ser posible. Es decir, apenas estaban comenzando a formalizar la relación.

Había venido a su oficina apenas llegué a la empresa, así que estábamos aquí. Él en un silencio que me puso los pelos de punta y los nervios a mil.

—¿Te vas a casar con mamá? —dije en voz alta, abriendo los ojos ante lo bocaza que era.

Raphael mostró su confusión y desconcierto, arreglandose el borde de la camisa de vestir.

—No, ahora no. —respondió.

—¿Y después? ¿O tipo no te gusta el matrimonio?

—¿Qué? No —bufó, algo nervioso—. Si quiero casarme con tu madre, pero ahora no es el momento. Más adelante.

—Oh, claro. Te aconsejo que me lo digas a mí primero que a Javier. Yo no enloqueceré, él... Lo más probable es que sí —Reí.

Sonrió, sabiendo que era cierto.
Raphael me tendió una carpeta, cruzándose de brazos y apoyándose de la pared detrás de su escritorio.

—Son los planos que hice para la terraza —señalé, confusa.

¿Por qué me los mostraba?

—¿Recuerdas la noche de la inauguración? Habían muchas personas importantes en la industria de la arquitectura. Vieron lo que hiciste y uno de ellos me contactó, porque quiere ofrecerte un trabajo.

—Ya tengo un trabajo —puntué.

—En Alemania.

¿Él acababa de decir...? Joder, un trabajo como arquitecta en Alemania, uno de los países más influyentes en el campo. Y, ¿un trabajo allí para mi?

Siendo honesta había considerado algún día recibir una propuesta, pero intentaba no ilusionarme al respecto para no tener que decepcionarte si no pasaba. Sin embargo, estaba pasado y mucho más temprano de lo que creí.

—¿Un puesto fijo?

De repente fue como si encontrar mi voz fuera imposible.

—Sí, la propuesta es por ocho meses en Alemania. Quiero que sepas que esta es una oportunidad que a muy pocos principiantes se les otorga. Él vio algo en tu trabajo que pensó que necesita en su empresa —Me dio otra hoja, en donde decía todas las condiciones y paga.

Mi boca se secó, cerré los párpados, sin saber cómo actuar. Estaba emocionada, sí, pero también quería tiempo para pensarlo. Ver cuáles eran las condiciones y evaluar cómo sería mi vida sin estar cerca de mi familia, amigos y... Dante.

Joder. Dante. La opresión de mi pecho se intensificó.

—¿Puedo pensarlo? —le pregunté, tragando duro.

Raphael frunció el ceño, como si de alguna manera no estuviera de acuerdo, pero después asintió y tras eso salí de su oficina. Maze me interceptó en el camino. Ella abrió la boca y mi estómago se sacudió.

—Jazmín...

—Ahora no, Maze —le interrumpí, evitando mirarla a la cara.

—¿Entonces cuando? He intentado hablar contigo muchas veces —espetó, suplicante.

—Ahora no —repetí, girando la cabeza y viendo la pared.

La esquivé, encaminándome hacia la puerta de salida. En el exterior, mis pulmones volvieron a llenarse de aire y practiqué el ejercicio de respiración que mi terapeuta me había enseñado, en caso de que me sintiera así.

Las cartas de Dante © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora