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Los funerales siempre le resultaron tétricos.

Cuando niño, pensaba que los muertos saldrían del cajón y lo perseguirían para comerse su cerebro. Estaba muy inmerso en las películas de zombies, por lo que no era demasiado sorprendente o inesperado. Luego vio Sexto Sentido y simplemente ya no podía ir a la cocina por la noche a buscar un vaso de agua, sin sentir que un fantasma lo perseguía.

Sin embargo, aquel funeral se sentía distinto al resto. Era una combinación de melancolía y amargura. Las flores olían bien y eran bastante bonitas. La ropa negra no era lo suyo, pero... le hacía sentir que la tristeza de su alma se derramaba, en vez de contenerse.

Sana y su madre se abrazaron durante toda la ceremonia.

No era fácil perder a un padre. A Mark le dolía recordar que la última vez que le vio, fue en su nueva casa, aquella que compartía con su nueva familia, y su voz grave, rasposa, que antes solía contarle cuentos y fábulas, ahora pronunciaba las palabras "no quiero verlo" para referirse a su
hijo mayor. Cerrando las puertas no solamente de su hogar, sino que también de su vida.

Sabía que la reacción había sido a causa de su famosa homosexualidad. Nunca tuvo la oportunidad de hablarle respecto al tema, pero estaba seguro de que su madre se había encargado de informarle. Pues, a pesar de que su padre los había abandonado, su madre le perdonó y entablaron una amistad que, aunque fuese un tanto extraña, parecía ser sincera.

De cierto modo, su padre había fallecido, quedando en buenos términos con todo el mundo. O casi todo. Mark no determinaría el desenlace con su padre como un buen término. Sin embargo, no había cómo remediarlo ahora, que ya era demasiado tarde para enmendar lo que fue roto.

Una mano suave acarició su brazo y Mark no tuvo que voltearse para saber que era So Rim. Esbozó una tenue sonrisa, hallando dulce la manera en que la mismísima viuda trataba de confortar al hijo que su esposo difunto negó. So Rim siempre se había preocupado irrazonablemente de Mark y él no podía estar más agradecido.

— Él estaría orgulloso de ti - susurró So Rim con la voz quebrada. Y aunque Mark era consciente de que mentía, asintió.

Tras el funeral, hubo una recepción en la casa de su padre. Entrar a aquel lugar fue... extraño, considerando que nunca se le había permitido ingresar más allá del recibidor. Las personas se dispersaron por la sala de estar, el comedor y la cocina. Había gente que Mark no conocía y supuso que eran amigos que su padre había encontrado luego de iniciar su nueva vida.

Una fotografía enmarcada colgando en la pared llamó su atención y observó, con un nudo amarrándole la garganta, la sonrisa de su padre mientras era rodeado por So Rim y los hijos que habían concebido juntos. Como una familia feliz. Que Mark anheló, mas no pudo tener.

La vibración en el bolsillo de su pantalón lo distrajo de aquella escena inmortalizada y sostuvo en su mano el teléfono, mirando el nombre de quien hacía la llamada entrante.

Le había estado ignorando desde hacía unos tres días, rehusándose a hablar con Yuta durante el periodo de velorio. Mark se sentía frágil, como si cualquier palabra pudiera romperio en mil trizas, y quizás era por ello, que no deseaba decirle a Yuta que su padre había muerto.

No tenía ni la menor idea de cómo decírselo. No tenía ni la menor idea de si era correcto hacérselo saber. La relación entre ambos era confusa y los límites no habían sido impuestos adecuadamente.

¿Podía buscar en Yuta el apoyo y la contención que necesitaba? ¿Podía pedirle mimos y caricias que le ayudasen a sanar? Porque honestamente le aterraba. Le aterraba ser vulnerable frente a Yuta, mostrar sus inseguridades y sus miedos, las heridas y cicatrices que el abandono de su padre había dejado.

𝐑𝐄𝐍'𝐓 𝐀 𝐁𝐎𝐘𝐅𝐑𝐈𝐄𝐍𝐃| yumarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora