Día 3

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Jugando
AU niños

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Un salto hacia la derecha, otro a la izquierda. Toma impulso y otro salto largo al frente. Concentrado y salta otra vez.

Salta a la derecha de nuevo y luego al frente. Cuidado la persona al costado y salta otra vez. Salta de nuevo y...

Eijiro soltó una carcajada cuando saltó a la baldosa de enfrente y cayó.

Era divertido pasar la tarde en la plaza del barrio donde vivía y jugar a saltar las baldosas. Era divertido saltar evitando pisar las líneas. Era divertido y por eso se reía a pesar de haberse caído.

—¡Eijiro, cariño, ten más cuidado! —gritó su madre preocupada, pero el pequeño peli negro no pudo importarle menos, asintiendo con una brillante sonrisa a su progenitora.

—¡Si, mamá!

El pequeño niño se levantó del suelo limpiando sus manitas antes de volver a jugar a saltar las líneas. Mientras se entretenía saltando y riendo no se dio cuenta que se había alejado demasiado de donde estaba. Pero ese no había sido un impedimento para seguir saltando y riendo, jugando en aquella tranquila plaza.

Su pequeño ceño se frunció concentrado y dio un gran salto hasta la baldosa que estaba un poco más lejos, lo que resultó que se cayera al no llegar. Lejos de querer llorar, Eijiro volvió a reír.

—¿Pero qué mierda...?

Eijiro alzó la vista cuando escuchó aquellas palabras provientes de una voz un tanto más grave que la suya, mirando al niño que las había pronunciado. Parecía de su edad, con el cabello color cenizo, ojos rojizos y piel pálida. El pequeño peli negro se levantó del suelo limpiando la tierra que se había quedado impregnada en su ropa y parpadeó curioso, observando con sus grandes ojos rojos al otro niño frente a él. Luego una sonrisa comenzó a florecer en sus labios.

—¡Hola! —saludó alegremente, acercándose al cenizo.

El otro niño apretó los ojos por lo deslumbrante que era y apartó la vista un instante, bufando.

—¿Quieres jugar conmigo? —preguntó Eijiro con emoción.

—¿Por qué debería jugar con un retrasado como tú? —preguntó de vuelta el pequeño cenizo siendo tan hosco es sus palabras para su edad.

El peli negro ladeó la cabeza confundido, fue un gesto tan inocente y tierno que el cenizo frunció su labio inferior. Sus ojos parpadearon y su boca se entreabrió apenas.

—¿Retrasado?

—Si, retrasado. ¿Quién cae al suelo y se ríe? —bufó el niño de cabellos color cenizo, haciendo énfasis con sus pequeños brazos —. Eso es muy tonto.

—¿Es tonto? —volvió a preguntar Eijiro, su tono lleno de inocencia y confusión.

—¿Acaso eres tarado o te caíste de chiquito?

—Yo soy chiquito —respondió Eijiro en una sonrisa amplia, lo que provocó que el contrario frunciera su ceño —. Pero pronto voy a crecer y voy a ser tan grande y fuerte como Crimson.

—Tch. Como sea. Yo también voy a volverme muy fuerte, como All Might.

—¿Como All Might?

—Si —el cenizo sonrió con orgullo —, mucho más fuerte que All Might.

Los grandes ojos del peli negro se iluminaron con admiración y una sonrisa aún más brillante se extendió en su infantil rostro.

—Uau. Eso es increíble.

Los segundos pasaron después de eso, y Eijiro había empezado a jugar con sus manos mientras fruncia el ceño y trabajaba a su pobre y pequeño cerebro para ver si debería o no preguntarle al otro niño sobre sí querría jugar con él.

No pasó demasiado para saber lo que haría.

—Oye... —lo llamó con algo de duda, de pronto toda la determinación que había reunido en su pequeño pecho se había evaporado, dando paso a la vacilación en sus palabras —, ¿te... ¿te gustaría jugar conmigo?

—¿Contigo? —inquirió el cenizo, mirando al niño que jugaba nervioso con sus dedos frente a él.

—¡S-si! Podríamos jugar a saltar las líneas —sugirió más animado, esperando que acepte.

El pequeño de cabellos cenizos lo miró con cierta duda, como si desconfiara o no supiera qué responder.

—No sé jugar a eso... —murmuró con las mejillas infladas y rosas por la vergüenza.

—Yo te enseño.

Y tan rápido como lo dijo, Eijiro tomó la mano del cenizo para arrastrarlo a una zona más amplia de la que estaban y empezar a saltar las líneas sin soltar sus manos en ningún momento.

Las horas pasaron entre juegos y risas, donde ambos disfrutaron y se divirteron. Pero sus manos nunca se soltaron. Cuando la madre de Kirishima lo llamó para irse, el pequeño Eijiro solo pudo mirar con cierta duda y temor sus manos entrelazadas.

—¿Te vas? —preguntó el cenizo, igual de mal de que el niño deba irse a casa.

—Si... —murmuró con tristeza, pero pronto alzó la vista y una bella sonrisa lo iluminó —, pero verás que mañana vendré a jugar contigo otra vez.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo.

—Entonces yo también te prometo que voy a venir para jugar contigo.

—¡Eijiro, hay que irnos! —escucharon a una mujer gritar, lo que desvió la atención de ambos niños.

Eijiro giró el rostro hacia donde la voz provenía, como si buscara a su madre por un segundo, luego se volvió al cenizo que lo miraba expectante y con cierto miedo en sus ojos, temiendo no volver a verse.

Sus manos se fueron soltando de a poco hasta que ya no hubo nada que los uniera, luego corrió hasta donde su madre lo buscaba para irse a casa. Aunque ninguno contó con la posibilidad de que Eijiro no podría volver a la plaza al día siguiente, o el próximo, o la semana siguiente.

Y el pequeño peli negro solo podía observar por la ventana de su nuevo cuarto desde una ciudad diferente el exterior, el cielo nocturno y sus estrellas, y preguntarse cuál sería el nombre de aquel lindo niño de cabellos color cenizo.

30 días OTP || KiribakushimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora