CAPITULO 1. Infidelidad

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¿Cómo se atrevió a hacerlo? ¿Cómo se atrevió? Esas palabras martillaron en el cerebro de July toda la noche, similares al traqueteo del metro que la llevaba al centro de la ciudad desde la casa de su hermana, aún las recordaba, al entrar en el enorme edificio de la todopoderosa K Corporation, que albergaba la oficina central en la cual ella trabajaba como asistente financiera.

Que cualquier hombre; pero en especial el que decía amarla... se atreviera a algo semejante, era más de lo que July podía soportar, las lágrimas de dolor, rabia, decepción e impotencia asomaron a sus ojos de nuevo, pero las contuvo mientras atravesaba el vestíbulo. No derramaría ni una lagrima más por Daniel Smith, no las merecía. ¡No merecía nada de Julianna Wells, no más!

Entró en un elevador y eligió su piso, al cerrarse las puertas, juró que también le cerraría las puertas a Daniel y nunca más lo dejaría volver a entrar en su vida, ¡nunca! Le había dado el ultimátum la noche anterior, y si no se había marchado de su apartamento para cuando ella llegase de trabajar esa tarde, ella le... le... bueno, no sabía que le haría, pero la escena sería terrible. Sintió que se le revolvía el estómago y se le rompía el corazón, su mente se debilitó por un instante, pero después su determinación se fortaleció aún más.

El elevador se detuvo y July se encaminó hacia las oficinas de Oliver Bennett, alimentando su furiosa e indignada resolución, mientras recordaba la humillación de la noche anterior. "No más dolor", pensó. "No más angustias por su culpa", no lo perdonaría, había desperdiciado seis años de su vida con él, separándose y volviéndose a juntar, pero este era EL FIN, ¡Ni un día más!

Abrió con violencia la puerta de su oficina y la cerró de un portazo, eso le hizo sentirse mejor, necesitaba sacar las emociones que había estado tratando de contener, y convertir el dolor en ira era buena terapia.

July probó un poco más, arrojó su maletín a un rincón, abrió el cajón inferior de un escritorio, colocó su teléfono móvil en él y lo cerró de un puntapié, luego el cajón superior, tomó las llaves del archivero y también lo cerró con violencia, le quitó el candado al archivero, tomó la carpeta que necesitaba y cerró el cajón de un golpe. El fuerte ruido metálico resulto muy satisfactorio.

— ¿No estas feliz esta mañana, July?


La gentil pregunta provino de la puerta que daba a la oficina del ejecutivo más importantes de la corporación, después de Alex Killian, claro está.

Al escuchar la amable voz, July se sobresaltó, no creyó que su jefe hubiera llegado ya. La conferencia con los europeos comenzaba ese día, y por lo general, los ejecutivos de alto rango se reunían en la sala de sesiones de la junta directiva antes de irse en los helicópteros privados de Killian. July forzó una sonrisa más alegre que de costumbre y se volvió para saludarlo.

Oliver Bennett era un hombre de mediana estatura, cabello color negro y un rostro amable que invitaba a confidencias amistosas, también poseía una mente brillante, y podía negociar los tratos más difíciles y obtener ventajas, esto lo convertía en la envidia de otros ejecutivos de la Corporación, todos ellos con una ambición suprema: impresionar al dios de dioses, el gran Alex Killian, y así desplazar a Oliver de su importante lugar en la corporación, como mano derecha de Killian.


A July le gustaba ser la asistente financiera de Oliver Bennett, ese amable hombre le había enseñado con paciencia todo lo que hoy sabía y además siempre había apreciado sus ocultas habilidades con los números, lo mejor es que era considerado, y tenía un sentido del humor que hacía que trabajar con él, fuese un placer. Y, lo más importante, estaba felizmente casado y no hostigaba a nadie en la oficina como otros ejecutivos, eso propiciaba una atmósfera relajada entre ellos.

— Nunca he estado más feliz— respondió July falsamente—, estoy animosa, Dios está en el cielo y todo está bien en el hermoso mundo mundial. «Pero si existe justicia divina, que un rayo le caiga a Daniel donde más le duela»— pensó esto último.

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