CAPITULO 3. Tensión

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Saber que compartirían el lugar la inquieto un poco, pues había supuesto que dormiría en alguna de las habitaciones menos lujosas del llamativo edificio tal y como lo haría el resto del personal "no importante".

Respiró profundo y se tranquilizó a sí misma diciéndose que todo fue hecho de esa manera por si en algún momento de la noche Killian revisaba su informe, y la necesitaba para aclarar algo de sus anotaciones, no obstante, en cuanto el guía se marchó, dejándola a solas con el castaño, todos los razonamientos del mundo no lograron disipar la sensación de que se avecinaba un peligro inminente.

— Diez minutos de descanso para que guarde sus cosas, se lave la cara, o lo que guste, señorita Wells— indicó Killian— después quiero que transcriba lo que dijeron los oradores europeos.

July suspiró, aliviada, podía manejar con más que eficiencia lo que fuera trabajo.

—Sí señor.

—¿Qué le gustaría beber?

— Café, señor.

— Con crema y una cucharadita de azúcar, ¿no es así?

— Sí señor.

A la rubia le sorprendió que Killian recordara el detalle tan trivial del café que había tomado durante el almuerzo, también pensó algunas otras cosas que quizás había memorizado de su persona y sintió una oleada de calor extendiéndose interiormente, se volvió y se dirigió al baño con rapidez, antes de que el rubor se acentuara.

Incluso, sentía timidez de utilizar el baño, sabiendo que el castaño estaba cerca ¡Lo cual era completamente ridículo! se enjuagó con agua fría las manos y el encendido rostro.

«Mantente serena y profesional, no dejes que ese niño rico arruine tu calma y paz interior»— se dijo con firmeza.

El hecho de que Alex Killian estuviera más sexy que en su época de estudiante, razón de que reaccionara a su poderosa cercanía, no significaba que debía perder los estribos y estar todo el tiempo nerviosa, estaba ahí para trabajar y no podía darse el lujo de cometer errores, respiró profundo y salió del baño rumbo a su habitación.

No le tomó mucho tiempo guardar sus cosas, colgó los elegantes trajes y guardó sus cosas personales y de higiene en un cajón del armario, regresó una vez más al baño para asegurarse que cada uno de sus perfectamente recogidos cabellos estuviera en su lugar, se acomodó los anteojos y caminó a la sala, dispuesta a trabajar.

Killian estaba cómodamente sentado sobre uno de los mullidos sillones, junto a una mesa, se había quitado el elegante saco blanco, aflojando la corbata y los dos últimos botones de su camisa azul estaban desabrochados, en la mano sostenía una bebida, viéndose muy relajado. A July no la hizo relajarse en absoluto, ver al castaño tan calmado e indefenso, le hizo tragar saliva consciente del magnetismo y la sensualidad de aquel odioso empresario.

— ¿Cómo sigue su tobillo, señorita Wells?, ya no la veo cojear.

—Ya está mejor, señor, lo vendé fuertemente en el descanso para estabilizarlo y por ahora ha funcionado.

— Bien; su café esta junto a la computadora— indicó Alex.

— Gracias señor— la rubia hizo una pequeña inclinación de cabeza sintiéndose al borde de un colapso nervioso.

La computadora y la impresora estaban prendidas, listas para el trabajo, July tomó su libreta y se sentó, bebió su café mientras sus dedos se deslizaban sobre el teclado.

— Quítese el saco si lo desea Señorita Wells, suéltese el cabello y póngase cómoda.

— Estoy muy cómoda así señor, gracias— repeló, sin despegar los ojos de la pantalla.

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