Palabras Caídas

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Las clases del día terminaban finalmente, la cena era como siempre, la comida aparecía, sus miradas se cruzaban, se sonreía y comenzaban a comer sin volver a tener otro contacto. Solían hablarse cuando escapaban de sus grupos de amigos, el elegido del trío dorado y el rubio del trío de plata; pocas veces al día podían dirigirse la palabra, si es que decir que debían escapar no lo aclaró.

Sus encuentros eran tan pocos y cortos que se encerraban en algún armario en aulas vacías para besarse de manera dulce, dormir juntos y calientes, o algunas veces estudiar las materias que compartían ese mismo año. Ninguno de los dos entendía cómo llegaron a ser pareja luego de todos esos insultos y crueldades, pero ya en uno de sus últimos años hicieron de manera secreta las pases, una cosa llevó a la otra y sin darse cuenta del como ni el por qué se amaban el uno al otro con fuerza, tanta fuerza que se sacrificaban.

Harry no podía decir nada, que el elegido tenga novio, que sea hijo de un mortifago y sea un hombre era demaciado complicado para intentar explicarlo; por otro lado, Draco debía mantenerse callado igualmente, no quería la atención de ser "la pareja del elegido" y menos si eso le daba una razón más a su padre de despreciarlo, sabía lo que pensaba de el su progenitor, y se veía el mismo chico perfecto pero putrefacto que él lo hacía sentir... Harry no lo hacía sentir así.

Esa misma noche, luego de cenar, se escabulleron entre los alumnos de primero y segundo para encontrarse en la torre de astronomía, les gustaba ver las estrellas todas las noches juntos, y Harry siempre pasaba por su capa de invisibilidad por si Filch merodeaba con su desagradable gata por esos lugares. Abría la puerta y veía a Draco ahí sentado en una esquina, leyendo un libro empolvado y viejo, sonriendo con cada deliciosa letra que devoran su intelecto y curiosidad; con la capa encima se le acercó y se sentó frente a él para admirarlo, al pasar los minutos se ponía nervioso, miraba de lado a lado esperando impaciente a su pareja, que realmente estaba presente.

Esa mirada tierna que expresaba su deseo de ver a Potter, de tomar su mano mientras leía sobre magia y ambos recargaban mutuamente sus energías para sobrevivir otro día más sin casi mirarse, sin siquiera mencionar el que debían estar en constantes discusiones; burlarse del otro y ser sobradora en su presencia ya era parte del día, pero en silencio, al darse vuelta luego de terminar, sus ojos se conectaban por una luz brillante y respiraba hondo, su relación era tan perfecta que dolía.

Vio a su serpiente levantarse del suelo y dejar el libro sobre el suelo, caminó a la puerta y desapareció, suponía ( acertadamente ) que el chico iría a revisar si los pasos de su novio se escucharían en las escaleras; mientras uno de los estudiantes moría de angustia y ansiedad, el otro abría el libro con cautela y sacando su varita del bolsillo de su capa, susurraba un encantamiento sobre el cuaderno, cerró y abrió las páginas una y otra vez para comprobar de manera exitosa el resultado de su hechizo.

Se asustó al sentir como el rubio corría a la torre y veía su cara de pánico, tal vez habría sido descubierto, y eso jamás se lo perdonaría.

-¡ N-no puede ser !- maldecía caminando de lado a lado y con el pánico a flor de piel al escuchar el repiqueteo de unas llaves fue golpeado y lanzado detrás de un mueble alto y flaco, donde apenas era cubierto; la respiración del rubio lo delataba, una mano invisible tapó su boca y sostuvo su mano para que se calmara.

Filch observaba lugar por lugar alumbrando con una gran farola, llegaba lentamente al escondite de Draco, cuando sonó que algo bajaba por las escaleras, eran pasos muy rápidos; el celador salió disparado gritando: "¡Estudiantes, Estudiantes, Están fuera de sus camas!" .
De milagro corrió tan rápido que no alcanzó a escuchar el grito de Harry cuando pisó su pié o a sentir cuando algo extrañamente deformado estaba bajo su fuerte pisada; como siempre, el elegido le había salvado el pellejo a su dulce serpiente de platino.

Pensó seriamente en volver a subir y reír de la torpeza de su pareja, pero prefirió marcharse e ir a la sala de Gryffindor para descansar finalmente, aunque sabemos que cuando llegue será invadido por decenas de preguntas de sus amigos respecto a su paradero, o a su actitud apenas terminada la cena, su escapismo o el aura misteriosa que irradiaba en las últimas semanas.

Por el contrario de la historia, el rubio respiraba agitado por el haber escuchado la persecución de un hombre invisible, que no era cuestión ni de preguntar para averiguar de quién se trataba; sonreía enamorado cuando se acercó para tomar su libro y volver a su habitación en las mazmorras. En ese momento sintió un presentimiento y respiró un perfume de hombre que reconocía, se acercó el libro a la cara para olfatearlo y percibir la fragancia muggle que Harry se colocaba; un gusto recorrió sus sentidos, nublados y extasiados.

- Eres tan poco predecible - susurraba enamorado, abría el libro con los cabellos erizados de emoción y unas luces iluminaban algunas letras; pronto las brillantes comenzaron a caer, deformarse y decolorarse hasta volverse negras y cursivas. En el filo de la hoja se veía la frase que su amado le entregó esa noche y que no comprendería hasta la próxima mañana, cuando fuera el momento adecuado para el elegido.

Suspiro confundido, frustrado por no entender lo que Harry le otorgó; bajo la torre y fue a las mazmorras para entrar en su cuarto (muy silencioso) y acostarse en su cama con sábanas calientes y suaves en esa noche templada pero con brisa fresca, que volaba las hojas de los árboles con fuerza mientras hacía gritar aterradoramente a las ramas al chocar con el viento. A pesar de esos ruidos y de la adrenalina que aún circulaba su cuerpo... No dejaba de pensar en la frase de su novio.

"Doce rosas rojas, significan mí amor eterno"

Morning coffee | Drarry |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora