Prólogo

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Nueva York, septiembre 2017

Siento frío, mucho frío. Mi corazón cabalga fuerte y desbocado, amenazando con salir de un momento a otro de mi pecho. Sobresaltado, abro mis ojos y tardo un par de minutos en adaptarme a la luz, lo primero que consigo enfocar es un techo blanco. En mi brazo derecho tengo una vía intravenosa que viene directo de una solución salina. Estoy en un hospital.

Me incorporo sobre la pequeña cama y siento todo darme vueltas. Cierro los ojos nuevamente mientras froto mis manos y las soplo para entrar un poco en calor, un pequeño anillo deslumbra en el dedo meñique de mi mano izquierda llamando poderosamente mi atención. Me lo quito, busco alguna inscripción, pero es inútil, no hay nada. Miro a mi alrededor con curiosidad y noto que estoy en una pequeña habitación

¿Qué es este lugar? ¿Cómo llegué aquí?

La puerta se abre repentinamente y una mujer menuda que no debe llegar a los 30 años entra. Tiene el cabello castaño hasta los hombros y lleva uniforme de enfermera.

-Vaya, hasta que por fin despiertas. –Sonríe con amabilidad.

- ¿Cómo te sientes? –Me lleva un par de segundos darme cuenta de que está hablando conmigo.

-Creo que... Yo… Creo que estoy bien, solo siento algo de frío.

Se acerca a la cama y me tiende un cobertor. –Que bien que traje esto. –Agradecido, la recibo. –Soy Melisa ¿Y tú?

-Yo… -Me quedo en blanco y bajo el rostro.

¿Qué mierda debo responder? ¿Dónde diablos estoy?

Hago un esfuerzo para atraer algún recuerdo, pero es en vano. Solo consigo que un agudo dolor se apodere de mi cabeza. Un grito escapa de mi garganta al tiempo que me llevo las manos a la cabeza.

Alarmada, la enfermera se acerca a mí y alzo una mano para impedir que me toque.

–¡Aléjate! –Vocifero. –No sé quién mierda eres. –Pero no digo lo más importante. No sé quién demonios soy yo.

Una vez másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora