Prólogo.

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Prólogo.

Niza, Reino de Cerdeña, Italia. 1840

Los últimos alientos de un gran violinista estaban siendo dados, él se negaba a morir, sin embargo, parecía que el momento se acercaría, después de rechazar la ayuda del sacerdote que había traído su hijo, cerró los ojos, más todavía no estaba totalmente muerto. Se encontraba en su mente, discutiendo con nadie más y nada menos que su sirviente fiel, el mismo que todos los católicos y la misma Iglesia odian a muerte, el Diablo.

  —Niccolò Paganini Bocciardo, has demostrado todo este tiempo ser fiel hacia mí, así que puedes irte en paz, tus descendientes serán los mejores violinistas de la historia, nuestro contrato no se romperá por nada del mundo —prometió éste.

  —Espero que así sea, pues deseo lo mejor para las generaciones que lleven mi apellido —dijo el músico.

  —Así será Paganini, así será, tu apellido vivirá siempre, todos los Paganini serán violinistas exitosos.

  —Que así sea sirviente mío, que así sea —pidió el músico—. Nada me haría tan feliz que ver a mis descendientes tocando mis piezas y siendo violinistas exitosos.

  —Te aseguro que serán exitosos como violinistas Paganini, tendrán muchos descendientes también, así tu legado seguirá por los siglos de los siglos —comentó el Diablo.

  —¿Así? ¿Cómo? —Preguntó Niccolò—. Dímelo por favor, me da mucha curiosidad saberlo.

  —Es fácil, mi querido amigo Niccolò —Dijo—. Cuando estén listos para tener hijos, me encargaré de que sea con la mujer indicada, aquella afortunada de cargar al heredero de Paganini en su vientre llevará una marca en Clave de Sol, así nos encargaremos de que esa mujer no sea estéril, o se casé con otro.

  —Es un buen plan amigo mío, pero tengo dudas, ¿cómo es que tendrás la certeza de que esas mujeres tendrán un varón que siga mi legado?  Y más importante, ¿por qué Clave de Sol? —preguntó el violinista.

  —Esa es otra parte del plan Paganini, por lo menos, deben tener un varón, si la mujer no tiene un varón, morirá —dijo el Diablo—. La Clave de Sol es por lo de la cuerda, ¿acaso olvidaste aquella cuerda que te caracteriza?

Niccolò Paganini sonrió, éste sabía perfectamente aquello, gracias a esa única cuerda había tocado infinidad de conciertos, era caracterizado por aquella cuerda.

  —Claro que recuerdo esa cuerda —murmuró—. He dado miles de conciertos usándola únicamente.

  —¿También recuerdas cuándo usabas tus propios dedos para volver locas de pasión a las mujeres, y locos de envidia a los hombres?

  —Por supuesto que sí querido amigo, por supuesto que sí.

  —¿Recuerdas cuando Aquiles nació? ¿Recuerdas acaso tu romance con Antonia Bianchi de Como? La madre de tu precioso y tan adorable hijo Aquiles.

  —Déjame decirte que aun no entiendo el por qué me fije en Antonia, sólo le puedo dar las gracias por haberme traído a mi pequeño y adorado Achilles —sonrió el violinista.

Niccolò lanzó un suspiro a la nada, recordando toda su vida, desde el momento en el que nació, cuando tocó por primera vez aquel instrumento de cuerdas, que le acompañaría siempre, las lecciones crueles que su padre le daba, los conciertos, sus tiempos en Lucca, cuando conoció a Antonia, el nacimiento de su adorado Achilles, quien ahora se encontraba a su lado, tomando su mano con firmeza, y amor, transmitiéndole su amor por esa forma, Paganini sonrió. El momento ya le estaba llegando, fue por ello que le dijo sus últimas palabras a su sirviente.

  —Supongo que después de saber todo esto puedo irme en paz, querido amigo —Dijo Paganini—. Nos veremos en un momento amigo, es hora de dejar este mundo, y dejar que mi querido Achilles brille y muestre ese talento de violinista que tuvo en las venas.

  —Créeme que así será, no sólo Achilles, si no todos —aclaró el sirviente fiel.

Fue así que Niccolò Paganini cerró los ojos para no volver a abrirlos, su sirviente fiel, el Diablo, cumplió su promesa, hizo de Aquiles Paganini Bianchi un violinista ejemplar, no importaba que tan difícil fuera todo, el sirviente fiel de Niccolò se encargaba de todo, iba de aquí para allá, sus vasallos eran los que escogían a las mujeres, marcándolas con la Clave de Sol en el hombro derecho, así fue por muchas décadas, hasta ahora en la actualidad.

Il Diavolo Fiddler.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora