Capítulo II.

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Capítulo II.

Venecia, Provincia de Venecia, Italia. 2018.

Una bella joven se encontraba escribiendo en una Notebook, sonrió para sí cuando termino, no era una buena escritura según ella, pero era para lo que su inspiración como escritora le daba. Miró de forma disimulada la marca en Clave de Sol que tenía en el hombro derecho, ¿qué significaba esa marca? Se preguntaba siempre, por más que tallará aquella zona, la marca no se iba, ella no era de tatuarse, así que fue raro ver una marca así en su hombro derecho.

  —Bien, es hora de un merecido descanso —susurró.

  —Charlotte —llamó su madre—. La fiesta esta por empezar.

  —Gracias por avisar mamá, voy en seguida —respondió la chica.

La chica cumplía ese día los dieciocho años, su nombre, Charlotte Di Siero, estaba terminando su carrera como escritora, y como soprano también, a decir verdad, era sorprendente que Charlotte no tuviera ni un novio en su vida, pues era hermosa, cabellera castaña, lacia, y bien cuidado que le llegaba hasta la mitad de la espalda, tez ligeramente pálida, ojos del color chocolate y una nariz respingada. Además de ser hermosa por fuera, también era hermosa por dentro, es decir, su corazón era noble, ella era inocente, a excepción de las veces en que se enoja; ese día, 9 de julio del año 2018 cumplía la mayoría de edad, y sin saberlo, descubriría muchas cosas sobre su marca en el hombro derecho.

  —Ya estoy aquí —avisó una vez que bajo las escaleras.

  —Te ves radiante, Charlotte —sonrió Caterina.

  —Gracias tía —respondió la castaña.

La chica sonrió internamente mientras observaba el ambiente de la fiesta, caminó directamente hacia dónde se encontraban sus amistades y se puso a charlar animadamente, aunque por dentro, sentía que algo iba a suceder, algo que le cambiaría la vida.

Venecia, Aeropuerto Internacional Marco Polo, Italia. 2018

Una familia de cuatro personas salían del aeropuerto, entre esa familia estaba un joven muy guapo, de rasgos masculinos, piel trigueña, cabello negro como la noche, ojos del mismo tono de negro, y una nariz respingada. El chico iba caminando a toda prisa hasta llegar a una góndola.

  —Vamos familia, recuerden que debo ir a recoger a mi futura esposa —masculló.

  —Cálmate hijo, recuerda tus modales —le dijo su madre.

  —Madre, no es tiempo para eso, yo necesito ver la esposa que me eligió mi sirviente, no vine aquí por nada.

  —Tranquilo hijo —calmó su padre—. Estoy seguro de que te escogió a una buena.

  —Eso espero padre, no estaré calmado hasta que vea a Charlotte Di Siero.

  —Giovanni, relájate —repitió su madre—. Recuerda que es una dama, y merece respeto y un cortejo adecuado.

  —No hay tiempo para eso madre, esperé diecinueve años, no es justo que me hagan esperar más.

  —¡Giovanni! ¿Acaso eso es lo que te he enseñado? —regañó su madre.

  —Ya cálmate Ángela, estoy seguro de que lo hará bien.

  —Más le vale, no quiero que sea brusco con ella, es una dama.

  —Mamá, dama o no, es mía y de nadie más —dijo el muchacho con una pizca de deseo en las palabras—. Sólo yo puedo tener el privilegio de besarla, abrazarla, y hacerla mía.

  —¡Pedro! ¿Qué le enseñaste? —gritó indignada Ángela—. ¿Qué forma de hablar es esa?

  —Ángela basta, recuerda que los Paganini vivimos de la fama y la pasión, es normal que Giovanni hable así.

  —Ya relájate mamá. —Volvió a hablar el muchacho Paganini—. Prometo ser delicado con Di Siero—sentenció.

El resto del camino se mantuvo en silencio, mientras la góndola iba en camino a la casa de la familia Di Siero, Giovanni no podía dejar de pensar en cómo sería su futura esposa, la esposa que su sirviente había marcado con esa Clave de Sol al nacer, la que llevaría a sus hijos y sólo sería de él. Una vez sintió que la góndola se detuvo, bajó de ésta sin decir más y se encamino a la casa que tenía grabado "Di Siero" en letras de plata.

Charlotte se encontraba bailando animadamente con un muchacho español llamado Alejandro González Pérez, con ayuda de su larga cabellera y el único tirante de su vestido rojo cereza ocultaba la marca extraña con la que había nacido. El vestido que llevaba puesto le llegaba cinco dedos arriba de la rodilla, era de color rojo cereza, como se mencionó anteriormente, tenía un solo tirante en el mismo tono de rojo, los zapatos tenían un tacón de seis centímetros, eran también de color rojo cereza, pero lo que los hacía diferentes era la rosa negra que los adornaba; ese vestido le sentaba a la perfección, dejaba ver que la chica reservada tenía proporciones buenas, Charlotte moría de la vergüenza, pues era reservada como lo habíamos dicho antes.

  —Se ve hermosa esta noche, señorita Di Siero —habló su acompañante.

  —Esto no es nada, señor González, hay más hermosas.

  —Pero ninguna como usted.

Charlotte se sonrojó violentamente, podría decirse que la joven estaba tomando el color de su vestido. Suspiró. Intento calmarse, pero todo le salió en vano, fue entonces que sintió que la atraían por la cintura y la besaban de manera feroz y apasionada. Ella se quedó inmóvil, no correspondió al tacto, cuando esos labios se separaron de los suyos logró observar a un joven muy guapo, se atrevería a decir que más guapo que González.

  —¿Quién es usted? —preguntó —. ¿Por qué me ha besado de esa manera?

  —Querida, tú eres mía y sólo mía —respondió el joven cínicamente —. ¿Acaso no has notado la marca? —El chico sonrió de forma lujuriosa, y sin consideración, bajo un poco el tirante del vestido de Charlotte, dejando ver la Clave de Sol.

  —¿Qué hace? —chilló la chica, ruborizada a tope.

  —Ven conmigo, por favor, sigan la fiesta, tengo que hablar con mi futura esposa —masculló el joven para llevársela de ahí.

Él la llevaba de la mano, encontró una habitación y se encerró con ella. Sonrió para sí, su esposa era mejor de lo que creía, era demasiado hermosa para poder ser real, ocultó su sonrojo y ladeó la cabeza hacia dónde estaba ella.

  —¿Qué le pasa señor? ¿Va a explicarme todo esto? —él asintió.

  —Verás, fuiste elegida para ser mi esposa y la madre de mis hijos. Me llamó Giovanni Paganini, soy un violinista, y te explicaré lo que significa esa Clave de Sol en tu hombro derecho —hizo una pausa para proseguir—. Cuando Niccolò Paganini estaba en su lecho de muerte, el sirviente fiel de nuestra familia, le prometió mantener el legado de violinistas por todo este tiempo. Él marca a las mujeres con una Clave de Sol en su hombro, eso nos da una señal para saber quién será nuestra esposa, y la madre de nuestros hijos.

  —¿En verdad? —preguntó Charlotte.

A decir verdad, la castaña notaba que esos hermosos ojos negros no mentían para nada, por lo que decidió creerle. Giovanni asintió, y le contó todo desde el inicio, vaya historia, parecía increíble, pero era cierto.

  —Bueno, supongo que empecé por el pie izquierdo.

  —No te disculpes —sonrió él —. Prometo que intentaré hacerte feliz Charlotte. 

Il Diavolo Fiddler.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora