Ijichi prácticamente había volado en el auto, llegando a los minutos después de la llamada apresar de la lejanía. Solo pudo ver a Nanami tirado en el suelo sobre las piernas de la castaña que respiraba con dificultad, ambos cubiertos de sangre y al borde de la muerte.
—Llamaré a Ieiri cuando subamos al auto— la castaña no dijo nada, simplemente hizo el intento por levantarse y levantar a su compañero siendo ayudado por el mayor.
—Necesitó llegar al hotel— las pulsaciones de Nanami se reducían cada vez más, ella necesitaba hacer algo en este instante o si no Nanami moriría en sus brazos.
—¿Señorita Megami?— dio un vistazo por el retrovisor al observar a la mujer tomando las manos de Nanami y acercando su boca a la de él. Poco a poco pudo notar como un resplandor de color verdoso surgía de entre sus bocas entre abiertas y casi juntas—¿Qué hace?— las heridas del rubio comenzaban a cerrarse lentamente. Pronto se recuperaron casi en su totalidad, pero eso provocó que la chica callera desmayada encima de Nanami.
Abrió los ojos con lentitud solo logrando divisar el color blanco de la cerámica pegada en la pared de aquel baño. El agua tibia caía sobre su cuerpo que era abrazado con fuerzas por alguien a sus espaldas.
—¿Nanami?— Pregunto en un susurro casi inaudible.
—Está bien, solamente deja que el agua limpie tus heridas— no se dijo más, poco a poco tomaba conciencia de lo que pasaba a su alrededor. Ambos tenían sus ropas ensangrentadas puestas que eran limpiadas levemente por el agua que caía sobre ellos y pronto Ijichi entro al baño observando la bañera dónde ambos estaban sentados.
—Ieiri viene en camino para tratar sus heridas— mencionó el hombre con lentes, sin embargo, algunas preguntas se formaban en su mente— Señorita Megami...— la chica simplemente lo miro de reojo, su condición no le permitía moverse más.
—¿Huh?— logro producir aquel sonido que le hacía saber que esperaba por la pregunta.
—¿Qué le hizo al señor Nanami?— la castaña intento recuperar el aliento para hablar, pero fue casi imposible.
—Me dio parte de su energía maldita y utilizó la hechicería inversa al mismo tiempo para sanar mis heridas. Un movimiento más bien estúpido sabiendo la reducida cantidad de energía que te quedaba, teniendo en cuenta que hacer ambas cosas consume el triple de energía, eso provocó tu colapso. Además, agregar que no puedes sanarte tú ahora y te tomara semanas hacerlo— el rubio respondió enfadado, no obstante en su interior no tenía cómo agradecerle tal acto que había hecho por él, sin embargo, no deseaba para nada que alguien sacrificara su vida para salvarlo, él no lo merecía.
—¿Pero por qué no quiere que Itadori venga?— esa era una pregunta que ambos hombres querían escuchar.
—Sukuna gana poder... Con las emociones de Itadori— hablo con un hilo de voz mientras intentaba acomodarse en la bañera, no explico más, pues todos entendieron a la perfección. Era inevitable notarlo, el chico estaba más que enamorado de la castaña y al parecer Sukuna también.
—Iré por el chico de todas formas, no puedo dejarlo solo mucho más tiempo. Lo llevaré a otro lado, pero no creo que puedas ocultárselo tanto tiempo.
—Si, ya veré qué hago— susurro antes de ver como el mayor atravesaba la puerta y se larga a del lugar.
—Perdiste mucha sangre, me costó mucho detener el sangrado— Nanami se levantó lentamente intentando no mover a Megami— Por favor, báñate y limpia esas heridas, Ieiri debe estar por llegar y curará tus heridas.
—Gracias, Nanami— El rubio salió del pequeño baño dejándola finalmente sola. Se desnudó poco a poco, con bastante lentitud y cuidando de no hacer sangrar más las heridas que tanto le provocaban dolor.
La sangre cubría el agua que había estado estancada en la tina, se le dificultaba bastante la movilidad y sinceramente en este punto no sabía cómo levantarse, se enjuagó y quitó todo el exceso de jabón y residuos espumosos. La puerta principal se escuchó abrirse y la voz suave de Ieiri se acercaba cada vez más a dónde ella estaba.
—¿Puedo pasar?— pregunto la mujer con suavidad después de tocar la puerta.
—Claro— rápidamente tomo la toalla que estaba a un lado de ella y se cubrió, la peli negra entro lo más rápido posible al pequeño baño y la observó detenidamente por unos segundos.
—Nanami me lo contó todo, curarme tus heridas, pero necesitas reposar durante varios días.
—Sí, estoy consiente de eso. Mi energía maldita no se recuperará pronto, muchos menos ahora.
—Tranquila, No debería llevarte más de 5 días, recuperar tu energía por completo— nuevamente la puerta principal se abrió, la voz de Itadori cubrió el lugar haciéndola tensar al instante. Ieiri la ayudo a levantarse y envolverse en la toalla de color celeste que en poco tiempo se cubrió en sangre, no podía curarla en ese sitio tan pequeño, además que debía darle un poco de ropa.
Sus ojos se abrieron lentamente con pesadez y su cuerpo dolía lo suficiente como para mantenerla quieta, definitivamente el calmante que Ieiri le había dado era bastante fuerte. Volteó su vista lentamente observando el sitio, admirando las paredes color gris y el escritorio con una ventana encima de él, esta era su habitación. Hizo el intento de levantarse con mucha lentitud, el cuerpo aún dolía lo suficiente, aun así, algo llamo su atención, el peso a su lado no provenía de almohadas o de ropa, volteó su vista y logro apreciar a Itadori profundamente dormido, pero esas marcas cubrían su rostro.
—¿Sukuna?— el hombre a su lado simplemente se quejó, lo movió levemente intentando despertarlo y conseguir alguna respuesta de su parte— Maldita sea, tú no puedes estar aquí... Se supone que estás muerto.
—Nadie me vio entrar, es de noche y entre por la ventana— gruño antes de voltearse a darle la espalda a la chica que aún permanecían confusa.
—Eso aún no responde mi pregunta.
—Vine a cuidar a mi mujer... Estás gravemente herida y para variar le diste gran parte de energía, el Rubio cuatro ojos— reprochó enojado mientras aún no se volteaba para observarla.
—Gracias— le dijo con una cierta calidez en aquella simple palabra— pero no soy tu mujer.
—Me sigue molestando bastante que continúes negándolo.
—No soy quien crees Sukuna.
—¿Cómo no vas a serlo mujer? La química entre nosotros dos nadie la puede negar— Finalmente se volteó admirándola un poco más, su pómulo hinchado ya de un color verdoso y morado, un par de rasguños en su preciosa cara. Todo eso lo hacía hervir en rabia y juraba que encontraría al culpable que atrevía a tocar a su diosa.
La noche la continuaron disfrutando, hablando sobre temas completamente triviales, disfrutando sus compañías y apreciando el silencio, simplemente se disfrutaron entre ambos, pero algo más le preocupaba a ella.
—¿Y Itadori?— pregunto mirando directamente a esos ojos rubí brillantes que se posaban frente a ella.
—El mocoso está bien...— hablo envuelto en unos celos.
—Quiero hablar con él.
—Ya debo irme— dijo la maldición para luego levantarse y caminar hacia la ventana. Era realmente molesto y decepcionante escuchar que a la mujer que amas preguntar por alguien más. Megami había desarrollado sentimientos hacia el chico y eso lo hacía arder en celos, él siempre quiso ser el único en su vida y lo había logrado hasta ahora.
—No, espera...— la chica le tomo la mano con dificultad— Sukuna... Provinimos de la misma llama del infierno— y eso calmó todo en él, todo en su interior se relajó, aquellos sentimientos intensos se esfumaron en segundos. Lentamente, se inclinó para unir sus labios en un tierno y delicado beso, eran esos labios los que siempre amo sentir y los que siempre querría sentir en esta y en todas sus vidas.
—Te amo...
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La mujer que Sukuna Amo •Ryōmen Sukuna/Yuji Itadori• ✅Finalizada.
Fanfic[FINALIZADA] ... Las maldiciones... También se enamoran, y desgraciadamente él se enamoró de la peor maldición que existía en este mundo... Sukuna era el rey de las maldiciones, pero todo llega a su fin y ella no se había ido con él, esa maldita muj...