.Sueños.

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Kinmonku era un planeta tranquilo casi en los límites de la vía láctea, su población era mucho menor que la existente en la Tierra y eso facilitaba el hecho de que todo el planeta estuviera gobernado solo por la princesa Kakyuu con ayuda de sus muchas Starlights.

Pero a pesar de contar con muchas Sailor a su disposición, también con guerreros pertenecientes al ejército real y a las fuerzas de protección de su esposo, la joven Reina siempre tendría un lugar especial para sus tres guardianas más cercanas.

Observarlas a lo largo de los años había sido doloroso, por qué no sabía cómo ayudarlas a superar algo que estaba fuera de su alcance y su poder —suspiró observando en la distancia a las tres jóvenes en cuestión y sonrió—, aún no podía creer que ya hubiera pasado un año desde que todo había cambiado.

Nunca pensó que estaría tan agradecida con las Sailor terrestres, pero lo estaba. Habían salvado a la galaxia entera y con el tiempo a sus guardianas al facilitar el reencuentro de dos de ellas con sus amores.

—¿En qué piensas, amor? —su esposo apareció a su espalda y la abrazó amorosamente—. Pareces muy concentrada.

—En ellas.

El joven Rey no necesitó más explicación pues su mirada localizó a las jóvenes que sonreían entre ellas a poca distancia.

—¿Crees que es posible que sean más felices aún?

La pregunta de Kakyuu quedó en el airé y las manos del joven Rey se colocaron sobre su abultado vientre con una sonrisa traviesa que ella no podía ver.

—No lo sé —sus manos fueron cubiertas por las de Kakyuu con suavidad—. Pero sé qué esas chicas revolucionaron nuestro planeta e incluso nos hicieron adoptar esa extraña, pero divertida festividad navideña de su país de origen.

—Bueno, realmente no es la festividad de su país de origen —Kakyuu sonrió con suavidad, pues durante el último año había llegado a conocer mucho a las dos chicas que convivían con sus Starlights—. Por lo que Minako me contó y Usagi confirmó, nosotros celebramos la navidad al estilo occidental porque a ambas les gustan esas tradiciones, pero la navidad oriental es un poco distinta.

El Rey besó con suavidad el cabello de su esposa y la hizo girar para tomar su mano con cuidado.

—¿Sigue en pie visitar la Tierra después del nacimiento del bebe? —su mirada buscó la de su esposa, por qué a pesar de que todos habían querido hacer una visita a la Tierra, habían tenido que posponerlo una vez que descubrieron el embarazo de la Reina.

—Sí —Kakyuu sonrió con ligereza—, aunque quizás se aplace algo más de tiempo.

Su respuesta misteriosa hizo que el Rey alzara una ceja, pero la joven solo se rio con suavidad y acarició su barbilla. Estaba claro que ella guardaba un secreto, pero también que no lo diría y sabía que no serviría de nada preguntar.

[...]

Seiya sonrió desde la distancia al ver a Kakyuu y su esposo en el balcón del palacio —adoraba ver a su princesa ser feliz y a punto de formar su propia familia, pero al mismo tiempo se sentía triste—, su mirada regreso a sus hermanas y chocó directamente con la de Yaten quién la miraba con curiosidad.

Últimamente, no podía apartar de su cabeza una idea algo tonta y al mismo tiempo loca —sentimiento que solo aumentaba cada vez que estaba en compañía de sus hermanas—, las dos tenían su propia familia.

Taiki se había casado con un general del ejército incluso antes de que las chicas llegaran a Kinmonku y era madre de dos hermosos gemelos, una niña y un niño, que acababan de cumplir cuatro años.

El espacio entre nosotros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora